17 de mayo de 2018

SAN JOSÉ EN LA VIDA DE LA IGLESIA.


Durante los días 3 al 5 de mayo del año 2018, se llevó a cabo en la Arquidiócesis de Ibagué, Colombia, el II Congreso sobre san José. Nuestro Arzobispo, Flavio Calle Zapata, el gestor y el promotor de la idea, da por inaugurado dicho evento: °°°°
Con alegría y esperanza iniciamos el congreso denominado San José en la vida de la Iglesia. ¿Por qué este título?  Por los vínculos profundos de San José con la Iglesia:
Él está presente en el inicio y en el desarrollo de ella, es esposo de la Madre de la Iglesia, es padre de Jesucristo, su fundador, es su patrono universal, a su patrocinio acuden numerosas instituciones eclesiales y él protege a cada uno de los hijos de Dios que se encomiendan a su cuidado.

Aunque el tiempo será escaso, esperamos alcanzar un valioso acercamiento de la mente y del corazón al santo Patriarca; para lograrlo nos proponemos mantener la mirada y los corazones fijos en él, guiados por las enseñanzas que autorizados conferencistas han preparado para este evento.  No hay nada nuevo para inventar, habrá aclaraciones, profundizaciones y énfasis que nos llegarán en la persona y en la voz de los mensajeros del Evangelio. Como nuestra capacidad de atención y contemplación es débil, imploramos la acción del Espíritu Santo sobre los participantes en este congreso.

Tendremos una variedad de maestros que nos entregarán el resultado de su estudio, de la oración y de su devoción a San José. Cada uno de ellos aporta el don de sembrar y de multiplicar. Los siguientes son los conferencistas y los temas que serán tratados:

  • San José, Patrono de la Iglesia universal, por Su Eminencia el Cardenal José de Jesús Pimiento Rodríguez.
  • San José, esposo de la Virgen María, por el Señor Nuncio Apostólico, Ettore Balestrero.
  • San José en la historia de la salvación, por Mons. Froilán Casas Ortiz, Obispo de Neiva.
  • El Hogar de Nazaret y la familia hoy, por Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo, Obispo de Florencia.
  • San José trabajador, por Mons. Miguel Fernando González Mariño, Obispo Auxiliar de Ibagué.
  • La devoción a San José, por Mons. Orlando Roa Barbosa, Obispo del Espinal.
  • San José en los Padres de la Iglesia, por Mons. Fabio Duque Jaramillo, Obispo de Garzón.
  • San José Custodio del Redentor y Protector nuestro, por Mons. Joaquín Humberto Pinzón Güiza, Vicario Apostólico de Puerto Leguízamo - Solano.
  • El amor y el silencio de San José, por la Dra. Olga Elvira Hincapié Aguilar.
  • Tendremos la oportunidad de escuchar a varios señores obispos, religiosos y laicos apóstoles del santo Patriarca, que darán testimonio de su experiencia de devoción a San José.
  • Con motivo de este congreso consagraremos nuestra patria, Colombia, al cuidado y patrocinio de San José.

Muchas verdades que se escucharán, serán como una breve degustación de la teología josefina y a la vez invitación a una profundización posterior. A San José lo encontramos muy cercano e inmediato a Dios, por eso llegando a él estaremos en la antesala de Dios, unidos a él llegaremos a María que es la puerta del cielo y el camino más corto y directo al Corazón de su Hijo. “Estamos ante la personalidad más asombrosa de la creación, sólo inferior a Jesús, a quien sirvió de padre dignísimo y a María, de quien fue dignísimo esposo. La dignidad infinita del Hijo y la casi infinita de la madre mide la suya. Contemplemos el rostro del augusto Patriarca a la luz de la mirada filial de Jesús y de la mirada amante de María” (Fr. Marceliano Llamera, OP en su Prólogo a la obra Teología de San José, BAC, 108)

Menciono algunos temas de fondo en que se enmarcan las enseñanzas que vamos a escuchar:

1.      Tesoros bajo custodia. Dios puso toda su confianza en San José, dejando en sus manos como depositario fiel y seguro, los dos tesoros de su Corazón, a María la Madre de su Hijo y a su mismo Hijo Jesús. San José practicará esa custodia, ejercitando dos títulos que le darán toda autoridad y serán la fuente de toda su grandeza y dignidad, esposo de María y padre de Jesús: “Matán engendró a Jacob y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo” Mt 1,15-16.

