23 de abril 2019. Una Iglesia sin dolientes. Monseñor.
Froilán Tiberio Casas Ortiz - Una de las diferencias prácticas entre un
cristiano católico y uno protestante está en que aquél vive criticando a su
sacerdote y éste nunca habla mal de su pastor. ¡Ah! La carne de cura, ¡qué cosa
tan buena!, ¿verdad? No cabe duda que los creyentes cristianos esperan que sus
ministros sean personas dignas de toda prueba. Eso está bien. Pero, por favor, los presbíteros son personas de carne y
hueso igual que ustedes, tenemos la misma materia prima, -claro que esto no
justifica los pecados cometidos-.
Los escándalos de desórdenes sexuales de algunos clérigos
han llevado a poner en la picota a todos los ministros ordenados, ¡qué horror!
Pareciera que se ha etiquetado a todo eclesiástico por el terrible crimen,
siempre censurable, de la pedofilia. Es claro que los niños merecen el más
profundo respeto, que se deben tratar con guante blanco. También es claro que
el religioso que haya caído en este terrible flagelo debe ir a la cárcel sin
dilación. Igualmente, debe tenerse en cuenta que se espera de los eclesiásticos
una conducta sexual y moral en general, intachable. Pero de ahí a calificar a
todo sacerdote de pedófilo hay un abismo enorme.
A los sacerdotes les pasa lo de los aviones: en este momento
circulan por el firmamento centenares de aeronaves y gracias a Dios, en el
momento no hay accidentes aéreos. Por fortuna, todo marcha normal. ¡Ah! El día
en que haya un accidente aéreo es noticia de primera página. Algo similar pasa
con los sacerdotes: viven en el silencio de su ministerio visitando enfermos y
ancianos en el lecho del dolor, visitando barrios y veredas, llegando
muchas veces a donde el Estado nunca
hace presencia, asumiendo peligros de ríos, de climas inhóspitos; encuentro a sacerdotes
organizando “tamaladas” para levantar fondos para la construcción, ora de un
templo, ora de un salón parroquial para la catequesis, de una casa parroquial
(que nunca van a “disfrutar” porque los trasladan). Encuentro a sacerdotes
abnegados recorriendo valles, montañas y caminos sinuosos en búsqueda de la
oveja perdida; encuentro a sacerdotes organizando a los niños en infancia
misionera; sacerdotes liderando procesos de paz y de reinserción sin ningún
protagonismo y publicidad; encuentro a sacerdotes acompañando a las parejas
matrimoniales y a los jóvenes y … esto no es noticia. Pero, … caiga uno y verá
lo que pasa: llegan rayos y centellas,
sobre todo de quienes menos autoridad moral tienen. Si un laico o seglar
cae en el horrible delito de la pederastia se le califica de abusador sexual,
si es un sacerdote entonces, es pedófilo.
Invito al lector a tener en cuenta estas estadísticas. ¿En
dónde ocurre el abuso de los niños? Leía en un medio informativo que, el 63% de
los casos de pedofilia ocurren en el ambiente familiar: padrastros, padres,
hermanos, tíos, primos, etc. El 13% en el ambiente de barrio y pandillas
juveniles. El 17% en el ambiente escolar; el 07% en el ambiente laboral y
social. ¿En qué porcentaje está el número de eclesiásticos? En el 02%. Claro si
cae en los medios un caso de pedofilia, ¡ah!, la mejor “chiva”. Por otra parte,
la única institución en el mundo que
combate abiertamente la pedofilia y ha elaborado diferentes instrumentos
jurídicos y canónicos para condenar la pedofilia, es la Iglesia Católica.
Los papas san Juan Pablo II, Benedicto XVI y actualmente el
papa Francisco han expedido distintos documentos en donde además de condenar la
pederastia, la combaten agresivamente: los abusos sexuales han sido, en los
últimos tiempos, combatidos de forma contundente. Para enunciar algunos:
Sacramentorum sanctitatis tutela, en donde se reserva a la Congregación de la
Doctrina de la Fe los casos de abusos a menores por parte de los clérigos, año
2001; Delicta graviora, año 2010 en donde se
exhorta a tener cero tolerancia frente a estos execrables abusos. El papa
Francisco convocó a los Señores presidentes de las conferencias episcopales en
febrero de 2019 para analizar el problema y establecer aún más, directrices
claras en favor de la tutela de los niños y la reparación a las víctimas.
Tenemos un Código de Menores que ha sido adoptado, con algunos ajustes en cada
diócesis para combatir el terrible flagelo que avergüenza a la Iglesia. Ahora
todo sacerdote, religioso, personal colaborador cercano a la pastoral parroquial,
debe firmarlo.
Cada obispo ha dictado medidas aún más concretas y tajantes
sobre el respeto a los niños y la exigencia de cuidar con suma delicadeza y
trasparencia el apostolado con los niños. ¿Qué entidad del sector público o
privado está implementando herramientas similares para combatir los abusos
sexuales contra los niños? A la Iglesia es a la única que se le condena
patrimonialmente por los delitos de abuso sexual contraído individualmente por
alguno de sus miembros. ¿Qué tal que se demandara al Estado por la pedofilia de
algunos de sus funcionarios? Háblese de ministerio de Educación Nacional (los
ambientes escolares), gobernaciones, alcaldías, Fuerzas Armadas, hospitales,
albergues infantiles manejados por el ICBF, etc. Sencillamente no alcanzarían
los recursos del Estado para indemnizar a tantas víctimas. + Froilán Tiberio
Casas Ortiz. Obispo de Neiva (en Colombia). Fuente: Conferencia Episcopal de Colombia.