31 de marzo 2020 “Dios
vino al mundo para tomar nuestros pecados.” Homilía Papa Francisco. La
serpiente no es ciertamente un animal simpático: siempre se asocia con el mal.
Incluso en la revelación, la serpiente es el animal que usa el diablo para
inducir al pecado. En el Apocalipsis se llama, al diablo, la antigua serpiente,
la que desde el principio muerde, envenena, destruye, mata. Por eso no puede
salir. Si quieres salir como alguien que propone cosas bellas, éstas son
fantasía: las creemos y así pecamos. Esto es lo que le pasó al pueblo de
Israel: no pudieron soportar el viaje. Estaban cansados.
Y el pueblo habló
contra Dios y contra Moisés. Siempre es la misma música, ¿no? “¿Por qué nos
sacaste de Egipto? ¿Para hacernos morir en este desierto? Porque aquí no hay
pan ni agua y estamos hartos de este alimento ligero, el maná”. (cf. Número 21,
4-9) Y la imaginación – lo hemos leído en los días pasados – siempre va a
Egipto:
“Pero, allí estábamos bien, comíamos bien …”. Y también, parece que el
Señor no podía soportar a la gente en este momento. Se enfadó: la ira de Dios
se ve a veces… Y entonces el Señor envió entre el pueblo serpientes abrazadoras
que mordían a la gente y morían. “Un gran número de israelitas murieron”.
En ese momento, la serpiente es siempre la imagen del mal:
el pueblo ve en la serpiente el pecado, ve en la serpiente lo que ha hecho el
mal. Y se acerca a Moisés y le dice: “Hemos pecado porque hemos hablado contra
el Señor y contra ti. Suplica al Señor que nos quite estas serpientes”. Se
arrepiente. Esta es la historia en el desierto. Moisés oró por el pueblo y el
Señor le dijo a Moisés: “Haz una serpiente y ponla en un mástil de metal. Quien
será mordido y lo mire, seguirá en vida”.
Me hace pensar:
¿pero no es esto idolatría? Ahí está la serpiente, ahí, un ídolo, que me da
salud… No se entiende. Lógicamente, no se entiende, porque esto es una
profecía, es un anuncio de lo que va a pasar. Porque también hemos escuchado
como una profecía cercana, en el Evangelio: “Cuando hayan levantado al Hijo del
Hombre, entonces sabrán que Yo soy y que no hago nada por mí mismo”.
Jesús levantado: en la cruz. Moisés hace una
serpiente y lo levanta. Jesús será levantado, como la serpiente, para dar la
salvación. Pero el núcleo de
la profecía es precisamente que Jesús se hizo pecado por nosotros. No ha
pecado: se ha hecho pecado. Como dice San Pedro en su carta: “Llevó nuestros pecados sobre sí mismo”.
Y cuando miramos al crucificado, pensamos en el Señor que sufre: todo eso es
verdad. Pero nos detenemos antes de llegar al centro de esa verdad: en este
momento, Tú pareces el mayor pecador, Tú te has hecho pecado. Ha tomado sobre
sí mismo todos nuestros pecados, se ha aniquilado a sí mismo hasta ahora.
La cruz, es verdad,
es un tormento, está la venganza de los doctores de la Ley, de los que no
querían a Jesús: todo esto es verdad. Pero la
verdad que viene de Dios es que Él vino al mundo para tomar nuestros pecados sobre
sí mismo hasta el punto de convertirse en pecado. Todo pecado. Nuestros pecados
están ahí.
Debemos
acostumbrarnos a mirar el crucifijo bajo esta luz, que es la más verdadera, la luz de la redención. En Jesús hecho
pecado vemos la derrota total de Cristo. No finge morir, no finge sufrir, solo,
abandonado… “Padre, ¿por qué me has abandonado?”. Una serpiente: Yo soy
levantado como una serpiente, como lo que es todo pecado. No es fácil entender
esto y, si pensamos, nunca llegaremos a una conclusión. Solo, contemplar, rezar
y dar gracias.
Aquí sigue la oración recitada por el Papa
para la comunión espiritual:
“Creo, Jesús mío,
que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del
Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi
alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos
espiritualmente a mi corazón. Y como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me
uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén”. Fuente:
Zenit. Org. Traducción del Italiano al español: Vatican News.