Evangelio
para el domingo 8 de septiembre 2019. « °°° Jesús les dijo: El que quiera venir
conmigo, no puede ser discípulo mío si no se olvida de su padre y de su madre,
de su esposa y de sus hijos, de sus hermanos y hermanas, e incluso de sí mismo.
El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser discípulo mío” °°° Lucas
14, 25-33. Para seguir a Jesús es
necesario entusiasmarse por Él, es un paso importante y definitivo. El
entusiasmo es conocimiento, es virtud, es sacrificio, es perseverancia, es
Gracia. El camino se vuelve complicado cuando no coincide el entusiasmo con las
exigencias del seguimiento al Hijo de Dios; y mucho más cuando la opción de
estar en las cosas del Maestro no es luz para todos aquellos que me rodean.
No se puede ser mensajero de Cristo
mientras no se definan prioridades en la vida. Las personas debemos definir una
escala de valores en la personalidad. Seguir al Maestro, no es despreciar; no
se trata de desconocer el sentido familiar, grupal o social. Se trata de un estado
de conciencia prioritario: aprender a darle a Dios lo que es de Dios. No se le
puede exigir a Dios lo que yo no he puesto de mi parte; no se puede esperar de
Dios lo mejor, cuando mi escala de valores espirituales no lo ubican a Él en
primer lugar. El discípulo obedece a su Maestro, sigue a su Maestro, se adapta
a las exigencias del Maestro. Las reglas del Maestro le dan seguridad al
discípulo.
Seguir al Maestro tiene sus
condiciones: La primera; haber tomado una decisión en la vida. “Dejarlo todo
por el Maestro”. Quien desea ser discípulo de Cristo, entiende que sus vínculos
familiares, se convierten en universales: “Mi hermano, mi hermana, mi madre son
todos aquellos que hacen la voluntad del Padre” (Marcos 3, 33-35). La segunda;
aprender a llevar la Cruz de la gloria y de la redención. Así lo entendió san
Pablo en su misión: “Yo por mi parte, solo quiero presumir de la cruz de
nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo está crucificado para mí y yo
para el mundo”. (Gálatas 6,14). La tercera; si la persona ya tomó su decisión,
debe sostenerla y cultivarla, para lograr el éxito de su misión. El discípulo
planea y programa su proyecto de vida sobre la roca. Así se lo recomienda su
Maestro: “Será como el hombre prudente que edifica su casa sobre la roca”
(Mateo 7,24). El Papa Francisco señaló en su Ángelus Regina Coeli: “La alegría
de ser discípulo es alguien que camina en compañía del Señor Jesús. Aprende de
él a gastarse sin reservas, es libre de sí mismo y de sus posesiones. Cuida tu salud: Un discípulo es un apasionado
por el Evangelio. Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.