4 de febrero 2018. Durante el rezo del Ángelus Regina coeli,
este domingo 4 de febrero en la Plaza de San Pedro en el Vaticano, el Papa
Francisco recordó que la predicación de Jesús se sustenta en el camino y por
ello, sus discípulos y la Iglesia, deben sostener el anuncio del Evangelio en
el camino, en el movimiento, nunca desde la parálisis. “El anuncio del Reino de
Dios por parte de Jesús encuentra su lugar en el camino”, explicó el Santo
Padre. El Papa recordó cómo, en el Evangelio de este domingo,
“a los discípulos
que le buscaban para llevarlo a la ciudad, a Cafarnaúm, Él les responde:
“‘Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí
predique’”. “Ese es el camino del Hijo de Dios y ese será el camino de sus
discípulos: el camino como lugar del feliz anuncio del Evangelio, sitúa la
misión de la Iglesia bajo el signo del ‘caminar’, del ‘movimiento’ y nunca de
la parálisis”.
En el fragmento del Evangelio de San Marcos leído este
domingo se realiza una descripción de un día de Jesús en Cafarnaúm, “era un
sábado, la fiesta semanal de los hebreos. En esta ocasión, el evangelista
Marcos pone de relieve la relación entre la actividad taumatúrgica de Jesús y
el despertar de la fe de las personas con las que se encuentra”. “De hecho, con
los signos de curación que realiza para los enfermos de todo tipo, el Señor
quiere suscitar como respuesta la fe”, destacó Francisco. Como ejemplo de esto
se sitúa la curación de la suegra de Pedro, “que no sólo refleja el
extraordinario poder de Cristo sobre un cuerpo enfermo. Por medio de esta breve
narración, Marcos hace surgir un significado general de los milagros: la
curación del cuerpo se dirige a la curación del corazón”. Este episodio evangélico
“contiene también una exhortación válida para cada creyente: una vez liberados
del camino del mal y recuperadas las fuerzas como resultado de la intervención
de Jesús, es necesario seguir el ejemplo de la suegra de Pedro, que rápidamente
se puso al servicio del Señor y de los otros huéspedes”.
“La jornada de Jesús en Cafarnaúm finaliza con la escena de
la gente de toda la aldea reunida ante la casa donde se alojaba para llevarlo
donde los enfermos. La multitud, marcada por el sufrimiento físico y la miseria
espiritual, constituye, por decirlo así, el ‘ambiente vital’ en el cual se
desarrolla la misión de Jesús hecha de gestos y de palabras que sanan y
consuelan”. En medio de esa multitud, “una humanidad afectada por el
sufrimiento, las fatigas y los problemas”, Jesús finaliza la tarde del sábado.
“A esa pobre humanidad se dirige la acción potente, liberadora y renovadora de
Jesús”. “Antes del alba del día siguiente, Jesús salió sin ser visto por la
puerta de la ciudad y se retira a un lugar apartado para rezar. Jesús reza. De
ese modo, sustrae también de su persona y de su misión toda visión triunfalista
que malinterprete el sentido de los milagros y de su poder carismático”.
De hecho, “los milagros son signos que invitan a la
respuesta de fe, signos que siempre están acompañados de las palabras que
iluminan, y juntos, signos y palabras, provocan la fe y la conversión por medio
de la gracia divina de Cristo”. El Papa finalizó pidiendo a la Virgen “que nos
ayude a permanecer abiertos a las voces del Espíritu Santo que empujan a la
Iglesia a poner siempre la tienda en medio de la gente que para llevar a todos
la palabra sanadora de Jesús, médico del alma y del cuerpo”. Fuente: Aciprensa.