18 de marzo 2018. A una semana del Domingo de Ramos, el Papa
Francisco presidió el rezo del Ángelus regina coeli y explicó qué significa "perder la
vida". El Papa comentó que el Evangelio de este domingo “cuenta un
episodio acontecido en los últimos días de la vida de Jesús” y la escena “se
desenvuelve en Jerusalén, donde Él se encuentra por la fiesta de la Pascua
hebrea”. “Para esta celebración ritual llegaron también algunos griegos. Eran
hombres animados por sentimientos religiosos, atraídos por la fe
del pueblo
hebreo y que, habiendo sentido hablar de este gran profeta, se acercan a
Felipe, uno de los doce apóstoles” y le piden ver a Jesús.
Francisco dijo entonces que “quien quiere conocer a Jesús
debe mirar a la cruz, donde se revela su gloria”. “El Evangelio de hoy nos
invita a dirigir nuestra mirada al crucifijo, que no es un objeto ornamental o
un accesorio de vestir del que a veces se abusa, sino un signo religioso que hay
que contemplar y comprender”. Además, “en la imagen de Jesús crucificado se
desvela el misterio de la muerte del Hijo de Dios como supremo acto de amor,
fuente de vida y de salvación para la humanidad de todos los tiempos”. También
explicó el versículo que dice: “si el grano de grano que cae en la tierra no
muere, permanece solo, pero si muere produce mucho fruto”. “Jesús quiere hacer
comprender que su historia extrema –muerte y resurrección– es un acto de
fecundidad que llevará fruto para muchos”.
De esta manera “se compara a sí mismo con el grano de trigo
que cayendo en la tierra genera nueva vida”. “Con la encarnación, Jesús ha
venido a la tierra, pero esto no basta: debe también morir para rescatar a los
hombres de la esclavitud del pecado y donarles una nueva vida reconciliada en el
amor”. El Papa señaló que también sus discípulos estaban llamados a “perder la
vida” y por tanto todos los cristianos están llamados a lo mismo. “¿Qué
significa perder la vida?”, preguntó. “Significa pensar menos en uno mismo, en
los intereses personales, en saber ‘ver’ y andar al encuentro de los más
necesitados, del prójimo, especialmente de los últimos”. “Realizar con alegría
obras de caridad hacia los que sufren en el cuerpo y en el espíritu es el modo
más auténtico de vivir el Evangelio, es el fundamento necesario para que
nuestras comunidades crezcan en la fraternidad y en la acogida recíproca”,
subrayó. Fuente: Redacción Aciprensa.