Evangelio
para el domingo 22 de septiembre 2019. « °°° Siguió Jesús hablando en parábolas
y dijo a sus discípulos: «El que es digno de confianza en lo más pequeño, lo es
también en lo grande. Y el que es de mala fe en lo más pequeño, también es de
mala fe en lo grande. Si no merecéis confianza en el manejo de la falsa
riqueza, nadie os va a confiar la verdadera.” °°° (Lucas 16, 1-13). ¿Qué está
pasando con los dones y gracias que Dios ha depositado en nuestras vidas? La
consigna del Evangelio se ubica en la premisa: “No se puede servir a Dios y al
dinero al mismo tiempo”. Es hora de evaluar nuestro proceder, desde la fe, la
ética, la moral. Dios quiere hombres y mujeres, que le sirvan a los demás:
desde la fidelidad, la transparencia, lo justo, lo correcto. Lo primero es
pensar, hasta dónde soy una persona fiel: ¿Soy leal en el trato con todos los
que me rodean? ¿Soy fiel ante la palabra
dada?. ¿Me conservo fiel en los compromisos que adquiero?.
La
Sagrada Escritura enseña que no se pueden hacer dos cosas al mismo tiempo: Amas
a uno y desprecias a otro °°° (cf. Mateo 6,24). No se puede pretender ser santo
y extenderle la mano al pecado. No es correcto alabar a Dios y despreciar las
personas. No es justo exigirles cuentas a los demás cuando no soy fiel en lo poco. El asunto es aprenderle a
Dios, a ser un buen administrador, una persona fiel y prudente. “Fidelis
dispensator et prudens.” Los bienes materiales son aquellos que con más
frecuencia permiten que nuestro corazón se apegue y se vuelva egoísta; es
necesario aprender a compartir con los
demás “Vivimos en una sociedad marcada fuertemente por el egoísmo, por el afán
de poseer, por el afán de utilizar las personas, de catalogar a los demás, de
identificar al otro como un medio de producción. Hay un deseo insaciable de
buscar el progreso humano a todo costo.” El amor exagerado por el dinero, es la fuente
de muchos males. Quienes quieren enriquecerse, caen en la tentación y en la
trampa, de deseos insensatos y funestos, que hunden a las personas en la ruina
y en la perdición. (cf. 1 Timoteo 6, 7-10).
Un buen discípulo de Dios, nunca
confunde la prudencia con la astucia. Así lo enseñó el Papa emérito, Benedicto
XVI: “La prudencia no debe confundirse con la astucia, sino que se debe asumir
como un criterio para actuar en la verdad: “la prudencia exige la razón
humilde, disciplinada y vigilante que no se deja deslumbrar por los prejuicios,
no juzga según los deseos y pasiones, sino que busca la verdad- incluso la
verdad incómoda. Prudencia significa ir en búsqueda de la verdad y actuar
conforme a ella. El siervo prudente es sobre todo un hombre de verdad y un
hombre de sincera razón” Cuida tu salud:
No se puede vivir cristianamente con criterios mundanos. Padre,
Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de
Ibagué.