11 de febrero 2018. Durante
el rezo del Ángelus este domingo en la Plaza de San Pedro en el
Vaticano, el Papa Francisco se refirió a la Jornada Mundial del Enfermo que se
celebra este domingo y señaló que ninguna enfermedad puede romper la relación
con Dios, únicamente el pecado que es una enfermedad del corazón, una lepra que
puede purificarse con el sacramento de la confesión. “Este domingo, el
Evangelio, según San Marcos, nos presenta a Jesús que cura a los enfermos de
todo tipo. En ese contexto se sitúa la Jornada Mundial del Enfermo, que se
celebra precisamente hoy, 11 de febrero, memoria de la Beata Virgen María de
Lourdes”, señaló el Santo Padre.
En ese sentido, el Papa explicó que “ninguna enfermedad es
causa de impureza: la enfermedad ciertamente toca a toda la persona, pero de
ningún modo afecta o le inhabilita para su relación con Dios. Así, una persona
enferma puede permanecer unida a Dios”. Por el contrario, “el pecado sí que te
deja impuro. El egoísmo, la soberbia, la corrupción, esas son las enfermedades
del corazón de las cuales es necesario purificarse, dirigiéndose a Jesús como
se dirigía el leproso: ‘Si quieres, puedes purificarme’”. El Santo Padre invitó
a acudir al sacramento de la confesión para purificar el alma: “Cada vez que
acudimos al sacramento de la Reconciliación con el corazón arrepentido, el
Señor nos repite también a nosotros: ‘Quiero, queda purificado’”. Así, resaltó,
“la lepra del pecado desaparece, volvemos a vivir con alegría nuestra relación
filial con Dio y quedamos plenamente reintegrado en la comunidad”.
Francisco destacó luego que hoy, en el día de la Virgen de
Lourdes y “con la mirada dirigida a la gruta de Massabielle, contemplamos a
Jesús como verdadero médico de los cuerpos y de las almas, que Dios Padre ha
enviado al mundo para curar a la humanidad, marcada por el pecado y por sus
consecuencias”. El Papa explicó que “la página del Evangelio de hoy nos
presenta la curación de un hombre enfermo de lepra, patología que en el Antiguo
Testamento se consideraba una grave impureza y que implicaba la marginación del
leproso de la comunidad”. “Su condición era realmente lamentable, porque la mentalidad
de aquel tiempo le hacía sentirse impuro ante Dios y ante los hombres. Por eso,
el leproso del Evangelio suplica a Jesús con estas palabras: ‘Si quieres,
puedes purificarme’”.
El Papa señaló que “al oír aquello, Jesús sintió compasión”.
En este sentido, invitó a “fijar la atención sobre esta resonancia interior de
Jesús, como hemos hecho durante el Jubileo de la Misericordia. No se entiende
la obra de Cristo, no se entiende a Cristo mismo, si no se entra en su corazón
rebosante de compasión y de misericordia”. Es esa compasión “la que lo lleva a
extender la mano sobre aquel hombre enfermo de lepra, a tocarlo, a decirle:
‘Quiero, queda purificado’. El hecho más impactante es que Jesús toca al
leproso, porque aquello estaba totalmente prohibido por la ley mosaica. Tocar a
un leproso significaba contagiarse también en el interior, en el espíritu, y,
por lo tanto, quedar impuro”. “Pero, en este caso, el influjo no va del leproso
a Jesús para transmitir el contagio, sino de Jesús al leproso para darle la
purificación. En esta curación admiramos, además de la compasión, la audacia de
Jesús, que no se preocupa no del contagio ni de las prescripciones, sino que se
mueve solo por su voluntad de liberar a aquel hombre de la maldición que lo
oprime”. Para concluir, Francisco hizo votos para que “por intercesión de la
Virgen María, nuestra Madre Inmaculada, pidamos al Señor, que ha llevado
también la salud a los enfermos, que sane nuestras heridas interiores con su
infinita misericordia, para que nos dé otra vez la esperanza y la paz del
corazón”. Fuente y redacción, Aciprensa.