2.      La virginidad de María. José custodia a María, protege su virginidad abrigándola bajo el manto sagrado del matrimonio con él, que también es virgen. No se trataba de un no virgen cuidando a una virgen; eran dos vírgenes en la unidad de un fidelísimo matrimonio y asistidos de manera elevadísima por la gracia de Dios. María era la “llena de gracia”, lo dijo el Ángel, y José no era menos, era también un lleno de gracia, aunque esto no viene afirmado en la Sagrada Escritura.  

La purísima María está abrigada por José ya que es su esposa. Gracias a esa pureza protegida, el Espíritu Santo la cubre con su sombra, la fecunda con un germen divino. Al estar la Virgen Purísima bajo el abrigo matrimonial de José, también el fruto de su vientre virginal nacerá cubierto con la paternidad de José, queda en custodia en manos de José, por eso en la Escritura se dirá: “¿No es éste el hijo del carpintero?”  El Papa León XIII dice: “Este matrimonio da origen a la obra salvadora de la humanidad…Por estos esposos Dios da a la humanidad a su Hijo encarnado, camino para que los hombres lleguen a Dios”

El gran orador sagrado, Bossuet, obispo de Meaux, (1627-1704) dice: “La pureza de María pertenece a José por su matrimonio, es suya por los castos cuidados con los que la ha conservado. ¡Oh fecunda virginidad! Si sois el bien de María, sois también el bien de José…por esto Jesús es su hijo, no por cierto por la carne, pero es su hijo por el Espíritu, en razón de la alianza virginal que le une con su madre. San Agustín lo ha dicho en forma breve: “Por este fiel matrimonio, merecieron ambos ser llamados padres de Cristo”

3.      José, verdadero padre de Jesús. José recibe a Jesucristo, el máximo Tesoro del Padre, el Ungido por el Espíritu Santo, que es confiado a sus manos para que lo abrigue, sustente y defienda en calidad de padre. José cumplirá esta misión de manera perfecta a lo largo de su vida.

Que José es padre de Jesús es una verdad de sólida fundación bíblica y poseída sin interrupción por el pueblo de Dios: “Y al entrar los padres con el Niño Jesús” (Lc 1, 27); “Su padre y su madre estaban maravillados de lo que se decía de él” (v 33); “Sus padres iban cada año a Jerusalén en la fiesta de Pascua. Y cuando era ya de doce años, al subir sus padres, según el rito festivo al volverse acabados los días, el Niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo echaran de ver” (v 41-43); “Jesús, al empezar, tenía unos treinta años, y era, según se creía, hijo de José” (Lc 3,23); “¿No es éste el hijo de José?” (Lc 4,22); “¿No es éste el hijo del carpintero?... ¿No es éste Jesús el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos?” (Jn 6,42). La misma Virgen María, sabiendo muy bien que el niño no era hijo de José según la naturaleza, dice: “Tu padre y yo, afligidos, te buscábamos” (Lc 2l, 48)

José ejerce el oficio de padre dentro de la Sagrada Familia: “Dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1,21). “Levántate, toma al niño y a su madre y vete a la tierra de Israel…y levantándose tomó al niño” (Mt 2, 19-21). En todo momento Jesús obedece a José como a padre, a él tributa obediencia y honor: “Bajó con ellos y vino a Nazaret y les estaba sujeto…” (Lc 2,51)

Dios ha dado a José participación del atributo de la paternidad y en consecuencia lo ha dotado de la gracia para dar el trato que correspondía a su Hijo. José no teme ejercer el mando sobre su hijo porque sabe bien que es su padre y que tiene esa misión recibida del Padre celestial. San Anselmo dice que Dios puso en el pecho de José un corazón paternal encendido en su amor y Bossuet anota que el Padre celestial da a José una chispa de amor infinito para que ame a Jesús. José recibe, por gracia no por naturaleza, una participación del amor purísimo, inmenso y santísimo con que el Padre celestial ama a su Hijo.

