20 de marzo 2018. A partir de la Primera Lectura de este
martes, en la que se narran las penurias del pueblo de Israel tras la huida de
Egipto, el Papa Francisco explicó en la Misa celebrada en Casa Santa Marta cómo
mirar a Cristo ensangrentado en la cruz puede ayudar a superar los momentos de
desilusión en el camino de conversión que, incluso, pueden incitar en el alma
sentimientos de rechazo a Dios.
El pueblo de Israel, a pesar de todo lo que había recibido
de Dios, el maná cuando les faltaba de comer, el agua cuando les faltaba de
beber, mostró su rechazo a Moisés y a Dios
cuando llegaron a la frontera con la
tierra de Caná y comprobaron que estaba habitada por un pueblo poderoso
fuertemente armado. El Santo Padre explicó que “el pueblo no soportó el viaje”,
del mismo modo que las personas comienzan “una vida para seguir al Señor, para
estar cercano al Señor, pero llegan a un punto en que las pruebas parecen
superarlos”. Se llega entonces a un momento en que la persona dice “¡basta! ¡Yo
aquí me paro y me doy la vuelta!”. Se piensa, pues, en el pasado con nostalgia:
“cuanta comida maravillosa comíamos allí”, en referencia a la nostalgia que, en
un momento concreto, sintieron algunos israelitas de la esclavitud en Egipto. “Estas
son las ilusiones que nos mete el diablo: te hace ver lo bello de una cosa que
has dejado, de las cuales te has convencido en el momento de la desolación del
camino, cuando todavía no has alcanzado la promesa que te hizo el Señor”.
El Obispo de Roma comparó esta situación con el camino de la
Cuaresma. Puede ocurrir que “en Cuaresma podamos pensar de este modo. O
concebir la vida como una Cuaresma: siempre hay pruebas y las consolaciones del
Señor como el maná, el agua… Y a pesar de todo, el pueblo de Israel no podía
olvidar lo que comían en la mesa de la esclavitud”. Esa tentación que
experimentaron los israelitas en el desierto es la misma que afecta a cualquier
persona cuando se quiere seguir al Señor pero se atasca. El error, cuando eso
sucede, es “hablar a espaldas de Dios e intoxicarse el alma” debido a que se
piensa que Dios no lo quiere ayudar.
El Papa siguió explicando el significado de la Primera
Lectura, y en concreto la escena en que Dios envía unas serpientes que empiezan
a morder a los israelitas que habían murmurado contra Él. Entonces Moisés
intercede por ellos, y el Señor le ordena que haga una serpiente de bronce y
que la eleve sobre un asta. Todo aquel que hubiera sufrido la mordedura y
mirara la serpiente de bronce, quedaría curado. Lejos de ser un elemento
idolátrico, el Santo Padre señaló que la serpiente de bronce sobre el asta es
un elemento profético: “es la figura de Cristo sobre la cruz”.
“Ahí esta la llave de nuestra salvación, la llave de nuestra
paciencia en el camino de la vida, la llave para superar nuestros desiertos:
mirar al crucifijo. Mirar a Cristo crucificado”. Por ello, el Pontífice invitó
a que, en los momentos de dificultad en el camino, “mirar al crucifijo”, a
“Cristo cubierto de llagas”. En concreto, invitó a mirar a los crucifijos
“feos”, pero “realistas”. “Porque los artistas han hecho crucifijos bellos,
artísticos”, lo cual “no siempre es mundanidad”, porque el artista pretende así
mostrar “la gloria de la cruz, la gloria de la resurrección”.
Pero para los momentos en que se siente desfallecer en el
camino, el Papa recomendó mirar a aquellos crucifijos en los que se muestra a
Cristo cubierto de sangre, antes que aquellos en los que se muestra la gloria.
Y ya después contemplar la gloria de la resurrección. El Obispo de Roma
finalizó la homilía haciendo una recomendación: “Enseñad a vuestros hijos a
mirar el crucifijo y la gloria de Cristo. Pero nosotros, en los momentos malos,
en los momentos difíciles, intoxicados un poco por haber dicho en nuestros
corazones cualquier cosa contra Dios, miremos las llagas de Cristo”. Lectura
comentada por el Papa Francisco: Números 21:4-9. Fuente: Redacción Aciprensa.