11 de abril de 2019

UN SACERDOTE DEBE LLEVAR UNA VIDA SANTA.


11 de abril 2019. Un sacerdote debe llevar una vida santa. Esa es la propuesta del Padre celestial: “Sean santos como yo soy santo”. Es la oración del Hijo de Dios, invitando a todos sus seguidores a llevar una vida santa y agradable a los demás. (cf. Juan 17, 9-17).   Así inició su ponencia, Monseñor Flavio Calle Zapata, Arzobispo emérito de la Arquidiócesis de Ibagué. El motivo del encuentro, fue la preparación espiritual de los sacerdotes, para la celebración de la Semana Mayor. El lugar del encuentro, fue el Seminario Mayor en Ibagué. El día 11 de abril 2019 a las 9.00 am A continuación, presento los apuntes que tomé en este encuentro.  Padre, Jairo Yate Ramírez.  Arquidiócesis de Ibagué. 
Poniendo el énfasis en el discurso sacerdotal de Jesús de Nazareth, según la versión del Evangelio según san Juan.
El mayor deseo del Nazareno es que los sacerdotes seamos santos, llevemos una vida santa, que nuestro quehacer y caminar, sean los de un hombre que está muy cerca de Dios y no defrauda a todos aquellos que lo conocen.  El evangelista traza el camino a seguir: “"No te pido que los saques del mundo, sino que los guardes del mal. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad: tu palabra es la verdad." (Juan 17, 15-17). Los sacerdotes se van santificando en la medida que asimilan la verdad. Y ¿cuál es la verdad?. Su ser, lo que son. Sacerdotes consagrados por Dios, para que brillen por su santidad de vida, su buen ejemplo ante los demás, su caridad, su sentido mismo de Iglesia. La misma Iglesia, es santa, porque Dios es santo. 

El mundo necesita sacerdotes que comprendan esa misión. Los mismos sacerdotes, no deben permitir que lastimen su ser sacerdotal, los males que circulan en el mundo. Afirmaba, Monseñor Flavio: “el mundo de la lujuria, el materialismo, la indiferencia, todo aquello que ridiculice lo noble y santo del sacerdocio. Las diversas formas de pecado”.  Es muy de la sabiduría del sacerdote; estar en mundo pero no ser del mundo.  Fórmulas mágicas, no existen, como para decir el remedio es este exactamente. Los sacerdotes debemos enfrentar los retos del mundo, encontrar la solución, hay que buscar siempre vivir bajo las luces del Espíritu Santo. Permitir que el Espíritu divino, navegue fácilmente en el ser y quehacer sacerdotal.  Monseñor Flavio recomienda: “Vivir íntimamente unidos al sacramento de la Eucaristía. Vivir un sacerdocio en la alegría. Ser muy creativos, en el ejercicio del ministerio”. No hay que olvidar, que somos configurados con Cristo, somos cabeza, Cristo es la cabeza de la Iglesia.

Los sacerdotes no podemos engañarlo a él ni defraudar a la sociedad. Una gran verdad es, que gracias a nosotros los sacerdotes, Dios derrama abundantes bendiciones en los fieles. Ellos esperan mucho de nosotros, ellos ven en nosotros una realidad divina. En la medida en que un sacerdote se aleja de la Gracia de Dios, se convierte en un obstáculo, para la vida de la Iglesia, para la sociedad, para la misma dimensión de ser un pastor de almas. Se produce una gran tristeza en la Iglesia, en la misma sociedad creyente, cuando un sacerdote no lleva una vida santa, está en el camino equivocado, no es modelo para todos aquellos que creen en Cristo. Al contrario, Aparece una gran alegría, cuando la sociedad, ve en sus sacerdotes, hombres de vida sana. Hombres consagrados, que permiten que circule y corra la gracia de Dios, como un canal de vida en la Gracia. Bien lo advertía san Pablo en sus cartas, a todos aquellos que representan a Cristo o trabajan en la obra del Señor:  “"Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús a que viváis como conviene que viváis para agradar a Dios, según aprendisteis de nosotros, y a que progreséis más. Sabéis, en efecto, las instrucciones que os dimos de parte del Señor Jesús. Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación" (1 Tesalonicenses 1-3). El apóstol insiste en la santificación personal: “"Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma. La fornicación, y toda impureza o codicia, ni siquiera se mencione entre vosotros, como conviene a los santos." (Efesios 1-3). 

