10 de octubre de 2018

DIOS NOS LLAMA A LA SANTIDAD. ¿CUÁLES SON LOS ENEMIGOS?


10 de octubre 2018. La santidad es el objetivo esencial de nuestra vida cristiana, la meta a la que están llamados los fieles de cualquier condición. Es el mensaje fundamental del Concilio Vaticano II a todo el pueblo de Dios. (Lumen Gentium 40). 
            Encuentro de formación para los sacerdotes de la Arquidiócesis de Ibagué, se llevó a cabo en las instalaciones del Seminario Mayor, el día 4 de octubre año 2018.  Tema expuesto por el padre; Luis Jonathan Villamizar Andrade.  A continuación publico los apuntes que tomé en dicho encuentro. Los Textos propuestos por el santo Padre, Francisco en su exhortación apostólica “Gaudete et exsultate” del 19 de marzo del año 2018.  Padre, Jairo Yate Ramírez.
 No hay por qué tenerle miedo a la santidad. No quita fuerzas, vida o alegría. Todo lo contrario, porque llegarás a ser lo que el Padre pensó cuando te creó y a reconocer nuestra propia dignidad (Gaudete et exsultate, 31).   

            Existen enemigos de la santidad en la vida de una persona.  Dos grandes retos a superar en nuestra vida son: El Gnosticismo y el Pelagianismo. 

Cuando se trata de tener una actitud gnóstica, estamos frente a una persona donde predomina el YO intelectual, todo lo puede gracias a sus conocimientos, no necesita de la ayuda divina. Dice la definición: Mientras que el judaísmo y el cristianismo y casi todos los sistemas paganos, mantienen que el alma alcanza sus propios fines por la obediencia de la mente y la voluntad al poder supremo, es decir, por medio de la fe y las obras, es una forma notable y peculiar del gnosticismo que pone la salvación del alma solamente en la posesión de un conocimiento cuasi intuitivo de los misterios del universo y en unas fórmulas mágicas indicativas de ese conocimiento” Dice el Papa Francisco: Con frecuencia se produce una peligrosa confusión: creer que porque sabemos algo o podemos explicarlo con una determinada lógica, ya somos santos, perfectos, mejores que la «masa ignorante». A todos los que en la Iglesia tienen la posibilidad de una formación más alta, san Juan Pablo II les advertía de la tentación de desarrollar «un cierto sentimiento de superioridad respecto a los demás fieles» . Pero en realidad, eso que creemos saber debería ser siempre una motivación para responder mejor al amor de Dios, porque «se aprende para vivir: teología y santidad son un binomio inseparable» (Gaudete et exsultate, 45).

            Si pensamos en el Pelagianismo. Lo primero es la definición de la doctrina: Pelagio, Negaba la existencia del pecado original, falta que habría afectado sólo a Adán, por tanto la humanidad nacía libre de culpa y una de las funciones del bautismo, limpiar ese supuesto pecado, quedaba así sin sentido. Además, defendía que la gracia no tenía ningún papel en la salvación, sólo era importante obrar bien siguiendo el ejemplo de Jesús.


 Encontramos personas donde prevalece el Yo pero en su voluntad.  Las personas confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a los demás por cumplir determinadas normas: “El Catecismo de la Iglesia Católica también nos recuerda que el don de la gracia «sobrepasa las capacidades de la inteligencia y las fuerzas de la voluntad humana», y que «frente a Dios no hay, en el sentido de un derecho estricto, mérito alguno de parte del hombre. Entre él y nosotros la desigualdad no tiene medida». Su amistad nos supera infinitamente, no puede ser comprada por nosotros con nuestras obras y solo puede ser un regalo de su iniciativa de amor. Esto nos invita a vivir con una gozosa gratitud por ese regalo que nunca mereceremos, puesto que «después que uno ya posee la gracia, no puede la gracia ya recibida caer bajo mérito». Los santos evitan depositar la confianza en sus acciones: «En el atardecer de esta vida me presentaré ante ti con las manos vacías, Señor, porque no te pido que lleves cuenta de mis obras. Todas nuestras justicias tienen manchas a tus ojos» (Gaudete et exsultate 54).

