28 de marzo 2018.
Audiencia del Papa Francisco, reflexionando sobre la semana santa: se
trata de “lavar el alma, lavar los ojos del alma, para ver las cosas bellas y
hacer cosas bellas”.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy me gustaría reflexionar sobre el Triduo Pascual que
empieza mañana para profundizar en aquello que los días más importantes del año
litúrgico representan para nosotros, los creyentes.
Me gustaría preguntaros:
¿Cuál es la fiesta más importante de nuestra fe, Navidad o Pascua? Pascua
porque es la fiesta de nuestra salvación, la fiesta del amor de Dios por
nosotros, la fiesta, la celebración de su muerte y resurrección. Por eso
quisiera reflexionar con vosotros sobre esta fiesta, sobre estos días, que son días
pascuales, hasta la resurrección del Señor. Estos días constituyen la memoria
conmemorativa de un gran misterio único: la muerte y la resurrección del Señor
Jesús. El Triduo comienza mañana, con la Misa de la Cena del Señor y terminará
con las vísperas del Domingo de Resurrección. Después viene “Pasquetta” (Lunes
de Pascua) para celebrar esta fiesta grande: un día más. Pero es
post-litúrgico: es la fiesta familiar, es la fiesta de la sociedad. Marca las
etapas fundamentales de nuestra fe y de nuestra vocación en el mundo, y todos
los cristianos están llamados a vivir los tres días santos –jueves, viernes,
sábado; y el domingo- naturalmente- pero el sábado es la resurrección- los tres
días santos, como, por decirlo así, la "matriz" de su vida personal
de su vida comunitaria, como vivieron nuestros hermanos judíos el éxodo de
Egipto.
Estos tres días vuelven a proponer al pueblo cristiano los
grandes eventos de salvación operados por Cristo, y así lo proyectan en el
horizonte de su destino futuro y lo fortalecen en su compromiso de testimonio
en la historia.
En la mañana de Pascua, volviendo a recorrer las etapas
vividas en el Triduo, el canto de la Secuencia, o sea un himno o una suerte de
salmo, hará que se escuche solemnemente el anuncio de la resurrección. Y dice
así: "Cristo, nuestra esperanza, ha resucitado y nos precede en
Galilea". Esta es la gran afirmación: Cristo ha resucitado. Y en tantos
pueblos del mundo, sobre todo en el Este de Europa, la gente se saluda estos
días de Pascua, no con un “buenos días” o “buenas tardes”, sino con “Cristo ha
resucitado”, para afirmar el gran saludo pascual. “Cristo ha resucitado. Con estas palabras -Cristo ha resucitado- de
conmovida exultación culmina el Triduo. No solo contienen un anuncio de alegría
y esperanza, sino también un llamamiento a la responsabilidad y a la misión. Y
no termina con la “colomba” (dulce de Pascua italiano n.d.r.) los huevos, las
fiestas- aunque todo esto sea hermoso porque es la fiesta de la familia- pero
no termina con eso. De ahí comienza el camino a la misión, al anuncio: Cristo
ha resucitado. Y este anuncio, al que conduce el Triduo preparándonos para
acogerlo, es el centro de nuestra fe y de nuestra esperanza, es el núcleo, es
el anuncio, es –la palabra difícil- es el kerygma que continuamente evangeliza
a la Iglesia y que ella, a su vez, es enviada a evangelizar.
San Pablo resume el evento pascual en esta frase:
"Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado" (1 Cor 5,7), como el
cordero. Ha sido inmolado. Por lo tanto, prosigue, "pasó lo viejo, todo es
nuevo" (2 Cor 5:15). Renacido. Y por eso, al principio, se bautizaba la
gente el día de Pascua. También por la noche de este sábado yo bautizaré aquí,
en San Pedro, ocho personas adultas que comienzan su vida cristiana. Y comienza
todo porque habrán nacido otra vez. Y con otra fórmula sintética, explica que
Cristo "fue entregado a causa de nuestros pecados y fue resucitado para nuestra justificación" (Rom 4:25). El único, el único que nos justifica; el
único que nos hace renacer de nuevo es Jesucristo. Ningún otro. Y por eso no
hay que pagar nada, porque la justificación –el hacerse justos- es gratuita. Y
esta es la grandeza del amor de Jesús; da la vida gratuitamente para hacernos
santos, para renovarnos, para perdonarnos. Y este es el núcleo propio de este
Triduo Pascual. En el Triduo Pascual, el recuerdo de este evento fundamental se
convierte en una celebración llena de gratitud y, al mismo tiempo, renueva en
los bautizados el sentido de su nueva condición, que el apóstol Pablo expresa:
"Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de allá arriba, [...] y
no ... las de la tierra "(Col 3,1-3). Mirar hacia arriba, mirar al
horizonte, ensanchar los horizontes: ¡esta es nuestra fe, esta es nuestra
justificación, este es el estado de gracia! Efectivamente, por el Bautismo
hemos resurgido con Jesús y hemos muerto a las cosas y a la lógica del mundo;
hemos renacido como criaturas nuevas: una realidad que exige convertirse en
existencia concreta día a día.
