22 de julio 2019. La
primera mujer que vio a Cristo resucitado.
Santa María Magdalena es una de las discípulas más fieles y que el Señor
escogió para ser testigo de su resurrección ante los apóstoles, asimismo es
ejemplo para toda mujer de la Iglesia y de auténtica evangelizadora, es decir,
de una evangelizadora que anuncia el mensaje gozoso central de la Pascua.
El 10 de junio del 2016 el Cardenal Robert Sarah, Prefecto
de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos en
el Vaticano, emitió un decreto en el que, siguiendo la voluntad del Papa
Francisco, se estableció que la memoria litúrgica de Santa María Magdalena se
eleve al rango de fiesta.
En referencia a ella, Benedicto XVI expresó en el 2006 que
“la historia de María de Magdala recuerda a todos una verdad fundamental:
discípulo de Cristo es quien, en la experiencia de la debilidad humana, ha
tenido la humildad de pedirle ayuda, ha sido curado por él, y le ha seguido de
cerca, convirtiéndose en testigo de la potencia de su amor misericordioso, que
es más fuerte que el pecado y la muerte”.
En los Evangelios se
habla de María Magdalena, la pecadora (Lucas. 7, 37-50); María Magdalena, una
de las mujeres que seguían al Señor (Juan. 20, 10-18) y María de Betania, la
hermana de Lázaro (Lucas. 10, 38-42). La liturgia romana identifica a las tres
mujeres con el nombre de María Magdalena, como lo hace la antigua tradición
occidental desde la época de San Gregorio Magno.
María Magdalena siguió a Jesús hasta el Calvario y estuvo
ante el cuerpo yacente del Señor. El domingo de Resurrección fue la primera que
vio a Cristo resucitado y tuvo el honor de ser enviada por el Señor a anunciar
esta buena noticia a los discípulos.
Oración
Señor, Dios nuestro, Cristo, tu unigénito, confió, antes que
a nadie, a María Magdalena la misión de anunciar a los suyos la alegría
pascual; concédenos a nosotros, por la intercesión y el ejemplo de aquella cuya
fiesta celebramos, anunciar siempre a Cristo resucitado y verle un día glorioso
en el reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo. Fuente: Aciprensa.
SANTA MARÍA MAGDALENA. Fuente: Enciclopedia católica Online.
María Magdalena fue así llamada ya sea por Magdala, cerca de
Tiberías, en la costa oeste de Galilea, o posiblemente por una expresión
Talmúdica que significa “cabello crespo de mujer”, aunque el Talmud la describe
como una adúltera.
En el Nuevo Testamento, ella es mencionada entre las mujeres que acompañaron y
siguieron a Cristo (Lucas 8, 2-3) donde también se dice que habían sido
echados fuera de ella siete demonios (Marcos 16, 9). Ella es la segunda persona nombrada a los pies de la
cruz (Mc 15,40; Mt 27,56; Jn 19,25; Lc 23,49.) Ella vio a Cristo yaciendo
en su tumba y fue la primera testigo reconocida de la Resurrección.
Como un todo, los Padres Griegos distinguieron tres
personas: la “pecadora” de Lucas 7,36-50; la hermana de Marta y Lázaro, Lc
10,38-42 y Jn 11; y a María Magdalena.
Por otro lado, la mayoría de los Latinos sostuvieron que
estas tres personas fueron una y la misma. Los críticos Protestantes, sin
embargo, creen que eran dos, y tal vez tres personas distintas. Es imposible demostrar la identidad de las
tres; pero aquellos comentaristas sin lugar a dudas fueron demasiado lejos
al aseverar, como lo hizo Wescott (en Juan 11,1) “que la identidad de María con
María Magdalena es una mera conjetura sin apoyo en evidencia directa alguna y
opuesta al tenor general de los Evangelios”. Es la identificación de María de
Betania con la “pecadora” de Lucas 7,37 la cual es la más combatida por los
Protestantes. Pareciera como su esta renuencia a identificar a “la pecadora”
con la hermana de Marta se deba a una falla por entender el significado total
del perdón del pecado. Las tendencias con intención de armonizar entre tantos
críticos modernos, también, son responsables por mucha de la confusión
existente.
El primer hecho, mencionado en el Evangelio en relación al
tema bajo discusión es la unción de los pies de Cristo, por una mujer, una
“pecadora” en la ciudad (Lucas 7, 37-50). Esto pertenece al ministerio Galileo,
precede al milagro de la alimentación de los cinco mil y la tercera Pascua.
