16 de octubre de 2019

LA MANERA DE RECIBIR LA SAGRADA COMUNIÓN. Catequesis Mistagógica


16 de octubre 2019. ¿Cómo debemos recibir la Sagrada Comunión? En este domingo “Jornada mundial de oración por las misiones” y continuando con nuestras catequesis mistagógicas, profundizaremos en la manera de recibir la Sagrada Comunión según el Misal Romano y la Instrucción Pastoral de los Obispos de Colombia. Padre Héctor Giovanny Sandoval Moreno. Delegado para la pastoral litúrgica. Arquidiócesis de Ibagué.
Como signo de veneración antes de comulgar, cuando el sacerdote muestra el Cuerpo del Señor diciendo: Este es el Cordero de Dios..., los fieles pueden hacer una inclinación de cabeza, no es necesario arrodillarse en este momento. Junto a este signo exterior de adoración no debe faltar una actitud interior coherente, consciente y piadosa al recibir la comunión.
Después que el sacerdote ha comulgado se inicia la procesión de comunión, no antes, para no ocasionar movimientos que distraen la atención de la asamblea. La procesión de comunión debe ser digna y no desordenada, de manera que uno pueda sentirse caminando acompañado de los demás hacia la participación en el alimento que el Señor nos ofrece.
La procesión de la comunión no es un momento neutro durante el cual uno está como haciendo una fila más, sino debe ayudar a despertar los propios sentimientos de participación en un acontecimiento importante.

Durante esta procesión normalmente será oportuno cantar un canto que ayude: un canto que podrá ser “de comunión” en general o hacer referencia más directamente al tiempo litúrgico; un canto de acompañamiento en que se alterne un coro o un solista con toda la asamblea, mejor que un himno masivo y vibrante.

Según la normativa actual en Colombia los fieles recibirán la Sagrada Comunión de pie, no se dice de comulgar de rodillas, se acercaran procesionalmente al sacerdote o al ministro de la Comunión. Se puede recibir la Comunión en la mano en todo el territorio nacional, pero es una posibilidad que no puede ser impuesta a nadie ni impedida sin justa causa. Al recibir la Sagrada Comunión en la mano es necesario hacerlo con todo decoro, pulcritud y devoción.

Para dar todo su valor a este momento, es necesario evitar toda clase de costumbres extrañas: por ejemplo, coger el Cuerpo de Cristo con los dos dedos, o consumirlo despreocupadamente mientras se vuelve hacia el propio lugar. Estas costumbres, en efecto, dificultan vivir personalmente con relieve el hecho de participar de la mesa del Señor, y lo vulgarizan.

Al recibir la Sagrada Comunión hay un diálogo, el sacerdote o el ministro dice: Cuerpo de Cristo y el fiel contesta: Amén; hay que corregir la práctica de otras frases que desdibujan este momento, no se debe decir: gracias;  ni jaculatorias: sáname Señor, Sálvame, Señor Mío, etc., solo contestar con esa bella profesión de fe: Amén.

También es necesario recordar que según la normativa actual nadie puede acercarse a comulgar más de dos veces en el mismo día.

Terminada la comunión, todos se sientan y se hacen unos momentos de silencio. Un espacio de oración personal y de relajación después de la intensidad de la comunión. Sería un buen ejercicio para todos el dejar ese espacio de silencio que ayude a la meditación y a la acción de gracias personal, tanto para  el sacerdote, como para los ministros y de manera especial para el cantor o el coro parroquial.

Terminado el momento de silencio, el sacerdote celebrante se pone en pie y desde la sede o el altar invita al pueblo a orar. Durante un breve momento todos oran en silencio, y finalmente el sacerdote dice la última oración de la celebración: la oración después de la comunión.

El origen de esta oración es muy antiguo, desde el siglo IV hay testimonios de la existencia de la oración después de la comunión, con un sentimiento de agradecimiento y de súplica. Así pues, la oración después de la Comunión, toma ciertamente el motivo de la comunión recibida, pero recuerda la intención general o especial según la cual se ha ofrecido el sacrificio, para pedir a Dios los frutos que se esperan, como son el crecimiento espiritual, una mayor eficacia en el bien, la unidad del Cuerpo Místico de Cristo y especialmente la salvación eterna. Sigamos creciendo en el conocimiento de este gran don que nos dejó el Señor y así podamos descubrir la profundidad de este misterio de su amor por nosotros. Correo del autor:  hectorgeovannys@gmail.com