22 de abril 2020. “La
tierra no perdona” Audiencia del Papa Francisco. Queridos hermanos y hermanas,
¡buenos días!: Hoy celebramos la 50ª Jornada mundial de la Tierra, Es una
oportunidad para renovar nuestro compromiso de amar nuestra casa común y de
cuidarla junto con los miembros más débiles de nuestra familia. Como la trágica
pandemia de coronavirus nos está demostrando, sólo juntos y haciéndonos cargo
de los más débiles podemos vencer los desafíos globales. La carta encíclica
Laudato si’ tiene precisamente este subtítulo: “sobre el cuidado de nuestra
casa común”. Hoy reflexionaremos juntos sobre esta responsabilidad que
caracteriza “nuestro paso por esta tierra” (LS, 160). Tenemos que crecer en la conciencia del cuidado de nuestra casa común.
Por egoísmo hemos
fallado en nuestra responsabilidad como custodios y administradores de la
Tierra. “Basta mirar la realidad con sinceridad para ver que hay un gran
deterioro de nuestra casa común” (ibíd., 61). La hemos contaminado y saqueado, poniendo en peligro nuestra misma
vida. Por eso, se han formado varios movimientos internacionales y locales
para despertar las conciencias. Aprecio sinceramente estas iniciativas, y
todavía será necesario que nuestros niños salgan a las calles para enseñarnos
lo que es obvio, es decir, que no hay futuro para nosotros si destruimos el
medio ambiente que nos sostiene.
Hemos fallado en
custodiar la Tierra, nuestra casa jardín, y en custodiar a nuestros hermanos. Hemos pecado contra la Tierra, contra
nuestro prójimo y, en fin, contra el Creador, el Padre bueno que provee a
cada uno y quiere que vivamos juntos en comunión y prosperidad. ¿Y cómo
reacciona la Tierra? Hay un dicho español, que es muy claro, al respecto y dice
así: “Dios perdona siempre, nosotros, los hombres algunas veces perdonamos,
otras no; la tierra no perdona nunca”. La
Tierra no perdona, si nosotros hemos deteriorado la Tierra, la respuesta
será muy contundente.
¿Cómo podemos
restaurar una relación armoniosa con la Tierra y el resto de la humanidad? Una
relación armoniosa… Perdemos muchas veces la visión de la armonía: la armonía
es obra del Espíritu Santo. También en la casa común, en la Tierra, también en
nuestra relación con la gente, con el prójimo, con los más pobres, ¿cómo
podemos restaurar esta armonía? Necesitamos una nueva forma de ver nuestra casa
común. Entendámonos: la Tierra no es un
depósito de recursos para ser explotados. Para nosotros los creyentes el
mundo natural es el “Evangelio de la Creación”, que expresa la potencia
creadora de Dios para plasmar la vida humana y hacer que el mundo exista junto
con lo que contiene para sostener a la humanidad. El relato bíblico de la
creación concluye de la siguiente manera: “Vio Dios cuanto había hecho, y todo
estaba muy bien” (Génesis 1:31).Cuando vemos estas tragedias naturales que son
la respuesta de la tierra a nuestro maltrato, yo pienso: “Si ahora preguntase
al Señor que piensa, no creo que me dijera que todo está muy bien”. ¡Nosotros
hemos arruinado la obra del Señor!
Al celebrar hoy la Jornada Mundial de la Tierra estamos
llamados a reencontrar el sentido de respeto sagrado por la Tierra, porque no
es solo nuestra casa, sino también la casa de Dios. ¡De esto surge en nosotros
la conciencia de estar en tierra sagrada!
Queridos hermanos y
hermanas, “despertemos el sentido estético y contemplativo que Dios puso en
nosotros”. (Exhortación apostólica. postsinodal. Querida Amazonia, 56). La
profecía de la contemplación es algo que aprendemos sobre todo de los pueblos
originarios, que nos enseñan que no podemos cuidar de la tierra si no la amamos
y la respetamos. Ellos tienen la sabiduría del “bien vivir”, no en el sentido
de pasárselo bien, no: sino del vivir en armonía con la tierra. Ellos llaman “el
bien vivir” a esta armonía.
Al mismo tiempo,
necesitamos una conversión ecológica que se exprese en acciones concretas. Como
una familia única e interdependiente, necesitamos un plan compartido para
evitar las amenazas contra nuestra casa común. «La interdependencia nos obliga
a pensar en un solo mundo, en un proyecto común» (LS, 164). Somos conscientes
de la importancia de trabajar juntos como comunidad internacional para la
protección de nuestra casa común. Exhorto a cuantos ostentan la autoridad a liderar
el proceso que conducirá a dos conferencias internacionales muy importantes: la
COP15 sobre la Biodiversidad en Kunming (China) y la COP26 sobre el Cambio
Climático en Glasgow (Reino Unido). Estas dos citas son importantísimas.
Me gustaría alentar
a organizar acciones concertadas también a nivel nacional como local. Es bueno
converger desde todas las condiciones sociales y dar vida también a un
movimiento popular “desde abajo”. Así nació la Jornada Mundial de la Tierra,
que celebramos hoy. Cada uno de nosotros puede dar su pequeña aportación: “No
hay que pensar que esos esfuerzos no van a cambiar el mundo. Esas acciones
derraman un bien en la sociedad que siempre produce frutos más allá de lo que
se puede constatar, porque provocan en el seno de esta tierra un bien que
siempre tiende a difundirse, a veces invisiblemente” (LS, 212).
En este tiempo
pascual de renovación, comprometámonos a amar y apreciar el magnífico regalo de
la Tierra, nuestra casa común, y a cuidar de todos los miembros de la familia
humana. Como hermanos y hermanas que somos imploremos juntos a nuestro Padre
celestial: “Envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra” (cf. Sal 104,30).
Fuente: Zenit. Org.