19 de julio 2019. Monseñor. Braulio Rodríguez Plaza.
Diócesis de Toledo, España. Hay una nueva cultura, muchas culturas o
apariencias de ella, en la sociedad en la que vivimos. Ya sabemos que es
necesario el pluralismo porque muchas de estas “culturas” aparecen además como
una nueva religión. Son muy activas y quieren en muchas ocasiones afirmar que
la Iglesia católica se ha convertido en enemiga, en todo caso opuesta, del
mundo y de la vida. Pero, sobre todo, aparecen estas culturas tantas veces como
cántico al amor y a la belleza, a la juventud, al sexo libre, a la ideología de
género (que no es, desde luego, igualdad entre los sexos), abiertas a las
delicias del placer y a los deleites refinados. Y con otro rasgo: los que
piensan así se extrañan de que este “su credo” no nos resulte aceptable a los
católicos.
Ciertamente el programa de esta nueva cultura neopagana es
atrayente: amar la vida, gozar del
cuerpo y de la belleza del mundo, desarrollar la inteligencia y la
sensibilidad, crítica de situaciones. Perfecto. ¿Hay quién dé más? Pero
ocurre, no pocas veces, que estas maneras de ver el mundo y nuestra sociedad
lanzan acusaciones inaceptables hacia la fe o la Iglesia católica, que tiene
muy poco de objetivas.
No se trata de defender aquí que los hijos de la Iglesia
hacen todo perfecto, no pecan nunca y no haya conductas que rechazar con toda
la fuerza de la que seamos capaces: conductas como la pederastia en algunos
sacerdotes o personas vinculadas a las instituciones eclesiales.
Todos sabemos el tremendo revulsivo que ha supuesto en la
Iglesia católica la inaceptable pederastia de sacerdotes y cómo cortar
radicalmente esta lacra que, por cierto, tienen toda la sociedad española y
europea, no sólo unos clérigos, y en estos en unas proporciones cuyos
porcentajes de condenas por el juez están ahí y pueden ser consultados por
todos. Por ello, resulta insultante la grotesca exposición que se desarrolla
actualmente en la ciudad de Toledo, y cuyos “argumentos” son de este tono:
“Quien se dice llamar santa madre iglesia no cuida de sus hijos, y ampara
abusos y violaciones a niños tanto por parte de obispos, cardenales e incluso
papas”. O este otro: la Iglesia española “es una garrapata aún más grande que
el perro Estado del que sigue chupando sin parar, y en el que sus clérigos
ejercen derecho de pernada sobre niños de sus feligresías, cual auténticos
señores feudales, sin que el resto de cristianos decentes ni la sociedad en
general reacciones contra ellos con la contundencia debida”.
Yo quisiera
distinguir entre quienes no pertenecen a la Iglesia o están alejados de ella,
pues nada o muy poco comparten con ella dentro del respeto normal en una
sociedad plural, y quieres exhiben esta serie de insultos impresentables sin
pruebas. A los primeros los respeto; a los segundos, tengo que decir
sencillamente que se insultan a sí mismos, por mucho que crean que están en
primera línea de pensamiento crítico. No lo demuestran.
Nosotros, los católicos y, entre ellos los sacerdotes y
obispos, somos pecadores y muchas veces nos quedamos en los amores pequeños y
egoístas, pero ni yo, obispo de Toledo, soy un “obispóptero”, lleno de lujuria,
ni los sacerdotes toledanos, de los que soy responsable, son lo que dice
semejante exposición en un ¡Círculo de Arte! La pederastia es problema de toda
la sociedad española y sabemos en qué ámbitos abunda más: familia, centros
deportivos y otros. El porcentaje de los que han abusado de menores es tan bajo
respecto a toda la población española, que es un insulto a la inteligencia
hacer afirmaciones que no son verdad, aunque haya sacerdotes pederastas, sí,
pero en un nivel tan bajo respecto a la población española. No es en absoluto admisible la pederastia,
tampoco la que haya cometido algunos sacerdotes, si está probado, pero tampoco
condenar si tener seguridad y dejándose llevar de tópicos o lo que inventan
determinados medios de comunicación.
Nosotros podemos aguantar insultos, calumnias hasta límites
insospechados; también sabemos perdonar y no queremos reaccionar histéricamente
con violencia, cuando, si esos insultos fueran dirigidos contra otra religión,
tal vez se daría otro tipo de contestación. Lo estamos demostrando en tantos
países donde los cristianos son perseguidos sólo por ser cristianos.
Utilizando, además, para esas exhibiciones un antiguo templo. Nada de esto
tiene que ver con la libertad de expresión y si con la responsabilidad en lo
que se dice y acusa. También de esa responsabilidad participa el actual
propietario del inmueble. Fuente: religión en libertad. Org. Publicado en el
portal de la Archidiócesis de Toledo.