6 de abril de 2020

LA FE Y LA CARIDAD NO PUEDEN VIVIR OPUESTAS.


MARTES SANTO 7 de Abril 2020
La fe y la caridad no pueden vivir opuestas. Quien traiciona a Dios, lo cambia por las tentaciones de este mundo.
Juan 13, 21-33. 36-38. Durante la última cena Jesús se conmovió profundamente y afirmó con claridad: «En verdad, en verdad les digo que uno de ustedes me entregará.» Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba. Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está hablando.» El, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor, ¿quién es?» Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar.” °°° Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué. 
            Situación difícil y complicada, tanto para Jesús como para los apóstoles. Una misión embarga una cantidad de riesgos de diversos tonos:
ratos desagradables, decepciones con las personas, temores que aparecen, como también tiene muchos momentos buenos. El hecho de la evangelización exige moverse en dos ambientes: estar muy preparado para lo que pueda suceder, contando que la misión la van a realizar seres humanos con todas sus falencias, con tal razón Jesús muy tranquilo dice: En verdad, en verdad les digo que uno de ustedes me entregará. Prefiere decir las cosas que guardárselas y no esperar el golpe final que es mucho más fuerte para la vida del espíritu. Y no solo se contenta con prepararse sino que indica la persona que precisamente va a cometer la falta en contra de todo el esfuerzo, el tiempo y la dedicación que el Maestro ha puesto: Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar. Y la segunda opción de la evangelización, es saber dirigir con inteligencia y buen corazón la experiencia que se está llevando a cabo, al fin, la misión primigenia es del Padre, la obra depende del Padre Dios, lo que hace Jesús es dejar en las manos de su Padre lo que El mismo le ha encomendado, no es mi obra, es la obra de Dios, y eso sí que es importante para el éxito de anunciar el Evangelio.

PAPA FRANCISCO EN EL DOMINGO DE RAMOS ACENTUÓ: Jesús sufrió la traición del discípulo que lo vendió y del discípulo que lo negó. Fue traicionado por la gente que lo aclamaba y que después gritó: «Sea crucificado» (Mateo 27,22). Fue traicionado por la institución religiosa que lo condenó injustamente y por la institución política que se lavó las manos. Pensemos en las traiciones pequeñas o grandes que hemos sufrido en la vida. Es terrible cuando se descubre que la confianza depositada ha sido defraudada. Nace tal desilusión en lo profundo del corazón que parece que la vida ya no tuviera sentido. Esto sucede porque nacimos para amar y ser amados, y lo más doloroso es la traición de quién nos prometió ser fiel y estar a nuestro lado. No podemos ni siquiera imaginar cuán doloroso haya sido para Dios, que es amor. (Homilía Papa Francisco 5 de abril 2020) 

  
          Traicionamos a Jesús con nuestros pecados. Así lo explicó el Papa Francisco: “El Cenáculo nos recuerda la despedida del Maestro y la promesa de volver a encontrarse con sus amigos. “Cuando vaya…, volveré y les llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estén también ustedes”. Jesús no nos deja, no nos abandona nunca, nos precede en la casa del Padre y allá nos quiere llevar con Él.

Pero el Cenáculo recuerda también la mezquindad, la curiosidad –“¿quién es el traidor?”–, la traición. Y cualquiera de nosotros, y no sólo siempre los demás, puede encarnar estas actitudes, cuando miramos con suficiencia al hermano, lo juzgamos; cuando traicionamos a Jesús con nuestros pecados.

El Cenáculo nos recuerda la comunión, la fraternidad, la armonía, la paz entre nosotros. ¡Cuánto amor, cuánto bien ha brotado del Cenáculo! ¡Cuánta caridad ha salido de aquí, como un río de su fuente, que al principio es un arroyo y después crece y se hace grande… Todos los santos han bebido de aquí; el gran río de la santidad de la Iglesia siempre encuentra su origen aquí, siempre de nuevo, del Corazón de Cristo, de la Eucaristía, de su Espíritu Santo. (Homilía Papa Francisco, 26 de mayo de 2014). Cuando Judas traicionó al Señor, cuando salió del Cenáculo, "era de noche". Esa noche en la que se mueve el discípulo que entrega a Cristo, es la noche en la que está su corazón. Esa es peor, es la "noche del corrupto, una noche definitiva, cuando corazón se cierra de un modo que no sabe, no quiere salir de sí.”