Inmediatamente después, San Lucas describe un circuito misionero en la Galilea
y nos cuenta de una mujer que siguió a Cristo entre ellos siendo “María la
llamada Magdalena, de quien fueron exorcizados siete demonios” (Lucas 8, 2);
pero no nos dice que es con ella con quien se identifica “la pecadora” del
capítulo anterior. En 10.38-42, nos cuenta de la visita de Cristo a Marta y
María “en cierto pueblo”; es imposible identificar el pueblo, pero queda claro
en ix, 53 que Cristo había definitivamente dejado Galilea y es bastante posible
que este “pueblo” fuera Betania. Esto parece confirmado por la parábola
precedente del buen samaritano, la cual casi con certeza fue dicha en el camino
entre Jericó y Jerusalén.
Pero aquí nuevamente notamos que nada sugiere una identificación de las tres personas (La
“pecadora”, María Magdalena y María de Betania) y si solo tenemos a San Lucas
para que nos guíe, ciertamente no tenemos fundamentos para identificarlas. San Juan, sin embargo, claramente
identifica María de Betania con la mujer que ungió los pies de Cristo (12;
cf. Mt 26 y Mc 14). Es notable que ya en el 11,.2, San Juan haya hablado de
María como “aquella que ungió los pies del Señor” he aleipsasa; Comúnmente se
dice que él se refería a la consecuente unción descrita por él mismo en 12:3-8;
aunque puede ser cuestionado si hubiese usado la palabra he aleipsasa si
hubiese sido otra mujer, y no la “pecadora” de la ciudad. Es concebible que San
Juan, sólo porque escribió mucho tiempo después de los eventos y en un tiempo
cuando María estaba muerta, que desee apuntarnos que ella era realmente la
misma conocida como la “pecadora”. Del mismo modo, San Lucas pudo haber
revelado su identidad precisamente porque no deseaba difamar a alguien aún
vivo; ciertamente ocurre algo similar en el caso de San Mateo, ( 5,7) quien
oculta su identidad con Leví, el publicano.
Si el argumento anterior se mantiene correcto, María de Betania y la “pecadora” son una y
la misma persona con María Magdalena. Con San Juan aprendimos el nombre de la
“mujer” que ungió los pies de Cristo previo a la última Cena. Podemos notar
aquí que parece innecesario mantener esto porque San Mateo y San marcos dijeron
“dos días antes de la Pascua” mientras que San Juan dice “seis días”, hay por
lo tanto, dos distintas unciones una tras la otra. San Juan no necesariamente
quiere decir que la Cena y la unción tuvieron lugar seis días antes, sino que
Cristo llegó a Betania seis días antes de la Pascua. Entonces, en aquella Cena,
María recibió el glorioso encomio “ella ha realizado una buena obra en Mi...al
ungir Mi cuerpo para mi entierro...donde sea que este Evangelio sea
predicado...que también lo que ella ha hecho por mi sea relatado en memoria de
ella”. Considerando todo esto, ¿es creíble que esta María no tuviera lugar a
los pies de la Cruz, como tampoco en la tumba de Cristo? Sin embargo, es María
Magdalena quien, de acuerdo a todos los Evangelistas, estuvo a los pies de la
cruz y asistió en el funeral y fue la primera testigo registrada de la
Resurrección. Y mientras San Juan la llama “María Magdalena” en 19:25; 20:1 y
en 20:18, la llama simplemente “María” en 20:11 y 20:16.
Bajo de visión de lo que hemos defendido, la serie de
eventos constituyen un todo consistente; la “pecadora” aparece temprano en el
ministerio buscando el perdón; ella es descrita inmediatamente después como
María Magdalena “mujer de la cual salieron siete demonios”; poco después, la
encontramos “sentada a los pies del Señor y escuchando Sus palabras”. Para la
mente Católica todo parece natural y apropiado. En un período posterior María y
Marta se vuelven a Cristo, el Hijo del Dios Viviente” y Él les devuelve a su
hermano Lázaro; poco tiempo después, lo invitan a cenar y María nuevamente
repite el acto que había realizado como penitente. En la Pasión, ella está a su
lado; ella lo ve yaciendo en la tumba; y es la primera testigo de Su
Resurrección – a excepción de siempre Su Madre a quien Él debió necesitar que
apareciera primero, aunque el Nuevo Testamento es silencioso en este punto. En
nuestra visión, entonces, hubieron dos unciones a los pies de Cristo –
seguramente no hubo dificultad cuando San Mateo y San Marcos hablaron de su
cabeza- el primero (Lucas 7) ocurrió en una fecha comparativamente temprana; la
segunda, dos días antes de la última Pascua. Pero era una y la misma mujer que
realizó este pío acto en cada ocasión. Fuente: Enciclopedia católica Online.