27 de marzo de 2018

EL MAESTRO DE NAZARETH NOS ENSEÑA: LA HERMANDAD, EL SACRIFICIO DE LA CRUZ, LA GLORIA Y LA ESPERANZA. JUEVES, VIERNES Y SÁBADO SANTO



NUESTRO JUEVES SANTO
29 DE MARZO 2018
Éxodo 12, 1-8.11-14. Salmo 115.  I Corintios 11,23-26.
Juan 13, 1-15.

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llagado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarle los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. °°° Palabra del Señor
 
“Todo el ministerio de Jesús fue una permanente entrega al pueblo pobre. 
Los enfermos, endemoniados y marginados recibieron de Jesús una mano amiga. Compartieron su mesa y fueron proclamados dichosos. Hasta el final de su existencia, Jesús entrega todo lo que es, todo lo que sabe, todo lo que tiene. Ahora, se prepara para entregar definitivamente su existencia. Jesús entrega todo, hasta el límite.

Jesús era visto como el símbolo de la humildad: un rey vestido de pobreza. Como conocía perfectamente la situación de su pueblo insistió constantemente en la urgencia de apoyar a quienes carecían de lo mínimo para vivir: "Pues tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber; estuve sin ropa y ustedes me vistieron; enfermo y me visitaron" (Mt 25, 35-36). En cada ser humano empobrecido, sin techo, sin ropa y enfermo Jesús nos dejó su indeleble imagen. Porque Dios continúa crucificado en la cruz de la miseria. "Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron" (Mt 25, 40).

Jesús se impone a la dureza de lo inevitable. El conocía perfectamente la suerte de los profetas que le precedieron. Juan Bautista fue asesinado por veleidades de la reina en la corte de Herodes. Otros muchos murieron por reivindicaciones menores. La muerte que los gobernantes infligían a los profetas buscaba el escarnio del pueblo. Intentaban silenciar la voz de Dios. En medio de esa situación, Jesús encuentra el momento propicio para demostrar que la entrega por la causa del reino comienza y termina en los pequeños y cotidianos gestos de entrega, perdón y generosidad.

Jesús realiza con gusto y convicción una actividad reservada para los sirvientes: toma los pies encallecidos de sus discípulos y los lava y limpia uno a uno. Los callos de la incertidumbre que se formaron camino a Jerusalén son objeto de su caricia. La mano que sirve, la mano que acaricia, es la misma mano que está dispuesta a dejarse traspasar por la injusticia para reclamar justicia. Jesús no comienza su testimonio extendiendo sus brazos en la cruz. Sus brazos y sus manos ya han anticipado la autenticidad de su testimonio. Su mano ya se ha extendido hacia el enfermo para rescatarlo de la postración; su mano ha auxiliado al indigente y lo ha ayudado a reencontrar su dignidad; su mano ha rescatado de la muerte y ha otorgado nuevamente la vida. Fuente: Servicio bíblico latinoamericano.

Jesús es consciente de que está por terminarse su camino hacia el Padre, y por tanto dispuesto a llevar a término su éxodo personal y definitivo. Tal pasaje al Padre se realiza mediante la Cruz, momento nuclear en el que Jesús entregará su vida en provecho del hombre.
Llama la atención del lector el constatar cómo el evangelista Juan sepa representar muy bien la figura de Jesús siendo consciente de los últimos acontecimientos de su vida y, por tanto, de su misión. Y a probar que Jesús no es arrastrado por los acontecimientos que amenazan su existencia, sino que está preparado para dar su vida. Precedentemente el evangelista había anotado que todavía no había llegado su hora; pero ahora en la narración del lavatorio de los pies dice, que Jesús es consciente de que se aproxima su hora. Tal conciencia está a la base de la expresión juanista: “después de haber amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (v.1) El amor “por los suyos”, aquéllos que forman la nueva comunidad, ha sido evidente mientras ha estado con ellos, pero resplandecerá de modo eminente en su muerte. Tal amor viene mostrado por Jesús en el gesto del lavatorio de pies que , en su valor simbólico, muestra el amor continuo que se expresa en el servicio.