“Cristo llamó amigos a los Apóstoles; el Dios hombre llama a José, padre… ¡Qué aplausos y qué regocijo, qué honores y alabanzas resonarán en la Jerusalén celestial al pronunciar el nombre de José, a quien el mismo Dios se dignó llamar padre y a quien la Reina de los Ángeles aún aclama como esposo amantísimo!”(Isidoro de Isolano, Suma de los dones de San José, cap. VII)

4.      El secreto de la Encarnación del Verbo.   La Encarnación del Verbo fue un secreto delicadísimo depositado en el corazón de San José y que debía ser guardado oculto hasta la hora oportuna. San José, conservó este secreto del Rey, no como un depositario pasivo, sino meditándolo en su corazón, es decir, profundizando en el misterio recibido en custodia y defendido con silencio y recogimiento. Comprende que hay gran sabiduría en el silencio interior y también exterior mientras sea necesario. San José nos enseña así que sólo en el silencio es posible escuchar la voz de Dios y entrar en los misterios del cielo que Dios revela a los humildes y pequeños.

No siendo nuestro interés sólo académico, aprovecharemos para admirar la santidad, la grandeza, las virtudes, las perfecciones de San José; de esta manera se acrecentará nuestro amor a él, la confianza y el deseo de imitarlo desde nuestra pequeñez, la conveniencia de propagar su conocimiento y devoción tan provechosa para todos los fieles. Seremos como abejas que buscan un poco del néctar de los lirios de San José. Tendremos la oportunidad de unir pastores y pueblo de Dios para la celebración de la Eucaristía y rendir honores a San José.

San José es patrono universal que atiende todas las causas de orden material y espiritual, siendo superado en dignidad, gracia y poder de intercesión sólo por la Santísima Virgen María. Ese gran poder y su eficacia se explican por la perfección de su caridad, por los méritos obtenidos en esta vida mediante su cooperación a la redención, por la misión cumplida como cabeza de hogar al servicio de Jesús y María y por su altísima unión con Dios en la gloria. Jesús y María necesitaron de José, acudieron a él para pedirle la ayuda que siempre recibieron. Esa disponibilidad de auxilio no se ha perdido, antes bien se ha potenciado en la gloria, donde José está atento a las peticiones de todos los hombres que vamos todavía en camino por este mundo hacia la patria celestial.

Es sabido de todos que María es Mediadora de todas las gracias, pero es necesario insistir que el camino más corto y seguro para llegar a María es su esposo San José. Hemos escuchado que el Mediador único ante el Padre es Cristo, el camino para llegar a Cristo es su Madre María, el camino corto y seguro para llegar a María es San José. Cada uno de Ellos argumenta con sus trofeos: Cristo ostenta ante el Padre sus llagas gloriosas; María presenta los dolores y alegrías de su entrega maternal; San José muestra sus manos encallecidas en el trabajo de carpintero para garantizar el pan que alimenta el hogar de Nazaret.

Algunos casos de especial devoción a San José. Conviene recordar aquí algunas famosas expresiones de Santa Teresa de Jesús, claro testimonio de los beneficios que se alcanzan mediante una sincera devoción a San José: “Y tomé por abogado y señor al glorioso San José, y encomendéme mucho a él…Procuraba yo hacer su fiesta con toda solemnidad que podía…No me acuerdo, hasta ahora, haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer…Si va algo torcida la petición, él la endereza, para más bien mío…Que a otros santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; a este glorioso santo tengo experiencia que socorre en todas…Y quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra, que como tenía nombre de padre, siendo ayo, le podía mandar, así en el cielo hace cuanto le pide… querría yo persuadir a todos fuesen devotos de este glorioso santo por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios” (Vida de Santa Teresa de Jesús, escrita por ella misma, c 6,p 88-90, Madrid 1914)

Santa Teresita del Niño Jesús sentía que en ella la devoción a San José se confundía con la que tenía a la Santísima Virgen, dice: “Pedí también a San José que fuera mi custodio; mi devoción hacia él desde la infancia, era una misma cosa con mi amor a la Santísima Virgen” (Historia de un alma, cap. VI)

León XIII en su encíclica Quamquam pluries, constata el crecimiento del culto a San José, sobre todo desde que Pío IX lo proclamó patrono de la Iglesia universal; así se expresa el pontífice: “Consideramos muy conveniente que el pueblo cristiano se acostumbre a invocar con piedad ferviente y espíritu de confianza, juntamente con la Virgen Madre de Dios, a su castísimo esposo San José…”

