14 de marzo 2020. El Papa Francisco lamentó las críticas
contra aquellos que se entregan al servicio a los más necesitados. Críticas
que, según señaló, son como las de los fariseos y escribas a Jesús por reunirse
con publicanos y pecadores. “También hoy se critica a gente de Iglesia, a
aquellos que se acercan a las personas necesitadas, a las personas humildes, a
las personas que trabajan, que también trabajan por nosotros”.
El Papa celebró este sábado la Misa en Casa Santa Marta,
donde comentó el fragmento del Evangelio en que Jesús recibía las críticas de
fariseos y escribas por conversar y comer con publicanos y pecadores. Entonces,
Jesús les respondió con la parábola del Hijo Pródigo.
En la parábola se narra la historia de un padre y sus dos
hijos. El menor decide marcharse de casa y le pide al padre su parte de la
herencia. Pasa el tiempo y el dinero, malgastado en vicios, se acaba y decide
regresar a su casa, aunque sea como un criado. Sin embargo, cuando el padre lo
ve a lo lejos, sale a su encuentro, lo viste con las mejores ropas y le
organiza una gran fiesta de bienvenida.
Cuando el hijo mayor, que estaba en las tierras trabajando,
regresa a la casa y se entera del regreso de su hermano y del recibimiento que
le ha dado su padre, se indigna y se niega a entrar. Entonces, el padre sale,
nuevamente, al encuentro de su otro hijo para que entre, pero él no comprende
el recibimiento que se le da a su hermano después de haber despreciado a su
padre y no quiere participar de la fiesta.
Todo este episodio describe una serie de actitudes, la de
los publicanos y pecadores que escuchan a Jesús, la de los escribas y fariseos
que critican, la del hijo que desprecia a su padre y luego regresa pidiendo
perdón, la del hermano que no perdona a su otro hermano, y la del padre que
sale al encuentro de sus dos hijos.
De los primeros, de los pecadores, el Papa destacó que “se
le acercaron en silencio, no saben qué decir, pero su presencia dice muchas
cosas, querían escuchar”.
“La gente siente que tiene necesidad de salvación. La gente
necesita un guía, un pastor: ‘Necesito encontrar a mi Señor, que me colme’. Y
la gente se acerca a Jesús porque ve en Él un pastor, porque necesita ayuda
para caminar en la vida”.
En cambio, “la gente de la ley, ¿qué es lo que dicen?
Critican. ‘Murmuraban’, dice el Evangelio, tratando de destruir la autoridad
que tenía Jesús con la gente. Esta es la gran escusa: ‘Come con los pecadores,
es un impuro’”.
“Los doctores sienten suficiencia: ‘Hemos ido a la universidad,
he hecho un doctorado, no, dos doctorados. Sé muy bien lo que dice la ley. De
hecho, conozco todas las explicaciones, todos los casos, todas las actitudes’.
Se sienten suficientes y desprecian a la gente, desprecian a los pecadores”.
Esa misma actitud es la que describe Jesús en la parábola
del Hijo Pródigo: “El hijo dice al padre: ‘Dame el dinero y me marcho’. El
padre se lo da, pero no dice nada, porque es padre”.
“Un padre sabe sufrir en silencio”, recordó Francisco. “Un
padre deja pasar los malos momentos. Muchas veces, la actitud de un padre es de
‘hacerse el tonto’ ante los errores de los hijos”.
A su vez, “el otro hijo reprocha al padre: ‘Has sido
injusto’, dice”. “El joven siente necesidad de comerse el mundo, de ir más
allá, de salir de casa, allí vive como en una prisión y eso suficiente para
decirle al padre: ‘Dame lo que me corresponde’. Siente valentía, fuerza”.
En cuanto al padre, “siente dolor, ternura y mucho amor.
Luego, cuando el hijo dice esas otras palabras una vez que toma conciencia de
lo que ha hecho, ‘me alzaré e iré donde mi padre’, encuentra al padre que lo
espera, lo ve a lo lejos. Un padre sabe esperar los tiempos de los hijos”.
Y el hijo mayor, ¿qué siente al ver la actitud de su padre
hacia su hermano que se ha mostrado irrespetuoso hacia su padre e inmoral?
“Dice el Evangelio: ‘Se indignó’, se siente despreciado”.
El problema del hijo mayor, explicó el Santo Padre, “es que
él estaba en casa, pero no se daba cuenta de lo que significaba vivir en casa:
cumplía con sus deberes, hacía su trabajo, pero no comprendía lo que era una
relación de amor con el padre”.
Dice el Evangelio que “‘el hijo se indignó y no quería
entrar’. ‘¿Acaso esta ya no es mi casa?’, pensó. Lo mismo que los doctores de
la ley. ‘No hay orden, este pecador vino aquí y le han hecho una fiesta. ¿Y
yo?’. El padre le dice la palabra justa: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo
lo mío es tuyo’. Y de eso, el hijo no se había dado cuenta. Vivía en casa como
si viviese en un hotel, sin sentir la paternidad”.
En ese sentido, el Papa lamentó que en la Iglesia “hay demasiados ‘inquilinos’ que se creen los patrones”.
“Es interesante, el padre no dice ninguna palabra que regresa
del pecado, solo lo abraza, lo abraza y le hace una fiesta. Ante el otro debe
explicarle, para entrar en su corazón. Tenía el corazón blindado por su
concepción de la paternidad, de los hijos, del modo de vivir”.
El Papa finalizó su homilía pidiendo “que el Señor nos de la
gracia de comprender cuál es el problema. El problema de vivir en casa, pero no
sentirse en casa, porque no hay relación de paternidad, de fraternidad, sólo
hay relación de compañeros de trabajo”. Evangelio comentado por el Papa
Francisco: Lucas 15, 1-3, 11-32. Fuente:
Aciprensa. Redacción.