20 de abril 2020 “Es
necesario ser dóciles al Espíritu Santo.” Homilía del Papa Francisco. Lunes Segunda
semana tiempo pascual. Hermanos y Hermanas: Este hombre, Nicodemo, es un jefe
de los judíos, un hombre justo; sintió la necesidad de ir a Jesús. Fue por la
noche, porque tenía que hacer un poco de equilibrio, porque los que iban a
hablar con Jesús no eran bien vistos. Es
un fariseo justo, porque no todos los fariseos son malos: no, no; también
hubo fariseos justos. Este es un fariseo justo. Sentía inquietud, porque es un
hombre que había leído los profetas y sabía que lo que Jesús estaba haciendo
había sido anunciado por los profetas. Sintió la inquietud y fue a hablar con
Jesús. “Maestro, sabemos que viniste de Dios como Maestro”: es una confesión,
hasta cierto punto. “Nadie, de hecho, puede llevar a cabo estos signos que Tú
llevas a cabo si Dios no está con Él”. Se detiene antes del “por lo tanto”. Si
digo esto… entonces… Y Jesús respondió. Respondió misteriosamente, ya que él,
Nicodemo, no lo esperaba. Respondió con esa figura del nacimiento: si uno no
nace de lo alto, no puede ver el Reino de Dios. Y él, Nicodemo, siente
confusión, no entiende y toma ‘ad litteram’ esa respuesta de Jesús: pero ¿cómo
puede uno nacer si es un adulto, una persona mayor?
Nacer de lo alto,
nacer del Espíritu. Es el salto que debe dar la confesión de Nicodemo y no sabe
cómo hacerlo. Porque el Espíritu es impredecible. La definición del Espíritu
que Jesús da aquí es interesante: “El viento sopla donde quiere y oyes su voz,
pero no sabes de dónde viene o a dónde va: así es todo el que nace del
Espíritu”, es decir, libre. Una persona que se deja llevar de una parte y de
otra parte por el Espíritu Santo: esta es la libertad del Espíritu. Y
quienquiera que haga esto es una persona dócil, y aquí estamos hablando de la docilidad al Espíritu.
Ser cristiano no es
sólo cumplir los mandamientos: hay que cumplirlos, eso es cierto; pero si te
detienes ahí, no eres un buen cristiano. Ser
un buen cristiano es dejar que el Espíritu entre en ti y te lleve, te lleve
donde quiera. En nuestra vida cristiana muchas veces nos detenemos como
Nicodemo, ante el “por lo tanto”, no sabemos qué paso dar, no sabemos cómo
hacerlo o no tenemos la confianza en Dios para dar este paso y dejar entrar al
Espíritu. Nacer de nuevo es dejar que el
Espíritu entre en nosotros y que sea el Espíritu quien me guíe y no yo, y
aquí, libre, con esta libertad del Espíritu que nunca sabrás dónde acabarás.
Los apóstoles, que
estaban en el Cenáculo, cuando vino el Espíritu salieron a predicar con ese
valor, esa franqueza… no sabían que esto iba a suceder; y lo hicieron, porque
el Espíritu los estaba guiando. El
cristiano no debe nunca detenerse sólo en el cumplimiento de los Mandamientos:
hay que hacer, pero ir más lejos, hacia este nuevo nacimiento que es el
nacimiento en el Espíritu, que le da la libertad del Espíritu.
Esto es lo que le
pasó a esta comunidad cristiana de la primera Lectura, después de que Juan y
Pedro volvieran de ese interrogatorio que tuvieron con los sacerdotes. Fueron a
ver a sus hermanos en esta comunidad y reportaron lo que los jefes de los
sacerdotes y los ancianos les habían dicho. (cf. Hechos 4, 23-31) Y la
comunidad, cuando escucharon esto, todos juntos, se asustaron un poco. ¿Y qué
hicieron? Rezaron. No se detuvieron en las medidas de precaución, “no, hagamos
esto ahora, vayamos un poco más tranquilos…”: no. Rezar. Dejar que sea el Espíritu quien les diga qué hacer. Levantaron sus
voces a Dios diciendo: “¡Señor!” y rezaron. Esta hermosa oración de un momento
oscuro, de un momento en el que tienen que tomar decisiones y no saben qué
hacer. Quieren nacer del Espíritu, abren sus corazones al Espíritu: que sea Él
quien lo diga… Y preguntan: “Señor, Herodes, Poncio Pilato con las naciones y
pueblos de Israel se han aliado contra tu Espíritu Santo y contra Jesús”,
cuentan la historia y dicen: “¡Señor, haz algo!”. “Y ahora, Señor, vuelve tus
ojos a sus amenazas”, las del grupo de sacerdotes, “y concede a tus siervos que
proclamen tu Palabra con toda franqueza” – piden franqueza, valor, no tener
miedo – “extendiendo tu mano para que se realicen curaciones, señales y
maravillas en el nombre de Jesús”. “Y cuando terminaron su oración, el lugar
donde estaban reunidos tembló, y todos fueron llenos del Espíritu Santo y
predicaron la Palabra de Dios con franqueza. Un segundo Pentecostés ocurrió aquí.
Ante las
dificultades, ante una puerta cerrada, que no sabían cómo avanzar, van al
Señor, abren sus corazones y el Espíritu viene y les da lo que necesitan y
salen a predicar, con coraje, y adelante. Esto es nacer del Espíritu, esto no
se detiene en el “por lo tanto”, en el “por lo tanto” de las cosas que siempre
he hecho, en el “por lo tanto” después de los Mandamientos, en el “por lo
tanto” después de las costumbres religiosas: ¡no! Esto es nacer de nuevo. ¿Y
cómo se prepara uno para nacer de nuevo? A través de la oración. La oración es
lo que abre la puerta al Espíritu y nos da esta libertad, esta franqueza, este
coraje del Espíritu Santo. Que nunca sabrás dónde te llevará. Pero es el
Espíritu.
Que el Señor nos
ayude a estar siempre abiertos al Espíritu, porque es Él quien nos llevará
adelante en nuestra vida de servicio al Señor. Finalmente, el Papa terminó la
celebración con la adoración y la bendición Eucarística, invitando a todos a
realizar la comunión espiritual con esta oración:
“A tus pies, oh
Jesús mío, me postro y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón contrito que
se abandona en su nada y en Tu santa presencia. Te adoro en el sacramento de tu
amor, deseo recibirte en la pobre morada que mi corazón te ofrece. En espera de
la felicidad de la comunión sacramental, quiero tenerte en espíritu. Ven a mí,
oh Jesús mío, que yo vaya hacia Ti. Que tu amor pueda inflamar todo mi ser,
para la vida y para la muerte. Creo en Ti, espero en Ti, Te amo. Que así sea”.
Antes de salir de la
Capilla dedicada al Espíritu Santo, se entonó la antífona mariana que se canta
en el tiempo pascual, el Regina Coeli. Regína caeli laetáre, allelúia. Quia quem
merúisti portáre, allelúia. Resurréxit, sicut dixit, allelúia. Ora pro nobis
Deum, allelúia. Fuente: Zenit. Org. Traducción al español: The Vatican News.