b) Lavatorio de los pies:

Jesús se encuentra en una cena ordinaria con los suyos. Tiene plena conciencia de la misión que el Padre le ha confiado: de Él depende la salvación de la humanidad. Con tal conocimiento quiere mostrar a “los suyos”, mediante el lavatorio de los pies, cómo se lleva a cumplimiento la obra salvífica del Padre e indicar con tal gesto la entrega de su vida para la salvación del hombre. Es voluntad de Jesús que el hombre se salve y un consumidor deseo lo guía a dar su vida y entregarse. Es consciente de que “el Padre había puesto todo en sus manos” (v. 3a); tal expresión deja entrever que el Padre deja a Jesús la completa libertad de acción.
Jesús, además, sabe que su origen y la meta de su itinerario es Dios; sabe que su muerte en la cruz, expresión máxima de su amor, es el último momento de su camino salvador. Su muerte es un “éxodo”: el ápice de su victoria sobre la muerte; en el dar su vida, Jesús nos revela la presencia de Dios como vida plena y ausente de muerte.
Con esta plena conciencia de su identidad y de su completa libertad Jesús se dispone a cumplir el grande y humilde gesto del lavatorio. Tal gesto de amor se describe con un cúmulo de verbos (ocho) que convierten la escena complicada y henchida de significado. El evangelista presentando la última acción de Jesús sobre los suyos, usa esta figura retórica de acumulación de verbos sin repetirse para que tal gesto permanezca impreso en el corazón y en la mente de sus discípulos y de cualquier lector y para que se retenga un mandamiento que no debe olvidarse. El gesto cumplido por Jesús intenta mostrar que el verdadero amor se traduce en acción tangible de servicio. Jesús se despoja de sus vestidos se ciñe un delantal símbolo de servicio. El despojarse de sus vestidos es una expresión que tiene la función de expresar el significado del don de la vida. ¿Qué enseñanza quiere Jesús transmitir a sus discípulos con este gesto? Les muestra que el amor se expresa en el servicio, en dar la vida por los demás como Él lo ha hecho.
En tiempos de Jesús el lavado de los pies era un gesto que expresaba hospitalidad y acogida con los huéspedes. De ordinario era hecho por un esclavo con los huéspedes o por una mujer o hijas a su padre. Además era costumbre que el rito del lavado de pies fuese siempre antes de sentarse a la mesa y no durante la comida. Esta forma de obrar de Jesús intenta subrayar la singularidad de su gesto.
Y así Jesús se pone a lavar los pies a sus discípulos. El reiterado uso del delantal con el que Jesús se ha ceñido subraya que la actitud de servicio es un atributo permanente de la persona de Jesús. De hecho, cuando acaba el lavatorio, Jesús no se quita el paño que hace de delantal. Este particular intenta subrayar que el servicio-amor no termina con la muerte. La minuciosidad de tantos detalles muestra la intención del evangelista de querer poner de relieve la importancia y singularidad del gesto de Jesús. Lavando los pies de sus discípulos Jesús intenta mostrarles su amor, que es un todo con el del Padre (10,30.38). Es realmente impresionante esta imagen que Jesús nos revela de Dios: no es un soberano que reside sólo en el cielo, sino que se presenta como siervo de la humanidad. De este servicio divino brota para la comunidad de los creyentes aquella libertad que nace del amor y que vuelve a todos su miembros “señores” (libres) en tanto que servidores. Es como decir que sólo la libertad crea el verdadero amor. De ahora en adelante el servicio que los creyentes darán al hombre tendrá como finalidad el de instaurar relaciones entre los hombres en el que la igualdad y la libertad sean una consecuencia de la práctica del servicio recíproco. Jesús con su gesto intenta demostrar que cualquier asomo de dominio o prepotencia sobre el hombre no está de acuerdo con el modo de obrar de Dios, quien, por el contrario, sirve al hombre para atraerlo hacia Sí. Además no tienen sentido las pretensiones de superioridad de un hombre sobre otro, porque la comunidad fundada por Jesús no tiene forma piramidal sino horizontal, en la que cada uno está al servicio del otro, siguiendo el ejemplo de Dios y de Jesús.
En síntesis, el gesto que Jesús cumple expresa los siguientes valores: el amor hacia los hermanos exige un cambio en acogida fraterna, hospitalidad, o sea, servicio permanente.