Un cristiano, si realmente se deja lavar por Cristo, si
realmente se deja despojar por Él del hombre viejo para caminar en una nueva
vida, aunque siga siendo pecador, -porque todos lo somos- ya no puede ser
corrompido; la justificación de Jesús nos salva de la corrupción, somos pecadores
pero no corrompidos; ya no puede vivir con la muerte en el alma, ni tampoco
puede ser causa de muerte. Y aquí tengo que decir algo triste y doloroso…Hay
cristianos falsos: los que dicen “Jesús ha resucitado”, “yo he sido justificado
por Jesús”, estoy en la vida nueva, pero vivo una vida corrupta. Y estos
cristianos fingidos acabarán mal. El cristiano, lo repito, es pecador – todos
lo somos, yo lo soy- pero tenemos la seguridad de que cuando pedimos perdón el
Señor nos perdona. El corrupto finge ser una persona honrada, pero en el fondo
de su corazón hay podredumbre. Una vida nueva nos da Jesús. El cristiano no
puede vivir con la muerte en el alma, ni tampoco ser causa de muerte. Pensemos
–para no ir muy lejos- pensemos en casa, pensemos en los llamados “cristianos
mafiosos”. Estos de cristianos no tienen nada: se dicen cristianos, pero llevan
la muerte en el alma y a los demás. Recemos por ellos para que el Señor les
toque el alma. El prójimo, sobre todo el más pequeño y el que más sufre, se
convierte en el rostro concreto a quien podemos dar el amor que Jesús nos ha
dado. Y el mundo se convierte en el espacio de nuestra nueva vida de
resucitados. Nosotros hemos resucitado con Jesús: de pie, con la frente
levantada y podemos compartir la humillación de aquellos que todavía hoy, como Jesús, se hallan en medio del
sufrimiento, de la desnudez, de la necesidad, de la soledad, de la muerte, para
convertirnos, gracias a Él y con Él, en instrumentos redención y de esperanza,
en signos de vida y resurrección. En tantos países –aquí en Italia y también en
mi patria- hay la costumbre de que cuando el día de Pascua se oyen las
campanas, las mamás, las abuelas, llevan a los niños a lavarse los ojos con el
agua, el agua de la vida, como signo para poder ver las cosas de Jesús, las
cosas nuevas. En esta Pascua dejémonos lavar el alma, lavar los ojos del alma,
para ver las cosas bellas y hacer cosas bellas. ¡Y esto es maravilloso! Esta es
la resurrección de Jesús después de su muerte que fue el precio para salvarnos
a todos.
Queridos hermanos y hermanas, preparémonos para vivir bien
este inminente –empieza mañana- Triduo Santo, para estar cada vez más
profundamente insertados en el misterio de Cristo, que murió y resucitó por
nosotros. Que nos acompañe en este itinerario espiritual la Virgen Santísima
que siguió a Jesús en su pasión –Ella estaba allí, miraba, sufría…- estuvo
presente y unida a Él bajo su cruz, pero se avergonzaba de su hijo. ¡Una madre
nunca se avergüenza de su hijo! Estaba allí y recibió en su corazón maternal la
inmensa alegría de la resurrección. Que ella obtenga para nosotros la gracia de
participar desde dentro en las celebraciones de los próximos días, para que
nuestro corazón y nuestra vida se transformen verdaderamente.
Y mientras os dejo estos pensamientos, mientras formulo para
todos vosotros mis mejores deseos de una feliz y santa Pascua, junto con
vuestras comunidades y seres queridos. Y os aconsejo: en la mañana de Pascua
llevad a los niños debajo del grifo y haced que se laven los ojos. Será un signo
de cómo ver a Jesús resucitado. Fuente:
Aciprensa.