2 de febrero 2018. El Papa Francisco recordó la importancia
que tienen para la Iglesia los consagrados y consagradas, que viven a
contracorriente en un mundo que “rechaza fácilmente la pobreza, la castidad y
la obediencia”. “Sois el amanecer de la Iglesia”, aseguró. El Santo Padre
ofreció esta enseñanza en la homilía de la Misa que presidió este viernes 2 de
febrero en la Basílica de San Pedro del Vaticano, con motivo de la Fiesta de la
Presentación del Señor y de la XXII Jornada
Mundial de la Vida Consagrada. A la
celebración, que comenzó con la bendición de las velas y la procesión solemne,
asistieron miembros de los Institutos de Vida Consagrada y de las Sociedades de
Vida Apostólica.
En su homilía, el Papa explicó que la Fiesta de la
Presentación del Señor, que conmemora la presentación de Jesús en el Templo de
Jerusalén, se celebra 40 días después de la Navidad, cuando, “entrando en el
Templo, va al encuentro de su pueblo”. Francisco señaló que “en el Oriente
cristiano, a esta fiesta se la llama precisamente la ‘Fiesta del encuentro’: es
el encuentro entre el Niño Dios, que trae novedad, y la humanidad que espera,
representada por los ancianos en el templo”.
Así, centró su reflexión en la importancia del encuentro y
de mantener la memoria. En concreto, reflexionó sobre el encuentro que se
produce en el Templo entre María y José, y Simeón y Ana. Una pareja joven y una
anciana. “Los ancianos reciben de los jóvenes, y los jóvenes de los ancianos.
María y José encuentran en el Templo las raíces del pueblo y esto es
importante, porque la promesa de Dios no se realiza individualmente y de una
sola vez, sino juntos y a lo largo de la historia”, señaló. Además, en el
Templo, María y José encontraron también “las raíces de la fe, porque la fe no
es una noción que se aprende en un libro, sino el arte de vivir con Dios, que
se consigue por la experiencia de quien nos ha precedido en el camino”.
De esa manera, “los dos jóvenes, encontrándose con los
ancianos, se encuentran a sí mismos. Y los dos ancianos, hacia el final de sus
días, reciben a Jesús, que es el sentido a sus vidas”. “En ese encuentro los
jóvenes descubren su misión y los ancianos realizan sus sueños. Y todo esto
porque en el centro del encuentro está Jesús”. Francisco se dirigió a los
consagrados y consagradas y les recordó que su vocación “comenzó gracias al
encuentro con el Señor. De un encuentro y de una llamada nació el camino de la
consagración”. “Es necesario hacer memoria de ello. Y si recordamos bien
veremos que en ese encuentro no estábamos solos con Jesús: estaba también el
pueblo de Dios, la Iglesia, jóvenes y ancianos, como en el Evangelio”, afirmó. El
Papa dijo que “cuando uno se encuentra en el Señor no tardan en llegar las
sorpresas de Dios. Para dejar que sucedan en la vida consagrada es bueno
recordar que no se puede renovar el encuentro con el Señor sin el otro: nunca
dejar atrás, nunca hacer descartes generacionales, sino acompañarse cada día,
con el Señor en el centro”. Ese encuentro entre jóvenes y ancianos también debe
darse en el interior de los Institutos de Vida Consagrada, porque “la juventud
de un instituto está en ir a las raíces, escuchando a los ancianos. No hay
futuro sin este encuentro”. “Si los jóvenes están llamados a abrir nuevas
puertas, los ancianos tienen las llaves”, insistió.
Francisco lamentó que “la vida frenética de hoy lleva a
cerrar muchas puertas al encuentro, a menudo por el miedo al otro. Que no sea
así en la vida consagrada: el hermano y la hermana que Dios me da son parte de
mi historia, son dones que hay que custodiar. No vaya a suceder que miremos más
la pantalla del teléfono que los ojos del hermano, o que nos fijemos más en
nuestros programas que en el Señor”. Señaló que “la vida consagrada nace y
renace del encuentro con Jesús tal como es: pobre, casto y obediente” y se
mueve por una doble vía, que es por un lado la iniciativa amorosa de Dios, y
por otro lado la respuesta de la persona, “que es de amor verdadero cuando se
da sin peros ni excusas”. “Mientras la vida del mundo trata de acumular, la
vida consagrada deja las riquezas que son pasajeras para abrazar a Aquel que
permanece”, afirmó.
Además dijo que “mientras la vida del mundo deja pronto con
las manos y el corazón vacíos, la vida según Jesús colma de paz hasta el
final”. El Papa también aseguró a los consagrados y consagradas que “tener al
Señor en las manos es el antídoto contra el misticismo aislado y el activismo
desenfrenado, porque el encuentro real con Jesús endereza tanto al devoto
sentimental como al frenético factótum”. “Vivir el encuentro con Jesús es
también el remedio para la parálisis de la normalidad, es abrirse a la
cotidiana agitación de la gracia. Dejarse encontrar por Jesús, ayudar a
encontrar a Jesús: este es el secreto para mantener viva la llama de la vida
espiritual. Es la manera de escapar a una vida asfixiada, dominada por los
lamentos, la amargura y las inevitables decepciones”.
Por último, el Santo Padre los animó a ir contracorriente,
como las mujeres que encontraron vacío el sepulcro de Jesús: “También vosotros
vais por el mundo a contracorriente: la vida del mundo rechaza fácilmente la
pobreza, la castidad y la obediencia. Pero, al igual que aquellas mujeres, vais
adelante, a pesar de la preocupación por las piedras pesadas que hay que
remover”. “Y al igual que aquellas mujeres, las primeras que encontraron al
Señor resucitado y vivo, os abrazáis a Él y lo anunciáis inmediatamente a los
hermanos, con los ojos que brillan de alegría. Sois por tanto el amanecer
perenne de la Iglesia”, concluyó. Fuente: Aciprensa.