Evangelio
para el domingo 4 de agosto 2019. « °°° Dios le dijo: Insensato: esta misma
noche perderás la vida. Y todo lo que habías amontonado, ¿para quién será? Así
pasa con el que acumula bienes para sí mismo pero no los atesora en el cielo,
junto a Dios. (Lucas 12, 13-21). El mundo necesita razones para poder vivir el
Evangelio de Dios en toda su plenitud. Es urgente que aprendamos a ser ricos
delante de Dios; la pobreza evangélica es una gran propuesta bíblica; porque
ella es una virtud y una Gracia de Dios para todos aquellos que deseen vivir
según su Reino. El apóstol san Pablo advierte: “La codicia es la raíz de todos
los males” (1 Timoteo 6,10).
Vanidad de Vanidades, todo es vanidad.
(Eclesiastés 12,8), dice el mensajero de la Palabra. Tiene toda la razón. Todas
las cosas, son absolutamente vana ilusión; porque se interpone el egoísmo, el
orgullo, la egolatría, la auto-suficiencia, la tentación del tener, la ambición
del poder, descartar a los demás, humillar a las personas, etc. El exceso de
dinero no está acompañado, necesariamente de la felicidad. Se puede perder toda
dignidad personal si nos dejamos corromper por el ídolo del dinero, del placer
y del poder. Quien no aprende a compartir es incapaz de amar. La solución no se
deja esperar: la tiene el Hijo de Dios: “Insensato: esta misma noche perderás
la vida” (Lucas 12,21).
El punto que nos interesa resolver
es saber, en qué consiste la pobreza, de qué se trata la pobreza, cómo se puede
vivir la pobreza en un mundo actual que ofrece tantas tentaciones, tantas
comodidades, tantas oportunidades. Detengamos nuestro pensamiento en la
consigna del Evangelio: “Guardaos de toda codicia, aunque uno ande sobrado, su
vida no depende de sus bienes”. (Lucas 12,15).
La
pobreza se convierte en un don del espíritu, evita la codicia, propicia la
generosidad, abre el ambiente para el compartir con los demás, participa a los
otros de su propia riqueza. El pobre en la Biblia es aquel que tiene mucho para
ofrecerle a los demás, es ese tipo de persona que aprendió a liberar a su
espíritu, no se deja atrapar fácilmente de los bienes materiales, no lo perturba
las tentaciones del mundo, le preocupa vivir cada día en su plenitud. Su
pobreza es más ganancia que pérdida. “No se le puede servir a Dios y al dinero
a la vez” (Mateo 6, 24). El Papa Francisco en el rezo del Ángelus Regina Coeli,
advierte de los peligros, al dialogar con el diablo: “El tentador propone
grandes triunfos: la codicia de posesiones, la gloria humana, la instrumentalización
de Dios. Son tres caminos que nos perderán”. Cuida tu salud: “Cuanto menos
poseemos, más podemos dar”. Santa Teresa de Calculta. Padre, Jairo Yate
Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.