25 de febrero 2018. El Papa Francisco explicó, antes del
rezo del Ángelus Regina coeli, este domingo en la Plaza de San Pedro del
Vaticano, qué significó la transfiguración de Jesús ante sus discípulos poco
antes de la Pasión. En el Evangelio de este segundo domingo de Cuaresma se
narra la transfiguración de Jesús. “Este episodio va unido a lo que había
ocurrido seis días antes, cuando Jesús había revelado a sus discípulos que en
Jerusalén iba a ‘sufrir mucho,
a ser rechazado por los ancianos, por los jefes
de los sacerdotes y los escribas, asesinado y, tres días después, resucitar’”. Aquel
anunció de la Pasión y Resurrección “había sumido en crisis a Pedro y a todo el
grupo de los discípulos, que rechazaban la idea de que Jesús pudiera ser
rechazado por los jefes del pueblo y asesinado”.
De hecho, “ellos esperaban a un Mesías poderosos y
dominador. En cambio, Jesús se presenta como un humilde y manso siervo de Dios
y de los hombres, que iba a dar su vida en sacrificio, avanzando por el camino
de la persecución, del sufrimiento y de la muerte”. “¿Cómo se puede seguir a un
Maestro y Mesías cuya vida terrenal va a terminar así? La respuesta llega en la
transfiguración: una aparición pascual anticipada”. El Evangelio narra cómo
“Jesús se lleva consigo a tres discípulos, Pedro, Santiago y Juan, y ‘los
conduce a o alto de un monte’; y allí, por un momento, muestra toda su gloria,
la gloria del Hijo de Dios. Este evento de la transfiguración permite, de ese
modo, a sus discípulos afrontar la pasión de Jesús de una manera positiva, sin
quedar abrumados”.
“La transfiguración ayuda a los discípulos, y también a
nosotros, a comprender que la pasión de Cristo es un misterio de sufrimiento,
pero, sobre todo, un regalo de amor infinito por parte de Jesús”. El evento
protagonizado por Jesús, que se transfigura sobre el monte, “nos hace comprender
mejor también su resurrección. Si antes de la Pasión no se nos hubiera mostrado
la transfiguración con la declaración por parte de Dios, ‘Este es mi hijo
amado’, la Resurrección y el misterio pascual de Jesús no habría sido
fácilmente comprensible en toda su profundidad”. “De hecho, para comprenderlo,
es necesario saber con anterioridad que aquel que sufre y que es glorificado no
es solamente un hombre, sino que es el Hijo de Dios, que, con su amor fiel
hasta la muerte, nos ha salvado”.
De esta manera, “el Padre renueva su declaración mesiánica
sobre su hijo realizada en el río Jordán el día del bautismo, y exhorta:
‘¡Escuchadlo!’. Los discípulos son llamados a seguir al Maestro con confianza y
esperanza, incluso en el momento de su muerte”. La divinidad de Jesús “se
manifiesta incluso sobre la Cruz, incluso en aquel modo de morir. Tanto es así
que el evangelista Marcos pone sobre la boca del centurión la profesión de fe:
‘¡Realmente este hombre era Hijo de Dios!’”.
“Esta revelación de la divinidad de Jesús tuvo lugar en el
monte, que en la Biblia es el lugar emblemático donde Dios se muestra al
hombre. Es necesario, especialmente en el tiempo de Cuaresma, subir con Jesús
al monte y detenerse con Él, prestar mayor atención a la voz de Dios y dejarse
envolver y transformar por el Espíritu”.
Por último, el Pontífice explicó que la cuaresma “es la experiencia de
la contemplación y de la oración, de vivir no para evadirse de la dureza de lo
cotidiano, sino para gozar de la familiaridad con Dios, para después retomar,
con renovado vigor, el camino fatigoso de la cruz que lleva a la resurrección”. Fuente: Redacción Aciprensa.