20 de septiembre 2023 Catequesis. Papa Francisco, Plaza de san Pedro. La pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente. 21. San Daniele Comboni
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el
camino de catequesis sobre la pasión evangelizadora, es decir el celo
apostólico, hoy nos detenemos en el testimonio de san Daniel Camboni. Él fue un
apóstol lleno de celo por África. De esos pueblos escribió: «se han adueñado de
mi corazón que vive solamente para ellos» (Escritos, 941), «moriré con África
en mis labios» (Escritos, 1441). ¡Es hermoso! …
Y a ellos
se dirigió así: «el más feliz de mis días será en el que pueda dar la vida por
vosotros» (Escritos, 3159). Esta es la expresión de una persona enamorada de
Dios y de los hermanos que servía en misión, a propósito de los cuales no se
cansaba de recordar que «Jesucristo padeció y murió también por ellos»
(Escritos, 2499; 4801).
Lo afirmaba
en un contexto caracterizado por el horror de la esclavitud, de la que era
testigo. La esclavitud “cosifica” al
hombre, cuyo valor se reduce al ser útil a alguien o algo. Pero Jesús, Dios
hecho hombre, ha elevado la dignidad de cada ser humano y ha desenmascarado la
falsedad de toda esclavitud. Comboni, a la luz de Cristo, tomó conciencia del
mal de la esclavitud; entendió, además, que la esclavitud social tiene sus raíces en una esclavitud más profunda,
la del corazón, la del pecado, de la cual el Señor nos libera.
Como
cristianos, por tanto, estamos llamados a combatir contra toda forma de
esclavitud. Pero lamentablemente la esclavitud, así como el colonialismo, no es
un recuerdo del pasado, lamentablemente. En el África tan amada por Comboni,
hoy desgarrada por tantos conflictos, «tras el colonialismo político, se ha
desatado un “colonialismo económico”, igualmente esclavizador. (…).
Es un drama
ante el cual el mundo económicamente más avanzado suele cerrar los ojos, los
oídos y la boca». Renuevo por tanto mi llamamiento: «No toquen el África. Dejen de asfixiarla, porque África no es
una mina que explotar ni una tierra que saquear» (Encuentro con las
Autoridades, Kinshasa, 31 de enero 2023).
Y volvemos
a la historia de san Daniel. Pasado un primer periodo en África, tuvo que dejar
la misión por motivos de salud. Demasiados misioneros habían muerto después de
haber contraído enfermedades, a causa del poco conocimiento de la realidad
local. Sin embargo, si otros abandonaban África, no lo hizo Comboni. Después de
un tiempo de discernimiento, sintió que el Señor le inspiraba un nuevo camino
de evangelización, que él sintetizó en estas palabras: «Salvar África con
África» (Escritos, 2741s).
Es una
intuición poderosa, nada de colonialismo en esto: es una intuición poderosa que
contribuyó a renovar el compromiso misionero: las personas evangelizadas no
eran solo “objetos” sino “sujetos de la misión”. Y san Daniel Comboni deseaba
hacer a todos los cristianos protagonistas de la acción evangelizadora. Y con
este ánimo pensó y actuó de forma integral, involucrando al clero local y
promoviendo el servicio laical de los catequistas. Los catequistas son un
tesoro de la Iglesia: los catequistas son aquellos que van adelante en la
evangelización. Concibió así también el desarrollo humano, cuidando las artes y
las profesiones, favoreciendo el rol de la familia y de la mujer en la
transformación de la cultura y de la sociedad.
¡Y qué
importante, también hoy, hacer progresar la fe y el desarrollo humano desde
dentro de los contextos de misión, en vez de trasplantar modelos externos o
limitarse a un estéril asistencialismo!
Ni modelos externos ni asistencialismo. Tomar de la cultura de los pueblos el camino para hacer la
evangelización. Evangelizar la cultura e inculturar el Evangelio: van
juntos.
La gran
pasión misionera de Comboni, sin embargo, no fue principalmente fruto de un
empeño humano: él no estuvo impulsado por su valentía o motivado solo por
valores importantes, como la libertad, la justicia o la paz; su celo nació de
la alegría del Evangelio, ¡acudía al amor de Cristo y llevaba al amor por
Cristo! San Daniel escribió: «Una misión tan ardua y laboriosa como la nuestra
no puede vivir de pátina, de sujetos con el cuello torcido y llenos de egoísmo
y de ellos mismos, que no cuidan adecuadamente la salud y la conversión de las
almas».
Este es el drama del clericalismo, que lleva a
los cristianos, también los laicos, a clericalizarse y a transformarlos – como
dice aquí – en sujetos del cuello torcido llenos de egoísmo. Esta es la peste del clericalismo. Y añadió: «es necesario encenderles
de caridad, que tenga su fuente de Dios, y del amor de Cristo; y cuando se ama
realmente a Cristo, entonces son dulces las privaciones, los sufrimientos y el
martirio» (Escritos, 6656). Su deseo era el de ver misioneros ardientes,
alegres, comprometidos: misioneros – escribió – «santos y capaces. […]
Primero: santos, es decir ajenos al pecado
y humildes. Pero no basta: es
necesaria caridad que hace capaces los sujetos» (Escritos, 6655). La fuente
de la capacidad misionera, para Comboni, es por tanto la caridad, en particular
el celo en el hacer propios los sufrimientos de los otros.
Su pasión
evangelizadora, además, no le llevó nunca a actuar como solista, sino siempre en comunión, en la Iglesia. «Yo
no tengo otra cosa que la vida para consagrar a la salud de esas almas –
escribió – quisiera tener mil para consumarlas con tal fin» (Escritos, 2271).
Hermanos y
hermanas, san Daniel testimonia el amor del
buen Pastor, que va a buscar a quien está perdido y da la vida por el rebaño.
Su celo fue enérgico y profético en el oponerse a la indiferencia y a la
exclusión. En las cartas se refería apremiante a su amada Iglesia, que por
demasiado tiempo había olvidado a África. El sueño de Comboni es una Iglesia
que hace causa común con los crucificados de la historia, para experimentar con
ellos la resurrección. Yo, en este momento, os sugiero algo. Pensad en los
crucificados de la historia de hoy: hombres, mujeres, niños, ancianos que son
crucificados por historias de injusticia y de dominación. Pensemos en ellos y
recemos.
Su
testimonio parece repetir a todos nosotros, hombres y mujeres de Iglesia: “No os olvidéis los pobres, amadlos, porque
en ellos está presente Jesús crucificado, esperando resucitar”. No os
olvidéis de los pobres: antes de venir aquí, he tenido una reunión con
legisladores brasileños que trabajan por los pobres, que tratan de promover a
los pobres con la asistencia y la justicia social. Y ellos no se olvidan de los
pobres: trabajan por los pobres. A vosotros os digo: no os olvidéis de los pobres, porque serán ellos los que os
abran la puerta del Cielo. Fuente
e Imagen de Vatican. Va.