17 de octubre 2018. El insulto y el deprecio, hacen mal a la
dignidad de los demás. Catequesis del Papa Francisco: Queridos hermanos y
hermanas, ¡buenos días! Hoy me gustaría continuar con la catequesis sobre la
Quinta Palabra del Decálogo, "No matarás". Ya hemos subrayado cómo
este mandamiento revela que a los ojos de Dios la vida humana es preciosa,
sagrada e inviolable. Nadie puede despreciar la vida de los demás o la suya
propia; de hecho, el hombre lleva dentro de sí la imagen de Dios y es el objeto
de su amor infinito, cualquiera sea la condición en la que ha sido llamado a la
existencia.
Y sería hermoso que esta enseñanza de Jesús entrase en la
mente y en el corazón, y que cada uno de nosotros dijese: “Nunca insultaré a
nadie”. Sería un buen propósito porque Jesús dice: “Mira, si desprecias, si
insultas, si odias, eso es homicidio”. Ningún código humano equipara actos tan
diferentes asignándoles el mismo grado de juicio. Y de manera coherente, Jesús
nos invita incluso a interrumpir la ofrenda del sacrificio en el templo si
recordamos que un hermano está ofendido contra nosotros, para ir a buscarlo y
reconciliarnos con él. También nosotros, cuando vamos a misa, tendríamos que
tener esta actitud de reconciliación con las personas con las que hemos tenido
problemas.
También si hemos pensado mal de ellos, si les hemos
insultado. Pero tantas veces, mientras esperamos a que venga el sacerdote a
decir misa, se chismorrea y hablamos mal de los demás. Pero es algo que no se
puede hacer. Pensemos en la gravedad del insulto, del desprecio, del odio:
Jesús los coloca en la línea del asesinato. ¿Qué quiere decir Jesús al extender
el campo de la Quinta Palabra hasta este punto? El hombre tiene una vida noble,
muy sensible, y posee un yo recóndito no menos importante que su ser físico. De
hecho, para ofender la inocencia de un niño es suficiente una frase inoportuna.
Para herir a una mujer basta un gesto de frialdad.
Para romper el corazón de un joven es suficiente negarle la
confianza. Para aniquilar a un hombre, basta ignorarlo. La indiferencia mata.
Es como decir a la otra persona: “Tú, para mí, estás muerto”, porque lo has
matado en tu corazón. No amar es el primer paso para matar; Y no matar es el
primer paso para amar.
En la Biblia, al principio, se lee aquella frase terrible
salida de la boca del primer asesino, Caín, después de que el Señor le pregunta
dónde está su hermano. Caín responde: "No lo sé. ¿Soy yo acaso el guardián
de mi hermano? "(Génesis 4: 9) [1] Así hablan los asesinos: "No me concierne
", “Son asuntos tuyos " y cosas parecidas. Intentemos responder a
esta pregunta: ¿Somos los guardianes de nuestros hermanos? ¡Sí, lo somos!
¡Somos custodios el uno del otro! Y este es el camino de la vida, es el camino del
no asesinato. La vida humana necesita amor. ¿Y cuál es el amor auténtico? Es el
que Cristo nos mostró, es decir, la misericordia. El amor del que no podemos
prescindir es el que perdona, el que acoge a quienes nos han hecho daño.
Ninguno de nosotros puede sobrevivir sin misericordia, todos
necesitamos el perdón. Entonces, si matar significa destruir, suprimir,
eliminar a alguien, entonces no matarás significará curar, valorar, incluir. Y
perdonar. Nadie puede engañarse a sí mismo pensando: "Estoy bien porque no
hago nada malo". Un mineral o una planta tienen este tipo de existencia,
un hombre no. Una persona –un hombre o una mujer- no. A un hombre o a una mujer
se le pide algo más.
Hay bien por hacer, preparado para cada uno de nosotros,
cada uno el suyo, el que nos hace nosotros mismos hasta el final. "No
matarás" es una llamada al amor y a la misericordia, es una llamada a
vivir de acuerdo con el Señor Jesús, que dio su vida por nosotros y por
nosotros resucitó. Una vez repetimos todos juntos, aquí en la Plaza, una frase
de un santo sobre esto. Quizás nos ayude: “Está muy bien no hacer el mal, pero
está muy mal no hacer el bien”. Siempre tenemos que hacer el bien. Ir más allá.
Él, el Señor, que encarnándose santificó nuestra existencia; Él, que con su
sangre la hizo inestimable; Él, "el autor de la vida" (Hechos 3:15),
gracias al cual cada uno es un don del Padre. En él, en su amor más fuerte que
la muerte, y mediante la potencia del Espíritu que el Padre nos da, podamos
acoger la Palabra "No matarás" como el llamamiento más importante y
esencial: es decir, “No matarás”, significa una llamada al amor. Fuente:
Aciprensa.