La constitución dogmática sobre la Iglesia “Lumen Gentium” en el ambiente del Concilio Vaticano II, en su capítulo 5, propone la vocación a la santidad, de una manera universal.  Nos recuerda a todos los bautizados que debemos aspirar a llevar una vida santa, en todos los géneros de vida y ocupaciones: “Una misma es la santidad que cultivan, en los múltiples géneros de vida y ocupaciones, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, y obedientes a la voz del Padre, adorándole en espíritu y verdad, siguen a Cristo pobre, humilde y cargado con la cruz, a fin de merecer ser hechos partícipes de su gloria. Pero cada uno debe caminar sin vacilación por el camino de la fe viva, que engendra la esperanza y obra por la caridad, según los dones y funciones que le son propios.” (Numeral 4,1). 

Al mismo tiempo propone que los sacerdotes crezcan en el amor a Dios y a los demás. Que vivan a plenitud esa realidad: “es necesario que los Pastores de la grey de Cristo, a imagen del sumo y eterno Sacerdote, Pastor y Obispo de nuestras almas, desempeñen su ministerio santamente y con entusiasmo, humildemente y con fortaleza. Así cumplido, ese ministerio será también para ellos un magnífico medio de santificación. Los elegidos para la plenitud del sacerdocio son dotados de la gracia sacramental, con la que, orando, ofreciendo el sacrificio y predicando, por medio de todo tipo de preocupación episcopal y de servicio, puedan cumplir perfectamente el cargo de la caridad pastoral. No teman entregar su vida por las ovejas, y, hechos modelo para la grey (cf.1 Pedro 5,3), estimulen a la Iglesia, con su ejemplo, a una santidad cada día mayor. (Numeral 4,1b).

            Con Dios todas las cosas son nuevas. Todo es dinámico. La vida toma una dimensión muy plena. Sigue profundizando, Monseñor Flavio, en su reflexión: Hay que estar muy atentos a no dejarnos empobrecer espiritualmente en nuestra vida sacerdotal. Iniciamos con mucha alegría, con muchas perspectivas, con anhelos, pero desfallecemos rápidamente. Parece como que se nos acabara la emotividad. Vivimos un buen rato, un sacerdocio muy bueno, pero con el pasar del tiempo, parece que lleváramos arrastrado el sacerdocio. No, eso no debe ser así. El sacerdocio es para vivirlo con gozo y alegría, es para mostrar los frutos de la santidad. La misma Escritura lo deja ver en su espíritu teológico: “Sacerdotes consagrados en la verdad”, es como para indicar, que son hombres de Dios y los distingue del común. Los identifica con su propio ser.  El Papa san Juan Pablo II, en su exhortación apostólica: “Familiaris Consortio” en el año 1981.  El santo padre decía a las familias: “Familia sé lo que eres”  Como indicándoles la razón de su ser y de su vivir.  Dice Monseñor, Flavio. Igualmente yo digo a los sacerdotes: Acostúmbrese a pensar en su propio ser. A decir, Yo  °°° sé lo que soy °°° un sacerdote. Nunca permitan que se mezclen dos cosas en sus vidas: No jueguen a las dos caras, a dos personalidades. No hay que jugar con lo que se es. Recuerden que donde está Dios, todo se vuelve santo. La cercanía con Dios, transforma totalmente la vida. La santidad se debe traducir en comportamientos. La santidad sacerdotal no se esconde, debe ser pública. Terminó Monseñor, su sabia enseñanza.

Quiero terminar los apuntes, compartiendo lo que me nació hacer, enviarle un mensaje de gratitud y de afecto de hijo sacerdote a un Obispo y padre, Monseñor. Flavio. “Buen día, mil gracias de todo corazón. El corazón tiene razones que la razón misma, algunas veces no las entiende.  Desde el Corazón, inmensamente agradecido por su afecto, por su apostolado, por su dedicación pastoral. Por su aprecio y bondad para con los sacerdotes. Por sus delicadezas. Por su ejemplar testimonio de vida. Por su testimonio de oración y perseverancia.  Desde la razón: Admirado por su inteligencia, por su sabiduría, por su talento, por su vena de escritor, por su percepción de futuro.  Desde la misma razón, hay cosas que no las entendemos pero las debemos aceptar, por voluntad de Dios y de nuestra Iglesia.  Su partida, su descanso, el premio a tantos años al servicio de la comunidad, de la misma Iglesia, de los sacerdotes, de las personas que tanto lo queremos. La gratitud es una virtud de aquel que ama.  Yo quiero extenderle mi acción de gracias.  Grazie Mille, por su afecto, por su cariño, por sus consejos sabios, por su ejemplo de un gran ministro de Dios. San Pablo nos pone a caminar en la carrera de la vida, por una corona incorruptible. (cf. 1 Corintios 9,25).  Lo seguiré llevando en el recuerdo de mi oración. Padre. Jairo Yate Ramírez. Ibagué.