5 de abril 2019. Monseñor. Luis José Rueda Aparicio -
Diversos signos ponen de manifiesto que existe una degradación del ambiente
humano y social, el primero de ellos es la subvaloración de la vida humana, el
segundo la perdida de la verdad social, el tercero el crecimiento de una
economía sin ética y finalmente pretender un desarrollo social sin
espiritualidad.
Estos cuatro signos son generadores de una realidad social
compleja y en degradación. Levantamos la voz y hacemos un llamado a hombres y
mujeres de toda raza y condición social, al análisis responsable y a la
búsqueda de soluciones que sanen las causas profundas de la enfermedad social y
no solamente a los síntomas.
En las luchas por la vida,
nada contra la vida humana:
En distintas regiones del País, en zonas rurales y urbanas,
constatamos con dolor que la vida humana se ha banalizado en extremo. Por tal
razón es oportuno que, como seguidores de Jesucristo, promovamos y anunciemos
con valentía, el Evangelio de la vida: “Trabajar en favor de la vida es
contribuir a la renovación de la sociedad mediante la edificación del bien
común. En efecto, no es posible
construir el bien común sin reconocer y tutelar el derecho a la vida, sobre el
que se fundamentan y desarrollan todos los demás derechos inalienables del
ser humano. Ni puede tener bases sólidas una sociedad que —mientras afirma
valores como la dignidad de la persona, la justicia y la paz— se contradice
radicalmente aceptando o tolerando las formas más diversas de desprecio y
violación de la vida humana sobre todo si es débil y marginada”. (Evangelium
Vitae No. 101)
Cuando la vida de la persona humana está en primer lugar,
tanto en la conciencia de los ciudadanos como en las decisiones del Estado, se
nos presentan diversos desafíos: Promover y defender la familia como célula
vital de la sociedad; darle importancia
al sistema de salud para todos; trabajar para que la educación propenda por la
madurez integral de niños, adolescentes y jóvenes; educar en la valoración de
la sexualidad humana con responsabilidad; luchar abiertamente contra la trata
de personas; defender la vida frente a
toda forma de atentados; prevenir de
manera efectiva la drogadicción y las causas del suicidio; cuidar la casa común
uniendo a todas las personas en la búsqueda del desarrollo sostenible e
integral.
El respeto a la vida de todas las personas, aún de quienes
piensan distinto, es el criterio fundamental de cualquier lucha social: “Sólo
el respeto de la vida puede fundamentar y garantizar los bienes más preciosos y
necesarios de la sociedad, como la democracia y la paz” (Evangelium Vitae No.
101)
La verdad es el fundamento
del diálogo social:
Los conflictos sociales generalmente presentan varios
componentes políticos, económicos, ambientales, culturales, etc; de esta manera
la solución de un conflicto requiere buscar la raíz originarte, discernir las
posibles soluciones, y asumir los compromisos del futuro, para no caer una y
otra vez en lo mismo. Lo anterior supone la búsqueda social de la verdad. “El
desarrollo, el bienestar social, una solución adecuada de los graves problemas
socioeconómicos que afligen a la humanidad, necesitan esta verdad. Y necesitan
aún más que se estime y dé testimonio de esta verdad”. (Caritas in veritate No.5)
Existe el grave peligro de confundir la verdad con los
poderes, de tal manera que quien tiene más poder, supuestamente es poseedor de
la mayor verdad. “Sin verdad, sin confianza y amor por lo verdadero, no hay conciencia y
responsabilidad social, y la actuación social se deja a merced de intereses
privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores sobre la sociedad,
tanto más en una sociedad en vías de globalización, en momentos difíciles como
los actuales”. (Caritas in veritate No.5)
Además, las denominadas “verdades a medias” conducen a la
soberbia de la ideología, porque no responden a los más profundos interrogantes
del ser humano, y muchas veces pretenden ser impuestas como máximas verdades. Buscar la verdad social y vivirla nos hace
libres, evita que caigamos en el despotismo, en la manipulación de los
medios de comunicación, en la corrupción y en la polarización estéril. La
polarización sociopolítica, tiene un alto componente de mentira social
presentada como verdad. El único camino para superar la polarización es el
esfuerzo permanente de todos por buscar y vivir la verdad social.
