Evangelio
para el domingo 26 de abril 2020. °°° « Dos discípulos de Jesús iban andando
aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante
unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido.
Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a
caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: -« ¿Qué conversación era esa que
traían mientras iban de camino?»°°° Lucas 24, 13-35). Padre;
Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.
Las
apariciones de Jesús llevan consigo el objetivo de invitar a la humanidad
creyente a dilucidar y continuar la obra que Él inició y dejó fundada en el
seno de los apóstoles.
El
resucitado insiste y reafirma la importancia de llevar a cabo sus deseos,
porque del anuncio de su Palabra, de la certeza de su mensaje, de la
preocupación e interés de los apóstoles, va a surgir la Iglesia comunidad de
creyentes, conjunto de hombres y mujeres que con su interés y disponibilidad
permitirán que la obra de Dios continúe para el bien de la sociedad. La misma
resurrección provoca una serie de impactos ante todos aquellos que estaban
acostumbrados a estar con su Maestro. La cruz y la muerte del Salvador, pone a
pensar a algunos: enseña el hermeneuta bíblico: el temor y el desconsuelo se
apoderan de la mente y el corazón. Los impactos son normales en nosotros; lo
anormal, es olvidar las enseñanzas del Hijo de Dios. La experiencia con Jesús
resucitado, disipa los temores. Su Palabra aclara la misión. Su presencia, abre
el entendimiento. Su Eucaristía forma y revitaliza la comunidad. Una sola frase
del Evangelio lo define todo: “Qué necios y torpes son para creer lo que
anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para
entrar en su gloria?» Lucas 24, 25-26).
El Papa Francisco, “piensa que
Jesucristo a través de sus palabras, sus gestos, y explicaciones, realiza una
excelente terapia con los discípulos de Emaús.”
Y hablando de terapia, parodiamos esa ciencia en su objetivo de cuidar,
atender, aliviar. Algo así sucede con la evangelización: El primer paso es
escuchar las personas. El segundo, iluminar su mente con la misma Palabra de
Dios. El tercer paso, celebrar y compartir la vida en comunidad. (Eucaristía).
El resultado es perfecto, dice la Escritura: Los discípulos exclamaron: “Era
verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.» y ellos contaron lo
que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el
pan.” Cuida tu salud: Quien cree en el resucitado se convierte en un buen
discípulo.