c) Resistencia de Pedro:

La reacción de Pedro al gesto de Jesús es de estupor y protesta. También hay cambio en el modo de dirigirse a Jesús: Pedro lo llama “Señor” (13,6). Tal título reconoce en Jesús un nivel de superioridad que choca con el “lavar” los pies, una acción que compete, en verdad, a un sujeto inferior. La protesta es enérgicamente expresada por las palabras: “¿Tú lavarme a mí los pies?” A los ojos de Pedro este humillante gesto del lavatorio de los pies parece una inversión de valores que regulan las relaciones entre Jesús y los hombres: el primero es el Mesías, Pedro es un súbdito. Pedro no aprueba la igualdad que Jesús quiere establecer entre los hombres.
A tal incomprensión Jesús responde a Pedro invitándolo a acoger el sentido de lavar los pies como un testimonio de su afecto hacia él. Más precisamente: le quiere ofrecer una prueba concreta de cómo Él y el Padre lo aman.
Pero la reacción de Pedro no cesa: rechaza categóricamente que Jesús se ponga a sus pies. Para Pedro cada uno debe cumplir su papel, no es posible una comunidad o una sociedad basada en la igualdad. No es aceptable que Jesús abandone su posición de superioridad para hacerse igual a sus discípulos. Tal idea del Maestro desorienta a Pedro y lo lleva a protestar. No aceptando el servicio de amor de su Maestro, no acepta ni siquiera que muera en la cruz por él (12,34;13,37). Es como decir, que Pedro está lejos de comprender qué cosa es el verdadero amor y tal obstáculo sirve de impedimento para que Jesús se lo muestre con la acción.

Mientras que Pedro no esté dispuesto a compartir la dinámica del amor que se manifiesta en el servicio recíproco no puede compartir la amistad con Jesús, y se arriesga, realmente, a autoexcluirse.
A continuación de la advertencia de Jesús: “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo” (v.8), Pedro consiente a las amenazantes palabras del Maestro, pero sin aceptar el sentido profundo de la acción de Jesús. Se muestra abierto, dispuesto a dejarse lavar, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza. Parece que Pedro admite mejor el gesto de Jesús como una acción de purificación o ablución, más que como servicio. Pero Jesús responde que los discípulos están purificados (“limpios”) desde el momento en que han aceptado dejarse guiar por la Palabra del Maestro, rechazando la del mundo. Pedro y los discípulos no tienen necesidad del rito judaico de la purificación, sino de dejarse lavar los pies por Jesús; o mejor, de dejarse amar por él , que les da dignidad y libertad.

d) El memorial del amor:

Al término del lavatorio de los pies, Jesús intenta dar a su acción una validez permanente para su comunidad y al mismo tiempo dejar en ella un memorial o mandamiento que deberá regular para siempre las relaciones fraternas.
Jesús es el Señor, no en la línea de dominio, sino en cuanto comunica el amor del Padre (su Espíritu) que nos hace hijos de Dios y aptos para imitar a Jesús, que libremente da su amor a los suyos. Esta actitud interior de Jesús lo ha querido comunicar a los suyos, un amor que no excluye a ninguno, ni siquiera a Judas que lo va a traicionar. Por tanto si los discípulos lo llaman Señor, deben imitarlo; si lo consideran Maestro deben escucharlo. Fuente:  Orden de los Carmelitas.



