Evangelio para el Domingo 20 de
mayo 2018. «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío
yo.» Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el
Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados” °°°
Juan 20, 19-23. El Espíritu Santo es Dios, es la Tercera Persona
de la
Santísima Trinidad. El Espíritu Santo permite el amor que existe entre el Padre
y el Hijo. Este amor es tan grande y tan perfecto que forma una tercera
persona. El Espíritu Santo llena nuestras almas en el Bautismo y después, de
manera perfecta, en la confirmación. Con el amor divino de Dios dentro de
nosotros, somos capaces de amar a Dios y a los demás. El Espíritu Santo nos ayuda
a cumplir nuestro compromiso de vida con Jesús. Razón suficiente tuvo el
apóstol de los gentiles al dejarnos su sabia enseñanza: “Nadie puede decir:
“Jesús es el Señor”, si no es movido por el Espíritu Santo”. (I Corintios 12,
3b).
Solo con la fuerza del Espíritu
se pueden transformar los corazones. Con la fiesta de Pentecostés, llega el
momento de la Iglesia, es el principio de la misión que se viene realizando en
el marco de tres milenios: Cristo resucitó, Cristo está vivo, Cristo está
presente en medio de nosotros, Cristo sigue aguardando a tantos hombres y
mujeres para que aprendamos a vivir y transformar desde dentro nuestra sociedad
con la fuerza y la Gracia de su Espíritu. Ante la ausencia del Espíritu, no
comprendemos las verdades: la unidad e indisolubilidad del matrimonio; la vida
humana es inviolable desde su principio hasta su fin natural; la eutanasia
contradice el don absoluto de la vida en Dios; El mismo Dios nos creó hombres y
mujeres para formar una gran familia, (Génesis 2,24). Dios es el principio y el
fin de todas las cosas. Etc.
El espíritu de Dios, permite que
vivamos en la unidad y en la diversidad. A cada uno da un don y a todos reúne
en unidad. “Caemos en la tentación de
buscar la diversidad sin unidad, cuando somos excluyentes y creemos tener
siempre la razón. Una segunda tentación es querer encontrar la unidad sin
diversidad: Así la unidad acaba siendo una homologación donde ya no hay
libertad. El apóstol san Pablo advertía: «donde está el Espíritu del Señor, hay
libertad» (2 Corintios 3,17).” Así lo expresaba el santo Padre Francisco,
tomando como punto de referencia a Cirilo de Alejandría. (4 de junio 2017). El
Espíritu es el primer don del resucitado. Jesucristo no condena, al contrario,
su mandato es bien claro: “A quienes les perdonéis sus pecados °°°” (Juan 20,
23). Cuida tu salud: Déjate guiar siempre por el Espíritu de Dios. Padre, Jairo
Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.