31 de marzo 2020. “Leer los signos de los tiempos.” Mensaje
de Monseñor Froilán Casas, Obispo diócesis de Neiva, para estos tiempos del COVID 19. Permítame, queridos
hermanos, de modo especial, queridos presbíteros, religiosos, religiosas,
seminaristas, entrañable pueblo de Dios que peregrina en esta Iglesia
particular de Neiva, ofrecerles un mensaje enmarcado en una lectura cristiana
del terrible virus el COVID-19. No quiero hablarles como un hombre
perteneciente a una ONG filantrópica, que merece mi respeto, sino como pastor y
acompañante de la grey a mi encomendada, por voluntad de Dios y expresada en la
sede petrina.
El COVID 19, declarado pandemia por la OMS, nos ha
preocupado a todos los habitantes de este planeta, a unos más, a otros menos,
pero a todos nos está golpeando. El dolor de los demás, afecta nuestros
sentimientos de amor al hermanos y más al enfermo y necesitado. El Señor Jesucristo,
en quien creemos y quien nos da la vida, nos dice en su Palabra que debemos
“leer los signos de los tiempos” (Cf. Lucas 12, 54-56; Mateo 16, 2-3).
No se
trata, entonces, de hacer una lectura atmosférica del tiempo, para eso está la
meteorología; ni se trata de desbordar los límites de cada disciplina e invadir
terreno ajeno. Siguiendo el Concilio Vaticano II, respetando la “justa
autonomía de las realidades terrenas” (Cf. Gaudium et Spes 36) y siguiendo a
los Padres Conciliares: “es deber de la Iglesia escrutar a fondo los signos de
la época e interpretarlos a la luz del Evangelio (lo resaltada es nuestro)…
pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad” (Cf.
Gaudium et Spes 4).
Invito a todos, especialmente a los presbíteros, de quienes
esperan las comunidades acompañamiento amoroso y dirección espiritual, evitar
interpretaciones fundamentalistas e integristas de la realidad que vivimos. Por
favor, lejos de creer y menos afirmar que la pandemia es un castigo divino. Les
recuerdo, la astronomía es ciencia, la astrología es charlatanería barata,
-lástima que haya ingenuos que se lo creen-. ¡Ay, cuando no se tiene una fe
adulta!, -y el presbítero es adulto en la fe-. ¡Ay, cuántos errores comete el
hombre y le echa la culpa a Dios! El Dios de la historia salvífica y revelado
en su Hijo Jesucristo, no es un Moloc airado, ¡no, por favor!; es el Dios que
se ha hecho “ENMANUEL”. Es el Dios que se ha encarnado y ha asumido toda la
realidad humana, menos el pecado. Es el Dios que se jugó la vida por salvarnos.
¡Cuidado!, con caer en fundamentalismos. El Corán se lee, la Sagrada Biblia se
interpreta, siguiendo las directrices de la Constitución sobre la Divina
Revelación, aplicando la sana interpretación, (Cf. DV 12). Mi tarea es clara,
vigilar y acompañar al Pueblo de Dios, al que pertenezco, no dando una simple
opinión, sino en comunión de Iglesia, ofrecer directrices que orienten a los
cristianos, manteniéndolos fieles a las enseñanzas de la Iglesia, que por
voluntad de su Fundador es “sacramento universal de salvación” (Cf. LG 48).
Entonces procedo a ofrecerles algunas directrices:
1. LECCIONES PARA LA
HUMANIDAD.
El hombre no es un absoluto, es más débil que un pétalo de
rosa. El eterno pecado del hombre: creerse Dios; más aún, suplantar a Dios.
Nunca como ahora el mito de Prometeo y la “muerte” de Dios por los maestros de
la sospecha, ha tomado tanta fuerza. Dios estorba en la ciudad secular. ¡Fuera
el nombre de Dios! Ahora se jura en nombre de la Constitución, Dios no es la
fuente suprema de toda autoridad, ahora es el hombre. ¡Fuera todo símbolo
religioso del sector público! Se ha hecho axioma cultural: “la religión es
asunto privado”. Que Dios no incida en la vida pública. ¡Pobre hombre, tan
grande y tan pequeño! ¡Tanto has endiosado a la ciencia que te tiene postrado
un virus microscópico!
• El relativismo moral campea por todos los estratos, sobre
todo en algunos círculos de la clase dirigente y algunos ambientes académicos.
La trasmutación de todos los valores, es el lema colectivo cultural.
• Me pregunto: ¿Por qué los niños son los más resistentes a
la crueldad del virus? ¡Ah! Constatar que en este momento cuántos niños en
proceso de gestación están siendo masacrados y triturados por los adultos. ¡Qué
horror! El aborto es un derecho y el sexo es cuestión cultural, se puede
elegir.
• Frente al consumismo que ha levantado muchos tronos,
nuevos ídolos, nuevos escenarios de culto: grandes conciertos, cancelados;
estadios y clubes deportivos, cerrados; los abusos de las aerolíneas y el
paroxismo de los turistas por viajar, cancelados, aviones parados; el síndrome
de las compras, frenado, limitado a lo estrictamente necesario. ¿qué es el
hombre?
• Una lección para priorizar lo fundamental: Dios, la
familia. ¿Al fin hay tiempo para Dios?, o, ¿“no hay sitio en la posada”? ¡Qué
paradoja! Los negocios, el día a día, no le dan tiempo al hombre de la ciudad
secular para Dios.
• El dolor que estamos padeciendo nos va a volver más
humanos. El hombre post-virus será distinto: más humano, menos agresivo, más
servicial, más acogedor. De pronto le va a dejar un espacio a Dios.