LA CRUZ ES SIGNO DE GLORIA Y ESPERANZA
NUESTRO VIERNES SANTO.  30 DE MARZO 2018

EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO. "Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la
tierra hasta la hora nona. Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: «¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», esto es: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?» Al oírlo algunos de los que estaban allí decían: «A Elías llama éste.» Y enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber. Pero los otros dijeron: «Deja, vamos a ver si viene Elías a salvarle.» Pero Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el espíritu. En esto, el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo; tembló la tierra y las rocas se hendieron. Se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron. Y, saliendo de los sepulcros después de la resurrección de él, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos. Por su parte, el centurión y los que con él estaban guardando a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: «Verdaderamente éste era Hijo de Dios.»"  Mateo 27, 45-54. Palabra del Señor  

LA CRUZ ES SIGNO DE LA GLORIA Y LA ESPERANZA
            Nadie ama tanto en este mundo, sino aquel que se atreve a dar la vida por sus amigos. Este es el espíritu del viernes santo. Espíritu de dolor, espíritu de sufrimiento, espíritu de conquista, espíritu de salvación, espíritu de patriotismo. El dolor se transforma en gloria y esperanza por la fuerza del amor. Qué silencioso es este día, qué tenebrosa se torna la tarde, qué impactante las palabras de Jesús en el madero de la cruz, en el leño de la vida. Cuántos pensamientos cruzan en nuestras mentes, cuántas oraciones se elevan hacia el cielo, cuántos pueblos y naciones detienen la marcha de sus afanes, cuántos hombres y mujeres viven hoy en su plenitud el ayuno, el sacrificio, el camino del calvario, la oración prolongada, las promesas, los arrepentimientos, la conversión de sus corazones, la nota que hacía falta, su propia conversión.

            Cuando contemplamos a Cristo crucificado, descubrimos la extraordinaria riqueza que emana del madero de la cruz, con un solo objetivo, el bien de cada uno de nosotros. Allí pende, su sacerdocio, su realiza, su visión profética, su sacrificio redentor, su martirio, el hombre que sufre, el Dios que salva, el hombre que se hace solidario, el Dios que perdona, la Iglesia misma que nace del costado de Cristo.  Nos decidimos a aceptar el sufrimiento humano como un valor, como parte integrante de lo que significa el camino de la vida.  El sufrimiento humano constituye en sí mismo casi un específico –mundo- que existe junto con el hombre, que aparece en él y pasa, o a veces no pasa, pero se consolida y se profundiza en él. Este mundo del sufrimiento, dividido en muchos y numerosos sujetos, existe casi en la dispersión. Cada persona mediante su sufrimiento constituye no solo una pequeña parte de ese mundo, sino que a la vez, aquel mundo está en él como una entidad finita e irrepetible. Los hombres que sufren se hacen semejantes entre sí a través de la analogía de la situación, la prueba del destino o mediante la necesidad de comprensión y atenciones; por tal razón, aunque el mundo del sufrimiento exista en la dispersión, al mismo tiempo contiene en sí un singular desafío a la comunión y a la solidaridad. (Cfr. San Juan Pablo II. Salvifici Doloris.8 )

            El sufrimiento se encarna en el madero de la cruz, las palabras del Maestro son el espíritu de lo que nos falta por completar a sus seguidores en la Pasión de Cristo. La encarnación de la pasión dolorosa del Señor no es un asunto de un –simple y fácil espiritualismo- es una realidad de fe. En nosotros, Cristo sigue sufriendo, sigue siendo condenado, sigue maltratado y llevado al matadero como manso cordero. 

PRIMERA PALABRA
"Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34)
            Somos hombres, Señor, perdónanos: por no saber decirte nada, por ser avaros de nuestro tiempo y no tenerlo para encontrarnos contigo. Somos hombres, Señor, perdónanos: por esconder la claridad del Evangelio, por nuestras cobardías y nuestros compromisos con el pecado. Perdónanos, Señor, por nuestras faltas de amor, nuestros arrebatos, nuestros prejuicios, nuestra indiferencia, y todo lo que mata el amor. Perdónanos, Señor, por no saber perdonar, por no saber reconciliarnos con nosotros mismos, y, menos aún, con los otros. ¿Cuándo será que sabremos amar como Tú amas? ¿Cuándo será que sabremos amar al otro por él y por Ti? Perdona la fealdad de nuestra mirada. Somos hombres, Señor, perdónanos.

