10 de julio 2019. Cartilla moral e Iglesias. + Felipe
Arizmendi Esquivel. Obispo Emérito de San Cristóbal de Las Casas (México). Un
grupo de denominaciones protestantes está colaborando en la distribución de un
folleto titulado “Cartilla Moral”, obra original de Alfonso Reyes (1889-1959),
adaptada por José Luis Martínez, editada por vez primera en 1952, reimpresa por
la Secretaría de Educación Pública en 1992 y en 2018. Ahora trae una presentación de nuestro actual Presidente, quien la
recomienda como parte del proceso que desea seguir para llegar a la elaboración
de una “Constitución Moral”, pues sostiene, con razón, que su Cuarta
Transformación requiere una educación moral de la ciudadanía. Es decir, que no bastan leyes para reformar la educación
pública, la economía, la seguridad nacional, la política, para combatir la
corrupción, para dar prioridad a los pobres y que haya equidad, para lograr
respeto a la pluralidad y a la diversidad,
si no hay un cambio en las
conciencias, si no hay valores culturales, morales y espirituales, si no hay
una base moral que nos lleve a nuevas actitudes personales y comunitarias. En
esto, estamos muy de acuerdo. Esto no es contrario al Estado laico, pues no se
trata de impulsar una religión, sino de cimentar los cambios necesarios en
principios de moral natural, de una ética humana, fruto de la experiencia
secular de la humanidad, para convivir en paz y en justicia.
La Cartilla moral no
es un documento propio de una religión, sino una serie de principios que,
si se ponen en práctica, ayudan a vivir en paz social. Estos son los temas que
aborda: La moral y el bien; el hombre se
educa para el bien; cuerpo y alma; civilización y cultura; los respetos
morales; respeto a nuestra persona; la familia; la sociedad; la ley y el
derecho; la patria; la sociedad humana; la naturaleza y el valor moral. En
ninguna parte hace campaña de una determinada religión; son sólo principios valederos
para toda persona, creyente y no creyente. No teman, pues los laicistas a
ultranza.
Entonces, si es un buen aporte a la sociedad, ¿por qué la
mayoría de protestantes y el episcopado mexicano no lo han asumido y no lo
difunden? Por dos razones: Porque la Sagrada Escritura, en particular el Nuevo
Testamento, que nosotros predicamos, tienen eso y muchísimo más, pues la fe no se reduce a una moral, sino
que es el encuentro experiencial con Jesucristo vivo, encarnación del amor
misericordioso del Padre; tenemos los sacramentos, fuente de vida no sólo recta
y honrada, sino santa, si es que se viven como debe ser. Y, además, porque no se puede utilizar la religión para
apoyar un partido político, aunque sea el gobernante. Usar la religión para
un proyecto político, aunque sea bueno, es
poner a Dios al servicio del césar reinante, y eso de ninguna manera es
moralmente aceptable. Con todo, no reprobamos la buena intención de nuestro
presidente, de insistir en que el cambio del país depende, en el fondo, de la
conversión de las mentes y de los comportamientos.
PENSAR
El Papa Francisco, en su visita a México, dijo en Palacio
Nacional, el 13 de febrero de 2016: “Un futuro esperanzador se forja en un
presente de hombres y mujeres justos, honestos, capaces de empeñarse en el
bien común. La experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos
pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se
vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión
de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas,
el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo.
A los dirigentes de la vida social, cultural y política,
les corresponde de modo especial trabajar para ofrecer a todos los ciudadanos
la oportunidad de ser dignos actores de su propio destino, en su familia y en
todos los círculos en los que se desarrolla la sociabilidad humana,
ayudándoles a un acceso efectivo a los bienes materiales y espirituales
indispensables: vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real,
seguridad efectiva, un ambiente sano y de paz.
Esto no es sólo un asunto de leyes que requieran de
actualizaciones y mejoras —siempre necesarias—, sino de una urgente formación
de la responsabilidad personal de cada uno, con pleno respeto del otro como
corresponsable en la causa común de promover el desarrollo nacional.
Le aseguro, señor Presidente, que, en este esfuerzo, el
Gobierno mexicano puede contar con la colaboración de la Iglesia católica,
que ha acompañado la vida de esta Nación y que renueva su compromiso y
voluntad de servicio a la gran causa del hombre: la edificación de la
civilización del amor”.
ACTUAR
Colaboremos en la renovación moral de nuestra sociedad, cada
quien desde su creencia o su increencia, porque en ello nos juzgamos la paz que
tanto anhelamos, pero no usemos la
religión al servicio de una política partidista. Fuente: Zenit org.