1 de septiembre 2019. “La humildad, permite tener relaciones
auténticas”. Ángelus Regina Coeli, Papa Francisco. El Evangelio de este domingo
nos muestra a Jesús, participando en un banquete en casa de un jefe de los
fariseos. Jesús miraba y observaba como los invitados corren para conseguir los
primeros lugares, una actitud bastante difundida en nuestros días, y no solo
cuando se nos invita a una comida. Habitualmente
se busca el primer lugar para afirmar una supuesta superioridad sobre los demás. En realidad, esta carrera hacia los primeros
puestos perjudica a la comunidad, tanto civil como eclesial, porque arruina la
fraternidad. Todos conocemos a estas personas que siempre quieren trepar para
ir cada vez más arriba y dañan la fraternidad. Ante esta escena, Jesús cuenta
dos breves parábolas.
La primera parábola se dirige al que es invitado a un
banquete y lo exhorta a no ponerse en el primero puesto, porque, dice, “no haya
otro invitado más digno que tú y el que te invito a ti y a él venga a decirte:
‘Cédele tu lugar’.
Entonces deberás ocupar con vergüenza el último puesto”.
Jesús, en cambio, enseña a tener una actitud opuesta: “Cuando te conviden, vete
a sentarte en el último puesto, para que cuando venga el que te ha invitado te
diga: ‘Amigo, ven más adelante’” (v. 10). Por lo tanto, no debemos buscar por nuestra propia iniciativa la atención y la
consideración de los demás, sino, más bien, dejar que sean los otros las
que nos las presten. Jesús, nos muestra
siempre el camino de la humildad, porque es el más auténtico, el camino de
la humildad, que también nos permite tener relaciones auténticas. El camino de
la humildad, no la humildad ficticia, la verdadera humildad.
En la segunda parábola, Jesús se dirige al que invita y,
refiriéndose al modo de seleccionar a los invitados a la fiesta, le dice:
“Cuando ofrezcas un banquete invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos,
a los ciegos y serás bienaventurado porque no tienen nada para devolverte.
También aquí, Jesús va completamente a contracorriente, manifestando como siempre la lógica de Dios Padre. Y añade también
la clave para interpretar su razonamiento, y ¿cuál es la clave?: si tú haces
esto “recibirás en efecto tu recompensa en la resurrección de los justos” (v.
14). Esto significa que el que se comporta de esta manera, tendrá la recompensa
divina, mucho más alta que el intercambio humano que uno se espera: yo te hago
un favor esperando que tú me hagas otro, no, la generosidad humilde. El
intercambio humano, de hecho, suele distorsionar las relaciones, introduciendo
el interés personal en una relación que debería ser generosa y gratuita. En
cambio, Jesús, nos invita a la
generosidad desinteresada para abrirnos el camino hacia una alegría mucho
mayor: la alegría de ser partícipes del amor mismo de Dios, que nos espera a
todos nosotros en el banquete celestial.
Que la Virgen María “humilde y elevada más que una criatura”
(Dante, Paradiso, XXXIII, 2), nos ayude a reconocernos como somos, es decir,
pequeños, y a alegrarnos en el dar sin
reciprocidad. Fuente: Zenit. Org.