SEGUNDA PALABRA
            "Hoy estarás conmigo en el Paraíso" (Lc 23, 43)
Ayúdame, oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarle.  Ayúdame, oh Señor, a que mis oídos sean misericordiosos, para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos.  Ayúdame, oh Señor, a que mi lengua sea misericordiosa, para que jamás hable negativamente de mi prójimo, sino que tenga una palabra de consuelo y de perdón para todos.  Ayúdame, oh Señor, a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras, para que sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y cargar sobre mí las tareas más difíciles y penosas.  Ayúdame, oh Señor, a que mis pies sean misericordiosos, para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio. Mi reposo verdadero está en el servicio a mi prójimo.  Ayúdame, oh Señor, a que mi corazón sea misericordioso, para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo. A nadie le rehusaré mi corazón. Seré sincero incluso con aquellos de los cuales sé que abusarán de mi bondad. Y yo mismo me encerraré en el misericordiosísimo Corazón de Jesús. Soportaré mis propios sufrimientos en silencio. Que tu misericordia, oh Señor, repose dentro de mí. Amen.  Fuente: Grupo de Oración Santo Cura de Ars

TERCERA PALABRA
"He aquí a tu hijo: he aquí a tu Madre" (Jn 19, 26)
            Préstame, Madre, tus ojos para con ellos mirar, porque si por ellos miro nunca volveré a pecar  Préstame, Madre, tus labios para con ellos rezar, porque si con ellos rezo Jesús me podrá escuchar  Préstame, Madre, tu lengua para poder comulgar pues es tu lengua patena de amor y de santidad  Préstame, Madre, tus brazos para poder trabajar, que así rendirá el trabajo una y mil veces mas  Préstame, Madre, tu manto para cubrir mi maldad pues cubierto con tu manto al Cielo he de llegar  Préstame, Madre a tu Hijo para poderlo yo amar, si Tú me das a Jesús, ¿Que mas puedo yo desear?  Y esa será mi dicha por toda la eternidad.

CUARTA PALABRA
            "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mt 27, 46)
"Tengo mil dificultades: ayúdame. De los enemigos del alma: sálvame. En mis desaciertos: ilumíname. En mis dudas y penas: confórtame. En mis enfermedades: fortaléceme. Cuando me desprecien: anímame. En las tentaciones: defiéndeme. En horas difíciles: consuélame. Con tu corazón maternal: ámame. Con tu inmenso poder: protégeme. Y en tus brazos al expirar: recíbeme.

QUINTA PALABRA
            "Tengo sed" (Jn 19, 28)
Nos haces falta tú, Señor, pues tenemos sed, Señor, mucha sed, por tantas y tantas necesidades, que no logramos satisfacer. Nos hacen falta muchas cosas pero más que nada nos hace falta tu gracia, tu amor y tu paz. Nos haces falta tú, Señor, en nuestra vida; tu ausencia es peor que la sed inapagable que está quemando nuestro ser. Nos hace falta el agua viva que nos da la certeza de un futuro de vida. Nos hace falta sobre todo sentirnos unidos a Ti, para saber compartir y saciar nuestra sed. Amén.