San Juan XXIII abrió una nueva era de conocimiento y amor a San José. Ordenó dar nuevo esplendor al altar de San José en la Basílica de San Pedro y propuso que San José fuera “el punto de convergencia y piedad religiosa para cada alma y para innumerables muchedumbres… ¡Oh San José! Aquí está tu puesto como Protector universalis Ecclesiae” En la inauguración del Concilio Vaticano II oraba así a San José: “Sé siempre nuestro protector. Que tu espíritu interior de paz, de silencio, de trabajo y oración al servicio de la Iglesia, nos vivifique siempre y alegre en unión con tu esposa bendita, nuestra dulcísima e inmaculada Madre”

El Beato Paulo VI en su homilía de la fiesta de San José del año 1968 presenta a San José como quien abre el evangelio de las bienaventuranzas, preparando el período de la redención, sin esplendor humano, “nivelado con el común de los hombres, sin historia y sin renombre…hombre silencioso, pobre, esclavo del deber a pesar de su ascendencia real”. Son destacados sus coloquios con el Ángel durante el sueño, pues era guiado y aconsejado en su intimidad por el mensajero celestial. Gozaba de un dictado de la voluntad de Dios que se anteponía a sus acciones. ¡José, no temas: Haz esto! ¡Ve!  ¡Vuelve! “No discute, no duda, no aduce derechos o aspiraciones. Se somete totalmente a la palabra que se le dirige”.

San Juan Pablo II Publicó Redemptoris Custos en el centenario de la encíclica Quamquam Pluries de León XIII, “para que en todos crezca la devoción al Patrono de la Iglesia universal y el amor al Redentor al que él sirvió ejemplarmente”

San Andrés Basset (1845-1937) de la Congregación de la Santa Cruz, hermano coadjutor, portero de colegio, construyó el Oratorio de San José de Montreal, “Capital mundial de la devoción a San José”; este humilde religioso es considerado el gran apóstol de la devoción al santo Patriarca en el siglo XX.

Los papas Benedicto XVI y Francisco no solo suman ya un acervo importante de doctrina que hace amable y cercano al pueblo de Dios el nombre de San José, sino que son ellos mismos grandes devotos y amantes del santo Patriarca. No es el momento de entrar en los contenidos de este Magisterio.

A manera de conclusión. Este congreso persigue sembrar un mayor conocimiento y amor a San José, ya que nadie ama lo que no conoce. Lanzaremos las semillas del amor a San José, como el sembrador del Evangelio que retorna a casa con la esperanza de recoger frutos abundantes para la gloria de Dios y el bien de las almas al llegar el tiempo de la cosecha. Sabemos bien que en el amor siempre hay un horizonte sin límites. Conocer a San José es descubrir un sin igual amigo, y un amigo verdadero es un tesoro.

Conservemos un deseo ardiente de admirar e imitar más a San José, una decisión de invitarlo a ser parte de nuestra vida cotidiana, de escogerlo como director de nuestra vida interior, de involucrarlo en las realidades de la vida social y política de nuestro tiempo, así como él afrontó las de su época cuando vivió exiliado en Egipto para librar a su Hijo de la masacre de niños decretada por Herodes.

Como conclusión de este congreso cada uno quedará invitado a acoger de nuevo a San José en el recinto de su corazón, a rendirle el culto de una vida en gracia y creciente santidad, a escuchar la Palabra de Dios, a practicar la caridad cristiana y al compromiso misionero en medio de las realidades de nuestro tiempo.
Bienvenidos todos a estos días de gracia y bendición.
Flavio Calle Zapata
Arzobispo de Ibagué.
Ibagué, Colegio Tolimense, 3-5 de mayo de 2018

                          CONSAGRACIÓN DE COLOMBIA A SAN JOSÉ
Amado San José, Esposo Fiel de la Madre de Dios y Padre Adoptivo de Jesucristo nuestro Redentor, confiados en tu poderosa intercesión, venimos hoy ante ti para consagrarte nuestra Patria Colombia y dejarla bajo tu custodia y protección. El Enemigo ha sembrado divisiones y amenaza con destruir nuestra valiosa herencia recibida durante largos años. Es verdad que hemos pecado de muchas maneras, especialmente por la violencia fratricida y la inequidad social; por eso, arrepentidos suplicamos el perdón de Dios y estamos dispuestos a una verdadera conversión.

