2 de mayo de 2018

UN BUEN ADMINISTRADOR CONSTRUYE FRATERNIDAD


2 de mayo 2018. Autor:  Padre, Jairo Yate Ramírez.  Arquidiócesis de Ibagué. Jesucristo traduce su poder y su gracia, en servicio, en fraternidad, en misericordia, en perdón. Él es el ejemplo muy completo de un buen administrador, que sabe para qué se reciben los talentos; para qué se tiene el poder; cómo se administra el dinero; las personas siempre están en primer lugar en el corazón del Maestro.
   El poder de Jesús llama mucho la atención, porque ese poder va a acompañado de milagros, curaciones, comprensión, ternura, dolor, acompañamiento, sabiduría, etc. En la personalidad del Maestro de Jerusalén existe el equilibrio genial entre lo que él anuncia, lo que hace y el resultado que espera como aprendizaje de cada uno de nosotros: Lo que él anuncia es el Reino de su Padre celestial, (cf. Lucas 8,1); lo que él hace es practicar la misericordia y la caridad con los demás, (cf. Marcos 1,34); el resultado de ese proceso es la conversión de cada persona que se pone al servicio de Dios en el mundo, (cf. Marcos 1, 31). Jesucristo sabe lo que hace y sabe cómo hacerlo: Aprovecha el momento para educar y formar: dice la Escritura: “Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.” Ese es un método completo: El Hijo de Dios restaura la vida de cada persona y la convierte en ejemplo y servicio para los demás. Cada persona se convierte en un administrador fiel y prudente de los bienes y talentos que el Salvador del mundo pone a su disponibilidad.  

Dios da a cada persona gracias, cualidades, talentos, dones, inteligencia, sabiduría, habilidades; la dificultad aparece cuando muchos no saben cómo administrarlas. Algunos enloquecen, otros convierten esas cualidades en demonios destructores de ellos mismos, otros desperdician, otros se dejan llevar por las influencias de los demás, otros se duermen en los laureles, otros terminan llenos de tesoros, pero vacíos en sus vidas; otro tanto no pudo lograr el objetivo porque la soberbia no se lo permitió.   El método cristiano lleva consigo las cláusulas del maestro: hacer tanto bien, ayudar, sanar, convertir, y a la vez evangelizar con la misma Palabra a quien quiera recibirla con fe. Así lo sintió y lo experimentó el apóstol de los gentiles: “Todo lo hago por el Evangelio”. (1 Corintios 9,23). 


Ser un buen administrador lleva consigo la fidelidad y la prudencia. Como Iglesia cada persona tiene el deber de administrar cuidadosamente los bienes a la luz de la misión evangelizadora, procurando un especial cuidado con las personas. Unidad y fraternidad son heraldos del gran administrador.  El Papa Francisco en una de sus homilías en la casa santa Marta, advirtió la importancia de saber administrar, siempre con el anhelo del bien común, pensando en los demás, al servicio de los hermanos:  Decía el Pontífice:  “la lucha de cada día” es sin embargo administrar las riquezas que se poseen y las de la tierra “para el bien común”. Las riquezas no son “como una estatua”, estáticas, que no influyen en la vida de una persona. Las riquezas, tienen la tendencia de crecer, moverse, tomar sitio en la vida y en el corazón del hombre. Y si lo que empuja a ese hombre es el acumular, las riquezas le invadirán el corazón, que terminará “corrupto”. Sin embargo, lo que salva el corazón del hombre es usar la riqueza que se tiene “para el bien común”. A las personas a las que el Señor bendice con las riquezas. “Lo hace administrador de esas riquezas por el bien común y por el bien de todos, no para el bien propio. Y no es fácil convertirse en un administrador honesto, porque siempre está la tentación de la codicia, del hacerse importante. El mundo te enseña esto y nos lleva por este camino. Pensar en los otros, pensar que eso que yo tengo está al servicio de los otros y que nada de lo que tengo lo llevaré conmigo. Pero si yo uso lo que el Señor me ha dado para el bien común, como administrador, esto me santifica, me hará santo”.  Un buen administrador edifica a los demás con la fraternidad.