SEXTA PALABRA
            "Todo está consumado" (Jn 19,30)
Cuantas veces, Señor, no hemos sido fieles, ¡no hemos sido realistas frente a las cosas! ¡Cuántas veces hemos creído poco en la inagotable fuerza de vida que deriva de la cruz! Concédenos Señor, que, al contemplarla, nos sintamos amados por Ti, amados por Dios, hasta el fondo, tal como somos; y creamos que por la fuerza de la cruz existe en nosotros una capacidad nueva de dedicarnos a los hermanos, según aquel estilo y aquel modo que nos enseña y comunica la cruz. Danos, Señor, descubrir que la cruz hace nacer de verdad un hombre nuevo dentro de nosotros, suscita nuevas formas de vida entre los hombres, conviértete en el preludio, la promesa y la anticipación de aquella vida plena que explotará en el misterio de la resurrección. Nos arrodillamos ante la Cruz con María y pedimos que comprendamos, como ella comprendió, el misterio que transforma el corazón del hombre y que transforma al mundo. Jesús cuando seas levantado en tu cruz atráeme hacia Ti. Amén.

SÉPTIMA PALABRA
            "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23, 46)
En tus manos Padre Santo y Misericordioso, ponemos nuestra vida, Tú nos la diste, Guíala y llénala de tus dones. Tú estás a nuestro lado, como roca sólida y amigo fiel, aun cuando nos olvidamos de tí. Pero ahora volvemos a tí. Queremos agarrarnos a la guía segura de tus manos, que nos conducen a la Cruz. Sentimos la necesidad de meditar y de callar mucho, sentimos también la necesidad de hablar para darte gracias. Y para dar a conocer a todos los hombres las maravillas de tu amor. Nos separamos de ti, fuente de la vida, y encontramos la muerte. Tu Hijo sin embargo no se paró ante el pecado y la muerte, sino que, con la fuerza del amor, destruyó el pecado, redimió el dolor, venció la muerte. La Cruz de Cristo nos revela que tu amor, es más fuerte que todo, el don misterioso y fecundo, que mana de la cruz. Es el Espíritu Santo, que nos hace partícipes, de la obediencia filial de Jesús, Nos comunica tu voluntad. de atraer a todo hombre a la alegría de una vida reconciliada y renovada por el AMOR.
Amén. ¡En Tus manos!

ORACIÓN FINAL
            Oh Jesús, ¡cuánto sufriste en la Cruz al ofrecer tu vida al Padre, para salvarnos! Nos has trazado así el camino del Amor que nos lleva a la felicidad eterna. Te ofrezco mi vida como oración, con sus dolores y alegrías y con mi esfuerzo de vivir mejor tu evangelio. Te lo ofrezco para que todos seamos buenos y encontremos salvación por Ti. Perdona nuestros pecados. Que sepamos seguir sirviéndote y amándote en nuestros hermanos que sufren hoy. ¡Gracias Señor por querernos tanto! Amén.  


CELEBRACIÓN DE LA VIGILIA PASCUAL
EN LA NOCHE DEL SÁBADO SANTO.  31 DE MARZO 2018
Éxodo 14, 15-15. Salmo 117. Romanos 6, 3-11   Marcos 16, 1-7. 

            Del evangelio según san Marcos:  "Pasado el sábado, María Magdalena, María la madre de
Santiago y Salomé compraron perfumes para ir a embalsamarlo. El primer día de la semana, muy de madrugada, al salir el sol, fueron al sepulcro. Iban diciéndose: "¿Quién nos rodará la losa de la puerta del sepulcro?". Levantaron los ojos, y vieron que la losa había sido removida; era muy grande. Entraron en el sepulcro y, al ver a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca, se asustaron. Pero él les dijo: "No os asustéis. Buscáis a Jesús nazareno, el crucificado. Ha resucitado. No está aquí. Ved el sitio donde lo pusieron. Id, decid a sus discípulos y a Pedro que él irá delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como él os dijo". Palabra del Señor.  °°°  



LA LIBERACIÓN:   UN DON DE LA MUERTE Y RESURRECCIÓN
            La resurrección corre el velo de todo el misterio de Cristo como hombre y como Dios. Reafirma la obra del Padre Celestial con su propósito intenso de la salvación del mundo. Este es el sábado santo, y el culmen de la semana mayor.  Nos invade Dios en esta noche santa, con la sorpresa del triunfo de Cristo resucitado, la misma Palabra del mensajero de la paz, describe los cuatro momentos históricos: La creación, el sacrificio de Isaac, el Éxodo y la esperanza de la venida del Mesías.  Cómo no darle gracias a Dios por reunir en un solo escenario el espíritu de su misma obra: La luz, el agua, la Palabra, la presencia de su Hijo glorificado.