Cuando los diálogos sociales o los debates públicos se
fundamentan en la verdad, crece la confianza, se valora la parte de verdad que
el otro tiene, se vive la cultura de la transparencia, se construye el bien
común.
Sólo la economía con
ética conduce al desarrollo humano integral:
Cuando la economía va a la par con la ética, se garantiza
que la economía sea justa, solidaria y esté al servicio del ser humano, lo
libere y no lo esclavice de ninguna manera.
Desafortunadamente la economía infectada por el narcotráfico
produce una falsa economía, es una narco – economía, con posibilidad de
acumulación rápida. Las mafias mueven el dinero en las regiones, compran
servicios de grupos armados ilegales para imponerse a la fuerza en los
territorios, se aprovechan de las personas y las explotan, generan una economía
falsa y sin ética, que tiende a la satisfacción de necesidades inmediatas, pero
que no conduce al progreso integral, ni a responder a las necesidades básicas
de las personas y las comunidades.
Además, la narco – economía, destruye la casa común,
desprecia la agricultura limpia, destruye la solidaridad de los pobres, infla
los precios en el comercio, y crea una cultura de lo superfluo con una buena
dosis de vanidad. El narcotráfico es una
de las causas estructurales de la pobreza y subyace en el fondo de muchos
conflictos sociales.
El desarrollo integral
requiere espiritualidad:
El desarrollo integral requiere la dimensión espiritual como
fundamento, sólo así, se garantiza que dicho desarrollo permita el crecimiento
de la persona humana en su totalidad. La espiritualidad de comunión, que es la
espiritualidad de la Iglesia, es ante todo la conciencia de las relaciones
permanentes de la persona: consigo misma, con las demás personas, con Dios y
con la creación.
“El desarrollo necesita cristianos con los brazos levantados
hacia Dios en oración, cristianos conscientes de que el amor lleno de verdad,
del que procede el auténtico desarrollo, no es el resultado de nuestro esfuerzo
sino un don. Por ello, también en los momentos más difíciles y complejos,
además de actuar con sensatez, hemos de volvernos ante todo a su amor. El
desarrollo conlleva atención a la vida espiritual, tener en cuenta seriamente
la experiencia de fe en Dios, de fraternidad espiritual en Cristo, de confianza
en la Providencia y en la Misericordia divina, de amor y perdón, de renuncia a
uno mismo, de acogida del prójimo, de justicia y de paz. Todo esto es
indispensable para transformar los «corazones de piedra» en «corazones de
carne», y hacer así la vida terrena más «divina» y por tanto más digna del
hombre”. (Caritas in veritate No. 79)
La espiritualidad de comunión nos confirma en la misión como
servidores del Reino de Dios. En medio
de los difíciles conflictos sociales, seguiremos caminando, sufriendo y orando
con nuestras comunidades, porque a pesar de todo, tenemos viva la esperanza en
el respeto la vida humana, en el diálogo social fundamentado en la verdad, y en
la economía al servicio de la persona humana. Es una esperanza en la vida nueva
que Jesucristo nos da y que nosotros estamos llamados a acoger en las
relaciones sociales.
Con el aporte sincero y perseverante de todos, podremos
salir de nuestros conflictos, creciendo en la calidad de nuestro ambiente
humano y social. Saldremos reconciliados y trabajando unidos por el bien común.
Nos anima y fortalece Jesucristo el Señor cuando nos dice: “Tengan valor: Yo he
vencido, al mundo” (Juan 16,33). + Luis José Rueda Aparicio. Arzobispo de
Popayán. Fuente: Conferencia Episcopal de Colombia.