6 de octubre 2018. El Papa Francisco ha recibido en
audiencia a los participantes del IV Seminario sobre Ética en Gestión de la
Salud, que tiene lugar en el Vaticano. Milagro, cuidado y confianza, recomienda
el Papa para tratar a un enfermo.
Excelencias, señoras y señores:
Les doy la bienvenida a este encuentro y agradezco a Mons.
Alberto Bochatey, O.S.A., Obispo auxiliar de La Plata, Presidente de la
Comisión de Salud de la Conferencia Episcopal Argentina, al señor Cristian
Mazza, Presidente de la Fundación Consenso Salud, y a los entes que
representan, por la oportunidad de este seminario que, con el auspicio de la
Pontificia Academia para la Vida, se organiza para afrontar temas del ámbito de
la salud que tienen gran relieve en la sociedad, desde una reflexión ética basada
en el Magisterio de la Iglesia.
Los responsables de las instituciones asistenciales me
dirán, con razón, que no se pueden hacer milagros y hay que asumir que el
balance coste-beneficio supone una distribución de los recursos, y que las
asignaciones vienen condicionadas además por infinidad de cuestiones médicas, legales,
económicas, sociales y políticas, además de éticas.
Sin embargo, un milagro no es hacer lo imposible; el milagro
es encontrar en el enfermo, en el desamparado que tenemos delante, a un
hermano. Estamos llamados a reconocer en el receptor de las prestaciones el
inmenso valor de su dignidad como ser humano, como hijo de Dios. No es algo que
pueda, por sí solo, deshacer todos los nudos que objetivamente existen, en los
sistemas, pero creará en nosotros la disposición de desatarlos en la medida de
nuestras posibilidades y, además, dará paso a un cambio interior y de
mentalidad en nosotros y en la sociedad.
Esta conciencia —si está profundamente arraigada en el
substrato social— permitirá que se creen las estructuras legislativas,
económicas, médicas necesarias para afrontar los problemas que vayan surgiendo.
Las soluciones no tienen por qué ser idénticas en todos los momentos y
realidades, pero pueden gestarse con la combinación entre lo público y privado,
legislación y deontología, justicia social e iniciativa empresarial. El
principio inspirador de este trabajo no puede ser otro que la búsqueda del
bien. Este bien no es un ideal abstracto, sino una persona concreta, un rostro,
que muchas veces sufre. Sean valientes y generosos en las intenciones, planes y
proyectos y en el uso de los medios económicos y tecno-científicos. Aquellos
que se beneficien, especialmente los más pobres, sabrán apreciar sus esfuerzos
e iniciativas.
La segunda palabra es cuidado. Curar a los enfermos no es
simplemente la aséptica aplicación de medicamentos o terapias apropiadas. Ni
siquiera su sentido primigenio se limita a buscar el restablecimiento de la
salud. El verbo latino “curare” quiere decir: atender, preocuparse, cuidar,
hacerse responsable del otro, del hermano. De eso tendríamos que aprender mucho
los “curas”, pues para eso nos llama Dios. Los curas estamos para cuidar,
curar.
Esa disposición del agente sanitario es importante en todos
los casos, pero tal vez se percibe con mayor intensidad en los cuidados paliativos.
Estamos viviendo casi a nivel universal una fuerte tendencia a la legalización
de la eutanasia. Sabemos que cuando se hace un acompañamiento humano sereno y
participativo, el paciente crónico grave o el enfermo en fase terminal percibe
esta solicitud. Incluso en esas duras circunstancias, si la persona se siente
amada, respetada, aceptada, la sombra negativa de la eutanasia desaparece o se
hace casi inexistente, pues el valor de su ser se mide por su capacidad de dar
y recibir amor, y no por su productividad.
Es necesario que los profesionales de la salud y cuantos se
dedican a la asistencia sanitaria se comprometan en una continua actualización
de las necesarias competencias, de modo que siempre puedan responder a la
vocación como ministros de la vida. La Nueva Carta de los Agentes Sanitarios
(NCAS) es un útil instrumento de reflexión y trabajo para ustedes, y es un
elemento que puede ayudar en el diálogo entre las iniciativas y proyectos
privados y estatales, nacionales e internacionales. Este diálogo y trabajo
conjunto enriquece concretamente las prestaciones de salud y sale al encuentro
de tantas necesidades y emergencias sanitarias de nuestro pueblo
latinoamericano.
La tercera palabra es confianza, que podemos distinguir en
varios ámbitos. Ante todo, como ustedes saben, es la confianza del propio
enfermo en sí mismo, en la posibilidad de curarse, pues ahí estriba gran parte
del éxito de la terapia. No menos importante es para el trabajador poder
realizar su función en un entorno de serenidad, y ello no puede separarse de
saber que está haciendo lo correcto, lo humanamente posible, en función de los
recursos a disposición. Esta certeza se debe basar en un sistema sostenible de
atención sanitaria, en el que todos los elementos que lo conforman, regidos por
la sana subsidiariedad, se apoyan unos en otros para responder a las
necesidades de la sociedad en su conjunto, y del enfermo en su singularidad.
Ponerse en las manos de una persona, sobre todo cuando está
en juego la vida, es muy difícil; sin embargo, la relación con el médico o
enfermero se ha fundamentado siempre desde la responsabilidad y la lealtad.
Hoy, por la burocratización y complejidad del sistema sanitario, corremos el
riesgo de que los términos del “contrato” sean los que establezcan esa relación
entre el paciente y el agente sanitario, rompiendo de esta manera esa
confianza.
Debemos seguir luchando por mantener íntegro este vínculo de
profunda humanidad, pues ninguna institución asistencial puede por sí sola
sustituir el corazón humano ni la compasión humana (cf. S. Juan Pablo II, M.P.
Dolentium hominum, 11 febrero 1985; NCAS, 3). Por tanto, la relación con el
enfermo exige respeto a su autonomía y una fuerte carga de disponibilidad,
atención, comprensión, complicidad y diálogo, para ser expresión de un
compromiso asumido como servicio (cf. NCAS, 4).
Los animo en su tarea de llevar a tantas personas y a tantas
familias la esperanza y la alegría que les falta. Que nuestra Virgen santa,
Salud de los Enfermos, los acompañe en sus ideales y trabajos, y ella que supo
acoger la Vida, Jesús, en su seno, sea ejemplo de fe y de valentía para todos
ustedes. Desde mi corazón, los bendigo a todos. Que Dios Padre de todos les dé
a cada uno la prudencia, el amor, la cercanía al enfermo para poder cumplir su
deber con grande humanidad. Y por favor, no se olviden de rezar por mí.
Gracias. Fuente: Zenit.