26 de Abril 2020. “Jesucristo
siempre está para ayudarnos.” Homilía del Papa Francisco. Domingo tercero de
pascua. Hermanos y Hermanas: Rezamos hoy, en esta misa, por todos aquellos que
sufren la tristeza, porque están solos o porque no saben qué futuro les espera
o porque no pueden sacar adelante su familia porque no tienen dinero, porque no
tienen trabajo. Mucha gente que sufre de tristeza. Recemos hoy por ellos.
Muchas veces hemos
oído que el cristianismo no es sólo una doctrina, no es una forma de
comportarse, no es una cultura. Sí, es todo eso, pero más importante y ante todo, es un encuentro. Una persona
es cristiana porque ha encontrado a Jesucristo, se ha dejado encontrar por Él.
Este pasaje del
Evangelio de Lucas nos habla de un encuentro, de manera que se comprenda bien
cómo actúa el Señor y cómo es nuestra forma de actuar. Nacimos con una semilla
de inquietud. Dios lo quiso así: inquietud por encontrar la plenitud, inquietud
por encontrar a Dios, muchas veces incluso sin saber que tenemos esta
inquietud.
Nuestro corazón está inquieto, nuestro corazón está sediento: sed de
encuentro con Dios. Lo busca, muchas veces por caminos equivocados: se pierde,
luego vuelve, lo busca... Por la otra parte, Dios tiene sed de encuentro, hasta tal punto que envió a Jesús a
nuestro encuentro, para venir al encuentro de esta inquietud.
¿Cómo actúa Jesús?
En este pasaje del Evangelio (cf. Lucas 24,13-35) vemos bien que Él respeta,
respeta nuestra propia situación, no se adelanta. Solo, algunas veces, con los
tercos, pensemos en Pablo, cuando lo tira del caballo. Pero normalmente va
despacio, respetando nuestros tiempos. Es el Señor de la paciencia. ¡Cuánta
paciencia tiene el Señor con cada uno de nosotros! El Señor camina a nuestro
lado.
El Señor camina a
nuestro lado, como hemos visto aquí con estos dos discípulos. Escucha nuestras inquietudes, las conoce, y
en un momento determinado nos dice algo. Al Señor le gusta oír cómo hablamos,
para entendernos bien y dar la respuesta correcta a esa inquietud. El Señor no
acelera el paso, siempre va a nuestro ritmo, muchas veces lento, pero su
paciencia es así.
Hay una antigua
regla de los peregrinos que dice que el
verdadero peregrino debe llevar el paso de la persona más lenta. Y Jesús es
capaz de esto, lo hace, no acelera, espera a que demos el primer paso. Y cuando
llega el momento, nos hace la pregunta. En este caso está claro: “¿De qué vais
hablando?” (cfr.v.17). Hace como que no sabe para hacernos hablar. Le gusta que
hablemos. Le gusta oír esto, le gusta que hablemos así, para escucharnos y
responder nos hace hablar. Como si se hiciese el ignorante, pero con mucho
respeto. Y luego responde, explica, hasta el punto necesario. Aquí nos dice:
«“¿No era necesario que el Cristo padeciera eso para entrar así en su gloria?”
(v. 26). Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les fue
explicando lo que decían de él todas las Escrituras». Explica, aclara. Confieso
que tengo curiosidad por saber cómo explicó Jesús para hacer lo mismo. Fue una
hermosa catequesis.
Y luego el mismo
Jesús que nos ha acompañado, que se ha acercado a nosotros, simula ir más allá
para ver la medida de nuestra inquietud: “No, ven, ven, quédate un poco con
nosotros” (v. 29). Así es como se da el encuentro. Pero el encuentro no es sólo
el momento de partir el pan, aquí, sino que es todo el camino. Nos encontramos
con Jesús en la oscuridad de nuestras dudas, incluso en la fea duda de nuestros
pecados, Él está ahí para ayudarnos, en nuestras inquietudes... Está siempre
con nosotros.
El Señor nos acompaña porque quiere
encontrarnos. Por eso
decimos que el núcleo del cristianismo es un encuentro: el encuentro con Jesús.
“¿Por qué eres cristiano? ¿Por qué eres cristiana?”. Y mucha gente no sabe
decirlo. Algunos, por tradición. Otros no saben decirlo, porque han encontrado
a Jesús, pero no se han dado cuenta de que era un encuentro con Jesús. Jesús
siempre nos está buscando. Siempre. Y nosotros tenemos nuestra inquietud. En el
momento en que nuestra inquietud encuentra a Jesús, comienza la vida de la
gracia, la vida de la plenitud, la vida del camino cristiano.
Que el Señor nos dé
a todos esta gracia de encontrarnos con Jesús todos los días; de saber, de
conocer precisamente que Él camina con nosotros en todos nuestros momentos. Es
nuestro compañero de peregrinación.
Oración para recibir
la Comunión espiritual
Las personas que no
pueden recibir la comunión hacen ahora la comunión espiritual.
Creo, Jesús mío, que
estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre
todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que no puedo recibirte
sacramentalmente ahora, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si te
hubiese recibido, me abrazo y me uno todo a ti. No permitas que jamás me aparte
de ti. Fuente. Vatican. Va