9 de marzo 2020. “La vergüenza por nuestros pecados, es una
Gracia”. Homilía del Papa Francisco en la casa Santa Marta. La primera lectura
del profeta Daniel es una confesión de los pecados. El pueblo reconoce que ha
pecado… “Señor, has sido fiel con nosotros pero hemos pecado, hemos actuado
como malvados e impíos. Hemos sido rebeldes, nos hemos alejado de tus
mandamientos y tus leyes. No hemos obedecido a tus siervos, los profetas, que
en tu nombre han hablado con nuestros reyes, nuestros príncipes, nuestros
Padres y toda la gente de la Tierra”.
Existe una confesión de pecados, un reconocimiento de que
hemos pecado. Y cuando nos preparamos
para recibir el sacramento de la reconciliación, debemos hacer lo que se llama
un “examen de conciencia” y ver lo que he hecho ante Dios: he pecado.
Reconocer el pecado.
Pero este reconocimiento del pecado no puede ser solo
hacer una lista de pecados intelectuales, diciendo “he pecado”, después se lo
digo al padre y el padre me perdona. No es necesario, no es justo hacer esto.
Esto sería como hacer una lista de las cosas que tengo que hacer o que tengo
que tener o que he hecho mal, pero se queda en mi cabeza. Una verdadera
confesión de los pecados debe permanecer en el corazón. Confesarse no es solo decirle al sacerdote esta lista, “Hice esto,
esto, esto, esto…”, y luego me voy, estoy perdonado. No, no es eso. Se
necesita un paso, un paso más, que es la
confesión de nuestras miserias, pero desde el corazón; es decir, que la
lista de cosas malas que he hecho, descienda hasta el corazón. Y así lo hace
Daniel, el profeta. “A ti, Señor, conviene la justicia; a nosotros, la
vergüenza”.
Cuando reconozco que he pecado, que no he rezado bien y esto
lo siento en mi corazón, este sentimiento de vergüenza nos llega: “Me
avergüenzo de haber hecho esto. Te pido perdón con vergüenza”. Y la vergüenza por nuestros pecados es una
gracia, debemos pedirla: “Señor, me avergüenzo”. Una persona que ha perdido
la vergüenza pierde la autoridad moral, pierde el respeto por los demás. Una
persona desvergonzada. Lo mismo sucede con Dios: nos avergonzamos. A ti la
justicia, a nosotros la vergüenza. La vergüenza nos abruma, como hoy. “Señor –
continúa [Daniel] – las vergüenza nos abruma a nosotros, a nuestros reyes, a
nuestros príncipes, a nuestros padres, porque hemos pecado contra ti”. Al Señor
nuestro Dios, primero dijo la justicia, ahora dice la misericordia.
Cuando tenemos no sólo el recuerdo, el recuerdo de los
pecados que hemos cometido, sino también el sentimiento de vergüenza, esto toca
el corazón de Dios y responde con misericordia. El camino para ir al encuentro de la misericordia de Dios, es
avergonzarse de las cosas malas, de las cosas malas que hemos hecho. Así,
cuando vaya a confesarme diré no solo la lista de pecados, sino los
sentimientos de confusión, de vergüenza por haberle hecho esto a un Dios tan
bueno, tan misericordioso, tan justo.
Pidamos hoy la gracia
de la vergüenza: avergonzarnos de nuestros pecados. Que el Señor nos
conceda a todos esta gracia. Traducción de Zenit. Org. Larissa L. López.