El santo Padre Francisco, advierte en su exhortación apostólica un conjunto de 6 actitudes que son contrarias y nocivas para poder llevar una vida sana espiritual: 
Ø  El egoísmo o interés:  “La justicia que propone Jesucristo no es como la que busca el mundo, manchada por intereses mezquinos, manipulada para un lado o para otro” (Gaudete et exsultate, 78)
Ø  El Consumismo:  “Puede jugarnos una mala pasada, porque en la obsesión por pasarla bien, terminamos excesivamente concentrados en nosotros mismos. °°° pobres, insatisfechos que quieren probarlo todo y tenerlo todo °°°° (Gaudete et exsultate, 108).
Ø  Éxito y placeres:  “°°° No se puede caer en la tentación de buscar la seguridad interior en el éxito, en placeres vacíos, en posesiones, en dominio sobre los demás °°°” (Gaudete et exsultate, 121).
Ø  Bombardeo Mediático: “°°° Hay que estar atentos al consumo de la información superficial, las formas de comunicación rápida y virtual” (Gaudete et exsultate, 108).
Ø  Violencia verbal y virtual: No es beneficioso dejarse llevar por la violencia verbal a través de la Internet, redes sociales, foros, espacios etc.”  (Gaudete et exsultate, 115).
Ø  La injusticia: No se puede pretender ser santo, mientras se ignore la injusticia de este mundo, unos festejan, otros gastan alegremente”  (Gaudete et exsultate, 101).

Hay que pensar en un proyecto de vida, hacia la santidad.  El mundo moderno no ofrece espacios para una vida santa, agradable a Dios, útil para la sociedad. Es un mundo controvertido en sus ideas, en sus planteamientos éticos y morales, en sus comportamientos.
      Nuestro proyecto de vida debe contener las siguientes advertencias: 
Ø  No desconocer lo que nosotros somos. Cuando no existe un reconocimiento de nuestros límites como seres humanos, eso impide que la gracia de Dios, actúe en nosotros. El Papa Francisco dijo en alguna oportunidad: Quien no se reconoce pecador delante de Dios, no logrará su objetivo de santidad. Cf.  (Gaudete et exsultate, 50)
Ø  Han que estar vigilantes ante la corrupción espiritual. El Papa Francisco también habla de la mundanidad espiritual. “La corrupción espiritual es peor que la caída de un pecador, porque se trate de una ceguera cómoda y autosuficiente, donde todo termina pareciendo ilícito” (Gaudete et exsultate, 164-165). 
Ø  La vanidad y el orgullo, lesionan fuertemente el camino hacia la santidad de vida. “Un santo no es alguien raro, lejano, que se vuelve insoportable por su vanidad, su negatividad y sus resentimientos”. (Gaudete et exsultate, 93)
Ø  Sentirse satisfecho de sí mismo, se puede convertir como una piedra en el zapato, para lograr una vida en santidad.  “Cuando el corazón se siente rico, está tan satisfecho de sí mismo, que no tiene espacio para la Palabra de Dios, para amar a los demás, ni para gozar de las cosas más grandes de la vida” (Gaudete et exsultate, 68).
Ø  La doblez, la mentira y la falsedad, se oponen a una personalidad sana.  “Lo que más hay que cuidar es el corazón” (Proverbios 4,23) (Gaudete et exsultate, 84).
Ø  La tristeza y la ingratitud, no son signos de santidad. Uno se vuelve incapaz de reconocer los regalos de Dios” (Gaudete et exsultate, 126).
Ø  La ausencia del silencio, impiden la meditación, la reflexión personal, la contemplación.  “Todo se llena de palabras, de disfrutes epidérmicos y de ruidos con una velocidad siempre mayor. (Gaudete et exsultate, 29).
Ø  La mediocridad, como algo escaso de valor o hecho con el mínimo esfuerzo. Dice el Papa Francisco: “Nadie resiste si opta por quedarse en un punto muerto, si se conforma con poco o deja de soñar °°°” (Gaudete et exsultate, 163).
Ø  Absolutizar el tiempo libre, eso desnaturaliza la experiencia espiritual. Utilizar sin límites, los dispositivos modernos, las redes, etc.  (Gaudete et exsultate, 30).
Ø  Las críticas y las habladurías. Personas que se dedican a criticar, a destruir a los demás, a cambiar el contenido de lo que escuchan, a exagerar la situación de los demás. Ese tipo de vida tan común en nuestra cultura, no es medio para la santidad de vida.  (Gaudete et exsultate, 87). 


HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO, SOBRE LA SANTIDAD
“Es un camino sencillo, no volver atrás, sino ir, siempre adelante”.

Para el Papa Francisco la santidad no se compra, no se gana con las propias fuerzas, sino que es “simplemente de todos los cristianos” y aquella “que debemos hacer todos los días”. En la Misa que celebró en la Casa Santa Marta, el Pontífice dedicó la homilía a la santidad. "La santidad no se compra. Ni la ganan las mejores fuerzas humanas. No, la santidad sencilla de todos los cristianos, la nuestra, aquella que debemos hacer todos los días – afirmó el Papa – es un camino que se puede hacer sólo si lo sostienen cuatro elementos imprescindibles, a saber: coraje, esperanza, gracia y conversión".

Francisco comentó la lectura del día de Pedro, que definió como un “pequeño tratado sobre la santidad”, que es “caminar en la presencia de Dios de modo irreprochable”.

Coraje:
“Este caminar, la santidad es un camino, la santidad no se puede comprar, no se vende. Tampoco se regala. La santidad es un camino en la presencia de Dios que debo hacer yo: no puede hacerlo otro en mi nombre”, dijo. “Puedo orar para que el otro sea santo, pero el camino debe hacerlo él, no yo. Caminar en la presencia de Dios, de modo irreprochable. Y yo usaré hoy algunas palabras que nos enseñan como es la santidad de cada día, esa santidad –digamos- también anónima. Primero: coraje, el camino hacia la santidad requiere valentía”, explicó.

Esperanza:
Sobre esto mismo, manifestó que “el Reino de los Cielos de Jesús” es para aquellos “que tienen el coraje de ir adelante” y a su vez es movido por la “esperanza”.

Gracia
“La santidad no podemos hacerla nosotros solos. No, es una gracia. Ser bueno, ser santo, dar todos los días un paso adelante en la vida cristiana es una gracia de Dios y tenemos que pedirla”. “La valentía es un camino. Un camino que se debe hacer con coraje, con la esperanza y con la esperanza y con la disponibilidad de recibir esta gracia. Y la esperanza: la esperanza del Camino”, expresó Francisco.

Conversión:
El Papa habló también de la importancia de cambiar el corazón: “la conversión, todos los días: ‘Ah, Padre, para convertirme debo hacer penitencia, darme golpes…’. ‘No, no, no: conversiones pequeñas. Pero si tú eres capaz de no hablar a espaldas del otro, es un buen camino para ser santo’”. “¡Es así de simple!”, dijo para concluir. “Yo sé que vosotros nunca habláis mal a espaldas de los otros, ¿verdad? Pequeñas cosas… Tengo ganas de criticar al vecino, al compañero de trabajo: morderse la lengua un poco. Se hará un poco grande la lengua, pero vuestro espíritu será más santo en este camino”.  Por tanto, “el camino de la santidad es sencillo. No volver atrás, sino ir siempre adelante. Y con fortaleza”, terminó.  Fuente: Homilía publicada por Aciprensa com noticias, sala de redacción.