            Bajo el espíritu de los escritores bíblicos podemos recorrer con el entusiasmo de la fe la obra de la creación, que es a su vez, la historia de la salvación. Nos maravillamos de la perfección de las cosas, la perfección de la naturaleza, la perfección de los animales, la perfección del espacio celeste, y la mejor perfección: el hombre y la mujer. Realmente, todo lo hizo bien, lo hizo muy bien y no solo se contentó Dios con hacerlo bien, sino que le puso el toque del amor, la comprensión, la libertad, el futuro. Logró la conexión perfecta de lo terrestre con lo celeste, lo divino con lo humano, lo humano con lo natural. Una sinfonía perfecta de luz, vida, oxigeno, esperanzas, ilusiones, trabajos, comunidad, pueblos, tierra, etc.  Desde la misma creación se puede contemplar la grandeza de Dios, la perfección del Señor, el amor de Dios, la misericordia de Dios, la presencia permanente de Dios, quien se goza de su misma obra, la cual la sostiene con el hálito de su Espíritu. Lo más común es que el corazón se llene de gratitud, que la mente busque infinitud de lugares, que el corazón no se sacie de tanto gozo y tanta belleza creadora, que hombres y mujeres no terminen de viajar por tantos lugares del mundo para sentir el deleite de la maravilla de las cosas de Dios. Que los creyentes reafirmemos más nuestra fe en Aquel que lo hizo todo, lo puede todo, y en El están las esperanzas del futuro infinito.
            El relato bíblico, denominado: el sacrificio de Isaac. Nos permite entrar a discernir el valor de la vida, el don de la existencia como una gracia infinita del creador. Dios no quiere sacrificios, Dios no quiere demostraciones, Él es el Dios de la vida, y vino a darnos vida, para que la tengamos en abundancia. Cómo no darle gracias a Dios por la vida, cómo no gritar fuerte a este mundo moderno: Por favor, no más atentados contra la vida, no al aborto, no a la eutanasia, no a la distanasia, no a las drogas, no al licor, no a la violencia. Estamos demasiado contaminados para vivir la vida que cada uno nos merecemos. Hay que darse una oportunidad en la vida, hay que abrirle espacios a la vida, hay que oxigenar la vida, con la fe, la oración, la conversión, el discernimiento, el descanso, la tranquilidad, el olvido de rencores, la destrucción de todo aquello sucio y pecaminoso que pueda existir en nuestras mentes. La manera como el mundo sacrifica la vida actualmente nos es el método de Dios: “Abrahán tomo el cuchillo para degollar a su hijo; el ángel del Señor le gritó. No alargues la mano contra tu hijo, ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios.

            Ganar la libertad y vivir en libertad es el regalo más grande que se le puede ofrecer a un pueblo, a una persona. Dios le concedió ese presente a Israel. Liberó a todos los hebreos quienes estaban sometidos al yugo de los egipcios. Ganamos la libertad, cuando nos dejamos liberar, ganamos la libertad, cuando detenemos el mal, ganamos la libertad, cuando le cerramos el corazón al pecado, ganamos la libertad, cuando decimos la verdad, ganamos la libertad, cuando somos justos con los demás. El Éxodo de Israel, lo seguimos viviendo en esta historia de la humanidad, seguimos caminando en este mundo buscando la salvación, la vida eterna, la superación de las dificultades, la sanación interior, la conquista de la verdad, el deseo de vivir cada día mejor. “La libertad individual de cada persona, es parte de la historia de la libertad de la humanidad, la cual ha sido adquirida y transmitida por todos aquellos que nos precedieron” (Karl Rhaner, libertad y manipulación)