24 de abril 2020. “El
poder del pastor es el servicio.” Homilía del Papa Francisco, viernes segunda
semana de pascua. Hermanos y Hermanas: Esta frase de este pasaje nos hace
pensar: «Decía esto para ponerlo a prueba. Sabía lo que iba a hacer». (cf. Juan 6, 1-15) Esto es lo que Jesús tenía
en mente cuando dijo, « ¿Dónde podemos comprar pan para que puedan comer?».
Pero lo decía para ponerlo a prueba. Él lo sabía. Aquí se puede ver la actitud
de Jesús con los apóstoles. Continuamente los ponía a prueba para enseñarles, y
cuando estaban fuera de los límites y fuera de esa función que tenían que hacer,
los detenía y les enseñaba.
El Evangelio está
lleno de estos gestos de Jesús para
hacer crecer a sus discípulos hasta convertirse en pastores del pueblo de Dios,
en este caso Obispos, pastores del pueblo de Dios. Y una de las cosas que Jesús
más amaba era estar con la multitud porque esto también es un símbolo de la
universalidad de la redención.
Y una de las cosas que más les disgustaba a los
apóstoles era la multitud, porque les gustaba estar cerca del Señor, sentir al
Señor, escuchar todo lo que el Señor decía. Ese día fueron allí para tener un
día de descanso – las otras versiones en los otros Evangelios dicen, porque los
cuatro están hablando de ello… tal vez hay dos multiplicaciones de panes – y
vinieron de una misión y el Señor dijo: «Vamos a ir a descansar un poco». Y
fueron allí y la gente se dio cuenta de dónde iban junto al mar, y dieron
vueltas y los esperaron allí. Y los discípulos no estaban contentos porque la
gente había arruinado la «pasquetta», no podían tener esta fiesta con el Señor.
A pesar de esto, Jesús comenzó a enseñar, ellos escuchaban, luego hablaban
entre ellos y las horas pasaban, las horas, Jesús hablaba y la gente estaba
feliz. Y ellos decían: «Nuestra fiesta está arruinada, nuestro descanso está
arruinado».
Pero el Señor buscaba la cercanía con el pueblo
y buscaba formar los corazones de los pastores a la cercanía con el pueblo de
Dios para servirles. Y ellos, se entiende esto, fueron elegidos y se
sintieron un poco como un círculo privilegiado, una clase privilegiada, «una
aristocracia», por así decirlo, cerca del Señor, y muchas veces el Señor hizo
gestos para corregirlos. Por ejemplo, pensamos con los niños. Ellos cuidaban al
Señor: «No, no, no, no acerquen a los niños que molestan, molestan… No, los
niños con sus padres». ¿Y Jesús? «Que vengan los niños». Y no lo entendieron.
Después lo entendieron. Luego pienso en el camino a Jericó, ese otro que
gritaba: «Jesús, hijo de David, ten piedad de mí». Y estos: «Pero cállate
mientras el Señor pasa, no lo molestes». Y Jesús dice: « ¿Pero quién es ese?
Que venga». Otra vez el Señor. Y así les enseñaba esa cercanía con el pueblo de
Dios.
Es cierto que el pueblo de Dios cansa al
pastor, cansa: cuando hay un buen pastor las cosas se multiplican, porque la
gente siempre va al buen pastor por una razón, por otra. Una vez, un gran pastor de un barrio sencillo y humilde de
la diócesis… tenía la rectoría como una casa normal y la gente llamaba a la
puerta o a la ventana, porque a cada hora… y una vez me dijo: «Pero me gustaría
amurallar la puerta y la ventana para que me dejaran descansar». Pero se dio
cuenta de que era un pastor y tenía que estar con la gente. Y Jesús forma,
enseña a los discípulos, a los apóstoles, esta actitud pastoral que es la
cercanía al pueblo de Dios.
Y el pueblo de Dios
cansa, porque siempre nos piden cosas concretas, siempre te piden algo
concreto, quizás equivocado pero te piden cosas concretas. Y el pastor debe
ocuparse de estas cosas. La versión de los otros evangelistas cuando muestran a
Jesús que las horas han pasado y la gente tiene que irse porque estaba
oscureciendo y dicen: «Pero despide a la gente para que se pueda ir a comprar
algo de comer», justo en el momento de la oscuridad, cuando estaba
oscureciendo… ¿Pero qué tenían en mente? Al menos para tener una pequeña fiesta
entre ellos, ese egoísmo no tan malo, pero se entiende, para estar con el
pastor, para estar con Jesús que es el gran pastor, y Jesús responde, para
ponerlos a prueba: «Denles ustedes de comer». Y esto es lo que Jesús dice hoy a
todos los pastores: «Denles ustedes de comer». « ¿Están angustiados? Denles
ustedes consolación. ¿Están perdidos? Denles ustedes una salida. ¿Están
equivocados? Denles ustedes algo para que resuelvan sus problemas… Denles… Y el
pobre apóstol siente que debe dar, dar, dar, pero ¿de quién recibe? Jesús nos
enseña, de la misma (persona) que Jesús recibió.
Después de esto, se
despide de los apóstoles y va a rezar, del Padre, la oración. Esta doble
cercanía del pastor es lo que Jesús trata de ayudar a los apóstoles a entender
para que se conviertan en grandes pastores. Pero muchas veces la multitud se
equivoca y aquí se ha equivocado. «Entonces el pueblo, al ver la señal que
había hecho, dijo: ‘¡Este es en verdad el profeta, el que tenía que venir al
mundo! Pero Jesús, sabiendo que venían a tomarlo para hacerlo rey, se retiró de
nuevo». Tal vez – el Evangelio no lo dice – algunos de los apóstoles le habrían
dicho: «Pero Señor, aprovechemos esto y tomemos el poder». Otra tentación. Y
Jesús le muestra que ese no es el camino.
El poder del pastor es el servicio, no tiene
otro poder, y cuando se equivoca en otro poder arruina su vocación y se
convierte, no sé, en gerente de empresas pastorales pero no en pastor. La estructura no hace la pastoral: el
corazón del pastor es lo que hace el trabajo pastoral. Y el corazón de pastor
es lo que Jesús nos está enseñando ahora. Pidamos hoy al Señor por los pastores
de la Iglesia para que el Señor les hable siempre, porque los ama mucho: nos
hable siempre, nos diga cómo son las cosas, nos explique y sobre todo nos enseñe
a no temer al pueblo de Dios, a no tener miedo de estar cerca de él.
Comunión espiritual,
adoración y bendición Eucarística
Finalmente, el Papa
terminó la celebración con la adoración y la bendición Eucarística, invitando a
todos a realizar la comunión espiritual con esta oración:
“Creo, Jesús mío,
que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre
todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como ahora no puedo
recibirte sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si
ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que
jamás me separe de Ti. Amén”.
Antes de salir de la
capilla dedicada al Espíritu Santo, se entonó la antífona mariana que se canta
en el tiempo pascual, el Regina Coeli. Regína caeli laetáre, allelúia. Quia quem
merúisti portáre, allelúia. Resurréxit, sicut dixit, allelúia. Ora pro nobis
Deum, allelúia. Fuente: Zenit. Org. Traducción al español: The Vatican News.