Evangelio
para el domingo 28 de julio 2019. « °°° Estaba Jesús orando en algún lugar, y
al terminar, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar como les
enseñó Juan el Bautista a sus discípulos.» Él les dijo: cuando oréis, decid:
Padre, santificado sea tu nombre; ven a reinar; danos cada día nuestro pan del
mañana; perdónanos nuestros pecados, que también nosotros perdonamos a todos
los que nos ofenden, y no nos dejes caer en la tentación.» Lucas 11, 1-13. El Maestro enseña que nuestra oración debe ir
acompañada por la calidad ética de nuestra vida. No se entiende una oración sin
una intención. La oración necesariamente implica la conversión personal.
El
Evangelio del Reino proclama la oración del encuentro, oración de la
contemplación, oración del amor y de la misericordia de Dios. El estilo del
Padre Nuestro no se compara con ningún otro esquema. Precisamente es la oración
que busca la perfección del hombre, no se queda en el enunciado, no es una
utopía, es el contenido en su esencia de la relación tan propia entre Dios y el
hombre, entre el hombre y su compromiso social cristiano.
Hay
tantas formas de entrar en el campo de la oración, que quisiéramos que nos
dieran una buena fórmula para poder ser personas de oración. La Sagrada Biblia
enseña que si nosotros tenemos tantas debilidades y pecados, sin embargo
sabemos darle cosas buenas a los demás, cuánto más Dios nos podrá ofrecer si
sabemos pedirle con fe y amor lo que queremos ser. (cf. Lucas 11,13). Empecemos
por convertirnos a Dios y así con el tiempo le vamos a encontrar el gusto, el
sabor, el poder y el milagro transformante de la oración.
Dos
maestros en la historia de la salvación, se convierten en modelos de una
excelente persona de oración: Abraham y Jesús de Nazareth. Para el Patriarca,
Dios es el absolutamente trascendente y a la vez el más cercano. Es tanto así,
que las necesidades de las demás personas, deberían ser tema de nuestro
coloquio con Dios. (cf. Génesis 18, 20-32).
Con la oración nunca se debe intentar cambiar la voluntad de Dios para
adecuarla a nuestros caprichos, sino dejar que Él sea Dios. El Nazareno centra
su oración, en la contemplación y la acción. No existe ninguna decisión que no
esté acompañada por la oración. “Padre,
en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23,46). El Papa Francisco afirmaba
en su catequesis: “La oración es el ‘pulmón’ que da respiro a los discípulos de
todos los tiempos”. Cuida tu salud: San
Gregorio Nacianceno decía: “Es necesario acordarse de Dios más a menudo que de
respirar”. Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.