19 de septiembre de 2019

NO SE PUEDE SERVIR A DIOS Y ENGAÑAR A LOS DEMÁS.


Evangelio para el domingo 22 de septiembre 2019. « °°° Siguió Jesús hablando en parábolas y dijo a sus discípulos: «El que es digno de confianza en lo más pequeño, lo es también en lo grande. Y el que es de mala fe en lo más pequeño, también es de mala fe en lo grande. Si no merecéis confianza en el manejo de la falsa riqueza, nadie os va a confiar la verdadera.” °°° (Lucas 16, 1-13). ¿Qué está pasando con los dones y gracias que Dios ha depositado en nuestras vidas? La consigna del Evangelio se ubica en la premisa: “No se puede servir a Dios y al dinero al mismo tiempo”. Es hora de evaluar nuestro proceder, desde la fe, la ética, la moral. Dios quiere hombres y mujeres, que le sirvan a los demás: desde la fidelidad, la transparencia, lo justo, lo correcto. Lo primero es pensar, hasta dónde soy una persona fiel: ¿Soy leal en el trato con todos los que me rodean?  ¿Soy fiel ante la palabra dada?. ¿Me conservo fiel en los compromisos que adquiero?.


La Sagrada Escritura enseña que no se pueden hacer dos cosas al mismo tiempo: Amas a uno y desprecias a otro °°° (cf. Mateo 6,24). No se puede pretender ser santo y extenderle la mano al pecado. No es correcto alabar a Dios y despreciar las personas. No es justo exigirles cuentas a los demás cuando no soy  fiel en lo poco. El asunto es aprenderle a Dios, a ser un buen administrador, una persona fiel y prudente. “Fidelis dispensator et prudens.” Los bienes materiales son aquellos que con más frecuencia permiten que nuestro corazón se apegue y se vuelva egoísta; es necesario  aprender a compartir con los demás “Vivimos en una sociedad marcada fuertemente por el egoísmo, por el afán de poseer, por el afán de utilizar las personas, de catalogar a los demás, de identificar al otro como un medio de producción. Hay un deseo insaciable de buscar el progreso humano a todo costo.”  El amor exagerado por el dinero, es la fuente de muchos males. Quienes quieren enriquecerse, caen en la tentación y en la trampa, de deseos insensatos y funestos, que hunden a las personas en la ruina y en la perdición. (cf. 1 Timoteo 6, 7-10).

            Un buen discípulo de Dios, nunca confunde la prudencia con la astucia. Así lo enseñó el Papa emérito, Benedicto XVI: “La prudencia no debe confundirse con la astucia, sino que se debe asumir como un criterio para actuar en la verdad: “la prudencia exige la razón humilde, disciplinada y vigilante que no se deja deslumbrar por los prejuicios, no juzga según los deseos y pasiones, sino que busca la verdad- incluso la verdad incómoda. Prudencia significa ir en búsqueda de la verdad y actuar conforme a ella. El siervo prudente es sobre todo un hombre de verdad y un hombre de sincera razón”   Cuida tu salud: No se puede vivir cristianamente con criterios mundanos.  Padre, Jairo Yate Ramírez.  Arquidiócesis de Ibagué.