Glorioso Jefe de la Sagrada Familia, te suplicamos que hagas valer tu cercanía al trono de Dios todopoderoso y le pidas que florezca su reino de amor, de justicia y de paz en nuestra amada patria. Defiéndenos de los enemigos que pretenden arruinar nuestras familias, engañar a niños y jóvenes, instaurar una cultura que destruye la vida y una rebeldía contra la Ley de Dios. Líbranos de avanzar en los errores y vicios que conducen a la desgracia moral y a la ruina material. 

Amadísimo Padre y Amigo San José, ruega al Padre Celestial que, así como por el misterio de la Encarnación nos envió a su Hijo, el Buen Pastor, envíe también ahora nuevos obreros a su mies, que anuncien íntegro el Evangelio de Cristo, para salvación y alegría de los hombres. Intercede para que el Espíritu Santo nos conceda gobernantes con el carisma de honestidad y sabiduría. Carpintero de Nazaret, Patrono de los obreros y artesanos, ayuda al pueblo colombiano a encontrar trabajos dignos y a fomentar el desarrollo integral en toda la geografía nacional.

San José, Maestro de vida cristiana, enséñanos a respetar y a promover la dignidad de cada persona humana, a defender a los niños e inocentes, a ayudar con caridad cristiana a los que viven alejados de Dios, a socorrer a los más vulnerables y sufridos en su cuerpo y en su espíritu. Enséñanos a vivir alegres en la práctica del Evangelio, a crecer cada día en el camino de santidad, a usar con gratitud y buen cuidado los recursos de la creación, a emplear para el bien los avances que nos ofrece la tecnología de este tiempo.  

San José, Modelo de todas las virtudes, te damos gracias por acoger esta consagración y presentar nuestras súplicas ante el trono de la Santísima Trinidad. Recíbenos en tu Corazón y ofrécenos como obsequio de amor al Corazón de la Inmaculada Concepción, tu Santísima Esposa y Reina Gloriosa de Colombia. Amén.
Flavio Calle Zapata
Arzobispo de Ibagué.

Presentada en el Congreso San José en la vida de la Iglesia, Catedral de Ibagué, 5 de mayo de 2018.

SAN JOSÉ, MODELO DE VIDA Y SANTIDAD PARA TODO CREYENTE

San José, modelo de vida y santidad para todo creyente. Ponencia de Monseñor Flavio Calle Zapata, arzobispo de Ibagué (Colombia). Primer congreso sobre san José, en la Arquidiócesis de Ibagué. En el mes de marzo año 2013. «Nuestros pueblos nutren un cariño y especial devoción a San José, esposo de María, hombre justo, fiel y generoso que sabe perderse para hallarse en el misterio del Hijo. San José, el silencioso  maestro, fascina, atrae   y enseña, no con palabras  sino con el resplandeciente  testimonio de sus virtudes  y de su firme sencillez» AP 274

¿QUIÉN ES SAN JOSÉ?
Es mencionado 14 veces en los Evangelios, pero hablan poco de él. Su interés está dedicado a dar a conocer al Salvador y su obra. El Carpintero de Nazareth queda en la sombra, a pesar de la delicada     y sublime misión que cumple. Es cabeza de la Sagrada Familia, esposo de María Madre de Dios, padre putativo y custodio del Redentor acá en la tierra.

COOPERADOR ÍNTIMO DE JESÚS
Es el santo más grande después de la Santísima Virgen María. Después de María es la persona más inmediata, más íntima, más querida por Jesús.
Vivió para ÉL, dedicado por completo a dar gloria a Dios, siguiendo con entera fidelidad la Voluntad de Dios, cooperador inmediato y estrechísimo en la obra redentora de Jesús, orante y contemplativo, consagrado íntegramente al cumplimiento de la misión recibida.

