27 de abril 2020. "Trabajen por el alimento que dura hasta la vida eterna” Homilía del Papa Francisco. Lunes
tercera semana de pascua. Hermanos: La gente que había escuchado a Jesús
durante todo el día, y luego tuvo la gracia de multiplicar los panes y vio el
poder de Jesús, quería hacerlo rey. Primero fueron a Jesús para escuchar la
palabra y también para pedir la curación de los enfermos. Se quedaron todo el
día escuchando a Jesús sin aburrirse, sin cansarse o (estar) cansados, pero
estaban allí, felices. Pero cuando vieron que Jesús los alimentaba, lo cual no
esperaban, pensaron: «Pero este sería un buen gobernante para nosotros y
seguramente podrá liberarnos del poder de los romanos y llevar el país
adelante». Y estaban encantados de hacerle rey. Su intención cambió, porque
vieron y pensaron: «Bien… porque una persona que realiza este milagro, que
alimenta a la gente, puede ser un buen gobernante. Pero habían olvidado en ese
momento el entusiasmo que la palabra de Jesús hacía nacer en sus corazones.
Jesús se marchó y se
fue a rezar. Se puede ver a esa gente, se quedaron allí, y al día siguiente
buscaban a Jesús, «porque debe estar aquí» dijeron, porque habían visto que no
había subido al barco con los demás. Y había un barco allí, se quedó allí… Pero
no sabían que Jesús había alcanzado a los otros caminando sobre las aguas. Así
que decidieron ir al otro lado del Mar de Tiberíades para buscar a Jesús y
cuando lo vieron, la primera palabra que le dijeron fue: «Maestro, ¿cuándo has
llegado aquí?», como diciendo: «No entendemos, esto parece una cosa extraña». (cf.
Juan 6, 22-29).
Y Jesús les hace
volver al primer sentimiento, a lo que tenían antes de la multiplicación de los
panes, cuando escucharon la palabra de Dios: «En verdad, en verdad les digo que
no me buscan porque han visto signos – como al principio, los signos de la
palabra, que les emocionaron, los signos de la curación – no porque hayan visto
signos sino porque han comido de esos panes y los he saciado. Jesús revela su
intención y dice: «Pero es así, has cambiado de actitud. Y ellos, en vez de
justificarse: «No, Señor, no…», fueron humildes. Jesús continúa: «No trabajen por la comida que no dura, sino
por la comida que queda para la vida eterna y que el Hijo del Hombre te
dará. Porque sobre Él, el Padre, Dios, ha puesto su sello». Y ellos, buena
gente, dijeron: «¿Qué debemos hacer para hacer las obras de Dios?». «Que creas
en el Hijo de Dios». Este es un caso en el que Jesús corrige la actitud de la
gente, de la multitud, porque a mitad del camino se había desviado un poco del
primer momento, del primer consuelo espiritual y había tomado un camino que no
era el correcto, un camino más mundano que evangélico.
Esto nos hace pensar
muchas veces que en la vida empezamos a seguir a Jesús, detrás de Jesús, con
los valores del Evangelio, y a mitad de camino nos hacemos otra idea, vemos
algunos signos y nos alejamos y nos conformamos con algo más temporal, más
material, más mundano, tal vez, y perdemos el recuerdo de ese primer entusiasmo
que tuvimos cuando escuchamos hablar a Jesús. El Señor siempre nos hace volver al primer encuentro, al primer
momento en que nos miró, nos habló e hizo nacer en nosotros el deseo de
seguirle. Esta es una gracia para pedirle al Señor, porque en la vida siempre
tendremos esta tentación de alejarnos porque vemos otra cosa: «Pero eso irá
bien, pero esa idea es buena…». Nos estamos alejando. La gracia de volver
siempre a la primera llamada, al primer momento: no olvides, no olvides mi
historia, cuando Jesús me miró con amor y me dijo: «Este es tu camino»; cuando
Jesús a través de tantas personas me hizo comprender cuál era el camino del
Evangelio y no otros caminos un poco mundanos, con otros valores. Vuelve al
primer encuentro.
Siempre me ha
llamado la atención que entre las cosas que Jesús dijo la mañana de la
Resurrección: «Ve a mis discípulos y diles que vayan a Galilea, allí me
encontrarán», Galilea fue el lugar del primer encuentro. Allí habían conocido a
Jesús. Cada uno de nosotros tiene su
propia «Galilea» dentro, nuestro propio momento cuando Jesús se acercó a
nosotros y dijo: «Sígueme». En la vida esto le pasa a esta gente – bueno,
porque entonces les dice: « ¿Pero qué debemos hacer?», ellos obedecieron
inmediatamente – sucede que nos vamos y buscamos otros valores, otra
hermenéutica, otras cosas, y perdemos la frescura de la primera llamada. El
autor de la carta a los Hebreos también nos recuerda esto: «Recuerda los
primeros días». La memoria, la memoria del primer encuentro, la memoria de «mi
Galilea», cuando el Señor me miró con amor y me dijo: «Sígueme».
Comunión espiritual,
adoración y bendición Eucarística
Finalmente, el Papa
terminó la celebración con la adoración y la bendición Eucarística, invitando a
todos a realizar la comunión espiritual con esta oración:
“Creo, Jesús mío,
que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre
todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como ahora no puedo
recibirte sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si
ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que
jamás me separe de Ti. Amén”.
Antes de salir de la
Capilla dedicada al Espíritu Santo, se entonó la antífona mariana que se canta
en el tiempo pascual, el Regina Coeli. Regína caeli laetáre, allelúia. Quia quem
merúisti portáre, allelúia. Resurréxit, sicut dixit, allelúia. Ora pro nobis
Deum, allelúia. Fuente: Zenit. Org. Traducción al español: The Vatican News.