23 de noviembre de 2018

¿EN QUÉ CONSISTE EL ADVIENTO?


23 de noviembre 2018. Adviento es ese tiempo que guarda en sí mismo dos dimensiones que lo caracterizan de cualquier otro evento litúrgico: Nos permite disponer el espíritu y el corazón para la celebración de la navidad, en la cual se conmemora la primera venida de Jesucristo. También  nos traslada a esa dimensión que aún no hemos vivido, como es la segunda venida de Cristo, ante esta realidad se provoca la expectativa del mundo creyente. La fusión de estas dos ideas es propiciar en el mundo cristiano la vivencia de la esperanza cristiana; la actitud evangélica recomendada es la fe y la vigilancia, es el hambre o la pobreza espiritual. 
Adviento propone vivir en su plenitud la dimensión de la conversión, la llegada de Jesús, su nacimiento para la humanidad, es motivo de cambio, de gozo, de ánimo espiritual, para comenzar una vida nueva.
            Los personajes centrales que propician el adviento son: Isaías, Juan el Bautista, María, Madre de Jesús, el Espíritu Santo, y san José.  Todos ellos en comunión con otros, vislumbran lo que va a acontecer y dejan ver claro las intenciones y los sentimientos de Dios Padre: Va a venir el Salvador, Aquel que le va a dar a la vida de hombres y mujeres una dimensión nueva según su Reino.

            El profeta Isaías, devenga una importancia suma ante la llegada de Cristo. La Iglesia propone la reflexión sobre esta profecía, justamente antes de la celebración del nacimiento del Señor.  En la Sagrada Biblia, Isaías aparece como el testigo de la santidad de Dios (785-700 a.C), la experiencia de este hombre está ligada a una experiencia extraordinaria de la santidad de Dios, la fuerza de su mensaje está en el deseo de que todos los que lo escuchen puedan creer en el Dios Santo.  En Isaías se encuentra los anuncios de la venida de Jesús, por ejemplo, lo denomina el “Emmanuel”; presenta a Dios como Aquel que libera de la esclavitud, Él es el Señor de la historia, el que nos ama con un corazón de madre.  Hay textos bíblicos que expresan con mucha exactitud la visión que tenía este profeta sobre la persona del Hijo de Dios, hecho hombre: por ejemplo “He aquí que una doncella está en cinta y va a dar a luz un Hijo y le pondrá por nombre –Emmanuel- (7,14b)  “Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado, estará el señorío sobre su nombre y se llamará –maravilla del consejero-”. “Saldrá un vástago del tronco de Jesé y un retoño de sus raíces brotará, reposará sobre El, el Espíritu del Señor… juzgará con justicia a los débiles y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra” (11,1-4).

            Dentro del grupo de profetas que vivieron esa historia de Israel, Isaías es quien se destacó como aquel que preanuncio la venida de Cristo, de una forma tan perfecta, que al leer sus escritos a uno le parece que este hombre contempló directamente a Jesucristo, teniendo en cuenta que sus anuncios vienen del año 700 a.C.  “Isaías es el profeta que nos refiere las cosas más sublimes del Salvador que está por nacer. Él es también quien nos da la visión más completa y profunda de Cristo; su nacimiento, su sufrimiento y su triunfo en el  Misterio Pascual.  Predica la luz que traerá el Emmanuel.  En los capítulos 7-11 del profeta, encontramos el –libro de Emmanuel- allí están contenidas las grandes profecías sobre ese niño que va a nacer.  El profeta es el primer rayo de luz que anuncia al mundo envuelto en tinieblas la llegada del sol de justicia –Jesucristo-” (Navidad es luz, Santiago Uribe)

            UN POCO DE HISTORIA: La palabra “adviento” -adventus, advenimiento- comenzó aplicándose a su propio significado: venida, llegada, sin ninguna referencia expresa al tiempo anterior de preparación. Es un término adoptado de los acontecimientos paganos para los que se utilizaba hasta entonces: el adviento de una divinidad o el emperador.

La Iglesia cristianizó dicho nombre y lo aplicó  la venida de Cristo, el Señor, en la doble vertiente temporal y escatológica. Esto sucedía en el siglo IV, en el que hasta en entonces, durante toda la época primera, la atención, el culto y la vivencia cristiana se había centrado en único punto: la pascua.