EL CAMINO DE SU VIDA
Descendiente de David. Hombre justo. Esposo de María por una prodigiosa escogencia divina. Llamado por todos Carpintero de Nazareth y padre de Jesús. Ante el misterio de la Encarnación se comporta temeroso y maravillado, pero el Ángel lo tranquiliza. Va a Belén para el censo. Acoge al Niño Dios en la pobreza y el frío de una cueva de animales. Presenta con María al Niño Dios en el Templo. Huye a Egipto como refugiado para salvar la vida del Niño. Retorna a Nazareth hasta su glorioso tránsito a las manos del Padre.

LA DEVOCIÓN A SAN JOSÉ
San José es el santo que todo cristiano debe venerar con devoción particular porque es el protector de la Iglesia, defensor de la vida consagrada y de la familia, patrono de los obreros, defensor de los niños, de las vírgenes, de las madres, de los prófugos y los moribundos.
Es protector de los Seminaristas y Sacerdotes, pues asistió en la tierra al Sumo y Eterno Sacerdote.      Es gran protector de los que a él se encomiendan y le piden ayuda para las obras que agradan a Dios. Obtiene muchísimas gracias, ya que Dios no le dice no en el cielo, a quien le sirvió con todo a Él, aquí en la tierra.   

SAN JOSÉ Y LA FE
  1. San José, llamado hombre justo es poseedor de todas las virtudes. La primera y principal, la base sobre la cual se levanta el edificio de un verdadero hombre de Dios, es la fe. La fe descansa en Dios, en su Palabra, en sus anuncios y promesas.  San José vivó de fe. Actuó por la fe, por la confianza y por el abandono total en la Divina Providencia.  
2.  Por su fe San José aceptó siempre las palabras del Ángel como venidas de Dios. Muchos de los anuncios de Dios a José fueron durante el sueño, que es un estado borroso y confuso.                     
Sin la menor vacilación aceptó la maternidad de María, creyó en la divinidad del    Niño a pesar de su similitud  con todos los niños, huyó a  Egipto para salvarlo,   regresó a su patria cuando  le fue indicado.  

SUS PADRES Y SU INFANCIA
Su nombre, José. Es hijo de la oración de sus padres. Es semejante a María en los orígenes, en la patria (Nazareth) y en las virtudes. Sus padres le brindan la educación de un perfecto judío en religión y en las virtudes humanas.
Circuncidado y presentado al Templo en las fechas indicadas. Su infancia fue un acelerado crecimiento en las virtudes. Sus maestros fueron sus mismos padres. Le apasionaba la historia de los patriarcas y profetas cuyas virtudes imitaba. Aprendió de memoria los salmos y oraba como los antiguos;  7 veces al día.  

SAN JOSÉ, PRODIGIO DE SANTIDAD
  1. Es santo ya desde el vientre de  su madre. Llegó pronto a los  hábitos más perfectos en todas  las virtudes. Más sabio y santo   que todos los patriarcas.Más alto en santidad que los   mismos serafines. Crecía maravillosamente en el amor a Dios y el prójimo, en la práctica de todas las virtudes, de modo que se volvía cada día más admirable no sólo ante los ojos de los hombres sino de los mismos ángeles.
  1. San José era modelo de judío orante. Los elementos que Nuestro Señor, Maestro de la oración perfecta, tuvo presentes al componer y entregar el Padre Nuestro a los Apóstoles; los escuchó en la oración de San José. José enseñaba a Jesús a orar, pero en ese ejercicio el maestro se convertía en discípulo.  José pedía perdón a Dios y perdonaba las      ofensas recibidas, oraba por los perseguidores, pedía la venida del Reino de Dios, la liberación del mal y de caer en la tentación de la apostasía. San José dirigía su vida por la Voluntad de Dios que está en los cielos y quería que ese divino querer se cumpliera igualmente en la tierra. Como pobre y humilde pedía el don del pan cada día.
  2. La razón de su santidad consiste principalmente en hacer sido destinado para ejercer, en nombre del Padre Celestial, la patria potestad sobre Jesús y María.
  3. Dios lo hizo digno esposo de la Divina Madre y padre del Hijo de Dios en la tierra.
  4. San José recibe el poder más grande dado a un    mortal después de la                                     maternidad virginal  de María.
SAN JOSÉ, MODELO DE VIRTUDES
      Vivía de la fe; imitaba siempre a Abraham, modelo consumado de creyente, quien siempre caminó en la presencia del Señor. Vivía de las promesas y oraba por la realización de los anuncios que Dios le hacía por medio del Ángel
      Tenía gran caridad con los pobres, daba limosnas sin quedarse con nada, daba con alegría, no era apegado a cosas ni a dinero, pedía a sus padres para entregar a los necesitados, destinaba dinero de su trabajo para los pobres 