• En la Europa de la postguerra, los templos se llenaban los
domingos: un 80 y hasta un 90% quería saborear a Dios. Las nuevas generaciones
que no conocieron el dolor, dejaron los templos vacíos. Están llenos los nuevos
templos: estadios, salas de concierto, playas, centros comerciales, etc.
• Esta cuarentena nos ha obligado a descubrir el valor de la
familia: hemos sentido su calor y con ellos hemos soportado el dolor y el
sufrimiento.
2 . LECCIONES PARA LA IGLESIA
¡Cuidado con la acción sin contemplación! Le hemos puesto a
la acción pastoral indicadores de gestión. Como que no le damos paso al
Espíritu Santo. Tal vez, mucho trabajo, se repite la escena: “Maestro, hemos
estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada” Lc 5,5. Solo por la
Palabra de Jesús se pescarán muchos peces, v. 5.6, -olvidando que la primacía
la tiene “la gracia”, Novo Milenio ineunte No.38-. Vean lo que nos dice el papa
Francisco en la Exhortación Apostólica, Gudete et Exsultate No. 50. “En el
fondo, la falta de un reconocimiento sincero, dolorido y orante de nuestros
límites es lo que impide a la gracia actuar mejor en nosotros”. Sin Cristo no
podemos hacer nada, solo pegados a Él, daremos fruto, Juan 15, 1-6
• Un buen número de cristianos católicos se han relajado.
Esto ha llegado, con dolor y tristeza lo decimos, hasta ciertos ambientes de
presbiterios y comunidades religiosas. Tal vez, no estamos catequizando el
mundo; ¿no será que el mundo, -en teología joánica- nos ha mundanizado? Tal vez,
a veces, no somos signo que signifiquemos a Jesucristo; resultamos más
jeroglíficos que lenguaje vivo. Tal vez, vamos al mundo pero no con el “aroma
de Cristo”. Tal vez, nuestros mensajes son híbridos y gaseosos, no significan a
Dios. Tal vez, somos como la gelatina que se acomoda al recipiente que la
contiene. Tal vez, somos plastilina que nos encojemos o largamos de acuerdo a
los “intereses” del momento. Tal vez, no estamos entendiendo que el Hijo de
Dios se hizo carne, pero no se hizo pecado. Se encarnó, sí, pero no en el
pecado. Tal vez, nos ha faltado más austeridad y ambiente de ayuno y oración,
para llegar a la Decápolis portando el mensaje de Dios. Jesús nos enseña,
primero la contemplación en la montaña hablando con su Padre y luego la acción
en el valle y la llanura. Tal vez, “la cultura del bienestar” EG. 90 nos
involucra pero no nos compromete en la tarea evangelizadora. Una espiritualidad
de invernadero sin compromiso social. Tal vez, nuestros documentos, sobre todo
de los obispos, son más una píldora placebo que un mensaje claro que oriente.
Tal vez, nos ha faltado emplear el bisturí de la verdad con la anestesia del
amor. Tal vez, por complacer a todo el mundo, nos quedamos sin el queso y sin
el pan. Cristo fue signo de contradicción: locura para los gentiles, escándalo
para los judíos, 1Corintios 1, 23
• Una lección para los semanarios y casas de formación.
¿Estamos formando a los presbíteros que quiere la Iglesia hoy? Sin disciplina,
oración, liturgia bien celebrada y vivida, estudio, deporte vividos en
comunidad, no tendremos el presbítero que necesita el hombre de hoy. El mundo
nos quiere ver ante todo como “hombres de Dios”. Tal vez, nos ha faltado
entender bien el sentido de la encarnación de Jesucristo. ¡Atentos! Estar en el
mundo, pero sin ser del mundo. Ser fermento y luz en el mundo. Primero la
configuración con Cristo, luego el ser misioneros de su mensaje vivido y
encarnado en nuestra conducta.
• Es un llamado a formar nuestra afectividad. El relajo en
la misma ha llevado a comentar faltas gravísimas que afectan la confianza del
pueblo santo de Dios. Sin ayuno y sin penitencia, marcados por la oración, no
tendremos salud mental y por ende madurez afectiva.
• La gente nos quiere varones normales sin ninguna rareza,
con el sello de la santidad. Una santidad que no consiste en el alejamiento del
mundo, sino el compromiso de transformar el mundo desde la luz de Cristo,
irradiándolo con nuestra conducta. El hombre de hoy quiere cristos vivientes:
muy humanos y por ende, muy cristianos. El sufrimiento que padecemos hoy nos
invita a darle sabor al mundo con la hermosura del Evangelio predicado,
anunciado y vivido sin ningún triunfalismo.
• Hay hambre de la Palabra de Dios y algunos sacerdotes y
religiosos parecen cansados, muy ocupados con las redes sociales y con
actitudes hipocondriacas. ¡Cuidado! Camarón que se duerme se lo lleva la
corriente. ¡Cuidado! Espacios que dejamos, otros los ocupan.
Hoy se quiere mucha oración. Invito a todos los párrocos a
fomentar los cenáculos de oración. Insertados y viviendo en nuestras
comunidades, asumimos los gozos y las esperanzas de las mismas. Con la ayuda de
Dios, saldremos adelante porque “si el Señor es mi pastor, nada me falta” Sal
23.
En Cristo, nuestro único paradigma, saboreamos “cielos
nuevos y tierra nueva” Isaías. 65,17; Apocalipsis 21,1 Invocamos el auxilio de nuestra Madre
María, quien, en las bodas de Caná preocupada por la urgencia de la bebida para
los invitados, acudió a su hijo para proveer esta necesidad. Ella, al pie de la
cruz, no nos abandona en esta hora difícil por la que estamos pasando. ¡ALABADO
SEA JESUCRISTO! Fuente: Página Web. Diócesis de Neiva (Colombia)