El ¡Ven Señor Jesús! (Ap. 22, 17.20), que después se convirtió en la advocación característica del adviento, formaba parte importante de la espiritualidad cristiana bebida en aquellas celebraciones pascuales que se prolongaban durante toda la noche de la vigilia pascual en lo que, antes de apuntar el alba, se recordaba la segunda y definitiva venida de Cristo, nuevo sol sin ocaso que vencerá para siempre las sombras. Es precisamente este simbolismo de la nueva luz y el nuevo sol, que es Cristo el que determinó con toda probabilidad la aparición de nuestro adviento.

Evolución:
a) El adviento como tiempo de preparación (finales del S. IV y durante el V) era de tres semanas. La oración y la ascesis ocupan parte destacada de este tiempo.

b) La doble espera: Una dimensión fundamental se introduce en el adviento o preparación casi desde sus orígenes: la de la espera. Y esta es su doble vertiente: natalicia y escatológica, de Cristo que viene y del que vendrá. Es decir, la espera gozosa de la venida de Navidad apunta justamente a la venida del Señor al final de los tiempos. El adviento cristiano se convierte así en la espera de alguien, Jesucristo, que reconforta con su venida nuestra  esperanza, y la mantiene viva y expectante hasta su vuelta definitiva. Es la tensión cristiana característica y peculiar del ya sí pero todavía no.

La dinámica del adviento se convirtió en la dinámica de la historia: el camino hacia la transformación total del mundo y de toda la creación hasta la manifestación definitiva de Dios y la recapitulación de todo en Cristo.

c) Restricción del significado del adviento: el adviento con este contenido no duró demasiado tiempo. En el siglo XI se reduce paulatinamente hasta quedar limitado a la sola vertiente sentimental  de preparar el nacimiento del niño de Belén. Y así permaneció prácticamente hasta el concilio vaticano II.

d) El vaticano II: ha devuelto el sentido primitivo del adviento: El adviento es como la historia misma, como la vida misma; * Es memorial del pasado, * Es misterio celebrado en el presente (encarnación y nacimiento en el hoy y ahora), *Es proyección comprometida hacia la anticipación esperanzada y gozosa del futuro.

Hemos de distinguir en el adviento una doble perspectiva: una exis-tencial y otra cultual o litúrgica:

a) Existencial: El grito del Bautista “preparad los caminos del Señor” se traduce en una constante invitación a la vigilancia, porque el Señor vendrá cuando menos lo pensamos. En la medida en que nuestra conciencia de pecado es más intensa y nuestros límites e indigencia se hacen patentes ante nuestros ojos, más ferviente es nuestra esperanza y más ansioso se manifiesta nuestro deseo por la vuelta del Señor. Sólo él nos puede librar de nuestra miseria.

La invitación del Batista a preparar los caminos del Señor nos estimula a realizar una espera activa y eficaz. No esperamos la Parusía con los brazos cruzados. Es preciso poner en juego todos nuestros modestos recursos para preparar la venida del Señor.

ACTITUDES CONCRETAS PARA VIVIR EL ADVIENTO

DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS   13, 33-37
            En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente  y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos. Velad.     Palabra del Señor.


DEL SANTO EVANGELIO  SEGÚN SAN MARCOS.  1, 1-8
            Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías: Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos. Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y El los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo. Palabra del Señor. 


DEL SANTO EVANGELIO  SEGÚN SAN JUAN.  1, 6-8.19-28
            Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: tú quién eres? El confesó sin reservas: Yo no soy el Mesías. Le preguntaron: entonces, qué, eres tú Elías? Él dijo: No lo soy. Eres tú el profeta? Respondió: No. Y le dijeron: Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, qué dices de ti mismo? Él contestó: Yo soy la voz que grita en el desierto. Allanad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías. Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: entonces, por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta? Juan les respondió: Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia. Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando. Palabra del Señor.


DEL SANTO EVANGELIO  SEGÚN SAN LUCAS.  1, 26-38
            En aquel tiempo, el Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la Virgen se llamaba María. El Ángel entrando en su presencia, dijo: Alégrate llena de Gracia el Señor está contigo. Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El Ángel le dijo: No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús.
Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Y María dijo al Ángel: cómo será eso, pues no conozco varón? El Ángel le contestó: el Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible. María contestó: Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu Palabra. Y la dejó el Ángel. Palabra del Señor.