20 de septiembre 2019. “Nadie es descartado ni adjetivado.
Papa Francisco: Queridos hermanos y hermanas: Les doy la bienvenida a todos
ustedes que participan en el Simposio sobre el tema: «La familia inmigrante y
sus exigencias sanitarias», organizado por SOMOS Community Care. Un tema que
llevo especialmente en el corazón y que interpela a nuestra conciencia.
Desde hace varios años, en la ciudad de Nueva York ustedes
se dedican a la asistencia y a la atención sanitaria de aquellos que viven al
margen de la sociedad, en situaciones de pobreza y carestía. De ese modo
difunden la cultura del encuentro, «donde
nadie es descartado ni adjetivado; sino donde todos son buscados, porque
son necesarios, para reflejar el Rostro del Señor» (Homilía, Bucarest, 31 mayo
2019). Su organización se distingue por la relación de empatía y de confianza
que consigue instaurar con los enfermos y sus familias, compartiendo su vida y
acercándose a su cultura y lengua, con el fin de favorecer la relación humana.
Es de alabar el compromiso personal que tienen con aquellos
que los que asisten. Se trata de una actitud que debe ser alentada en una
sociedad que tiende a desarrollar dentro de sí «un marcado individualismo que,
combinado con la mentalidad utilitarista […] produce la “globalización de la indiferencia”. […] por esta senda, cada sujeto
que no responde a los cánones del bienestar físico, mental y social, corre el
riesgo de ser marginado y excluido» (Mensaje para la Jornada Mundial del
Migrante y del Refugiado 2019).
Su compromiso cotidiano se dirige a contrastar esa cultura
del descarte que domina en muchos escenarios sociales. Al hacer eso, son
protagonistas de un cuidado global de la persona que pone a disposición con
generosidad y altruismo, un servicio integral de médicos y agentes
socio-sanitarios, quienes garantizan prestaciones de medicina preventiva, de
terapias y de rehabilitación. Esta
solidaridad con los enfermos es un verdadero tesoro, y es un signo
distintivo del cuidado y la asistencia sanitaria auténtica, que ponen en el
centro la persona y sus necesidades.
Hoy, la asistencia sanitaria está reconocida como un derecho
humano, universal y como una dimensión esencial del desarrollo humano integral.
Aun así, en el mundo sigue siendo todavía un derecho garantizado a pocos y
vedado a muchos. Y se debe indicar que, con frecuencia, allí donde está garantizada la asistencia al enfermo, la misma está
dominada por el tecnicismo, que termina por prevalecer sobre la persona,
desnaturalizando el sentido último del cuidado. Pero — no debemos olvidarlo— es
«expresión de un compromiso profundamente humano y cristiano, asumido y desarrollado
como actividad no sólo técnica sino de dedicación total e incondicional y de
amor al prójimo» (Nueva Carta a los Agentes Sanitarios).
Aun cuando no todas las intervenciones médicas producen la
curación física, la asistencia sanitaria
prestada con un corazón humano tendrá siempre la capacidad de beneficiar la
vida, en el espíritu y en el cuerpo. Por eso, el compromiso de cada
operador sanitario junto al enfermo encuentra su expresión más madura y también
más eficaz cuanto está animado por el amor. Y, a partir de gestos cotidianos,
este estilo hace que la cultura del cuidado florezca como elemento esencial del
bien común.
Queridos hermanos y hermanas: los exhorto a seguir con su
importante misión al servicio de la
fragilidad humana y los confío a la Bienaventurada Virgen María, Consuelo
de los afligidos. Les aseguro mi oración y mi bendición; y, por favor, no se
olviden de rezar también por mí. Y pido a Dios que nos cuide, que nos proteja y
nos bendiga a todos. Amen. Fuente: Zenit. Org.