      Observaba perfecta castidad y pureza. Evitaba los peligros, mortificaba los sentidos, ofrecía a Dios ayunos y penitencias. Se conservó siempre digno de ser el esposo virgen de la Reina de las Vírgenes
      La acción del E.S. lo elevó a la perfección desde niño. Fue dotado de gran criterio, más que un hombre adulto. Recibió el don de consejo. Dejaba todo en oración pidiendo a Dios luces para armonizar las decisiones con su divina Voluntad. Se hizo sabio para aconsejar mediante el contacto con la Torá, su fuente de sabiduría. Conocía perfectamente las Escrituras, la historia, la tradición de su pueblo y la legislación. Todo el que necesite buen consejo debe acudir a San José.   

      El Carpintero de Nazareth es el mayor entre todos los patriarcas y profetas en la historia de Israel que precedieron a Jesús.
      Sentía un afecto particular por el Templo de Jerusalén en donde pasaba largas horas de contemplación. Presentaba ofrendas generosas al Templo. Pedía a Dios una compañía o amigo fiel con quien pudiera compartir sobre las grandezas de Dios. Pedía a Dios anticipara el envío del Mesías prometido.  

      Dios puso en su alma una caridad y compasión  altísima por los moribundos. En la agonía se decide la eterna suerte de las personas y los demonios hacen todo esfuerzo por ganar almas para las penas eternas.
      Acompañó con admirable dedicación a sus padres en su enfermedad, agonía y muerte. El tuvo la dicha de entregar su alma en manos de Jesús y de María. San José, «terrror de los demonios» , patrono de la santa muerte, debe ser invocado como compañía y defensa de los moribundos.  

SAN JOSÉ DECIDE DEJAR A SU ESPOSA
San José no encontraba explicación a lo que sus ojos veían. Sin embargo el respeto,  el amor y la delicadeza del trato eran crecientes.                    
San José nunca hizo juicios de infidelidad. Para proteger a María decidió dejarla en casa y partir con su alma traspasada de dolor. Dios devolvió la paz al corazón de José por medio del Ángel.

EL DESPOSORIO DE MARÍA Y JOSÉ ES UN ACTO DE FE
María Inmaculada y Virgen por inescrutable designio de Dios, acepta a José como esposo. María asume el proyecto de Dios antes que el suyo propio; es heroica en la obediencia y se abandona en manos de Dios: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra».      
Dos vírgenes se desposan y se dan el trato a la vez esponsal y virginal. 

El esposo escogido es descendiente de David, como  María; de 33 años, hombre                                      guapo y de aspecto agradable  pero de incomparable modestia     y gravedad; hombre puro en             pensamiento, en conducta y  en sus inclinaciones.  El más casto y santo de los hombres;                      el más grato a los ojos de Dios.

EL SILENCIO DE SAN JOSÉ
      Toda la misión de José, el Carpintero de Nazareth, su participación en la vida y obra de Jesús, fue un misterio oculto a los hombres. Es ahora el momento de revelarlo al mundo porque es necesario que los hombres lo conozcan, lo veneren y lo amen. El es el poderoso escondido.
      Dios Padre lo eligió para ser modelo y formador de su Hijo en la tierra, modelo también de todos los hombres. Amó a Dios como ningún judío justo de su tiempo. Dios lo eligió entre los hombres de su tiempo por ser justo, piadoso y fiel.

SAN JOSÉ SOMBRA DEL PADRE
José fue imagen perfecta, sombra y resplandor de Dios. Iluminó a Jesús por el sendero justo.
Lo educó con sabias y santas lecciones de amor, justicia, paz y reconciliación.
José fue el modelo que Jesús imitó en todo por su obediencia total a Dios en la ley mosaica. 

DICHOSO EL TRÁNSITO DE SAN JOSÉ
Jesús y María asisten a José en su enfermedad y reciben su alma al expirar. Tienen intercambio de bendiciones, perdones y despedidas.  Dios le concede la más dichosa     de las muertes.