7 de marzo 2018. Padre, Mario García Isaza. Formador,
seminario mayor, Ibagué. Colombia. Las cosas por su nombre … Hace pocos días, la Conferencia Episcopal
emitió un comunicado, que en el fondo es un grito de angustia y perplejidad ante
el proceder macabro y criminal de la Corte constitucional, y un llamado a que
levantemos la voz en defensa de la vida y de la ley de Dios.
Este grito está
provocado por la sentencia T-544 de
2017, con que dicha corte urge al Congreso para que reglamente la práctica de
la eutanasia de niños y adolescentes,
y por el consiguiente proyecto de ley que
en ese sentido ha presentado al órgano
legislativo el ministerio de salud. Nos recuerdan los señores Obispos que sólo
Dios es dueño de la vida; que cada vez más, y es ésta la tarea de la medicina,
es posible aliviar el dolor; que no es lícito matar al paciente por matar su
sufrimiento; que las instituciones de salud que se profesan católicas, tienen
perfecto derecho a oponer la objeción de conciencia si quiere obligárseles
matar a un ser humano; que es un sofisma aranero el llamar derecho a una muerte
digna la eliminación deliberada una ser
humano, más aún cuando se trata de un ser vulnerable e inerme como es el niño.
No me sentiría tranquilo si no atendiera este llamado de la Iglesia; siento que
es nuestro deber hacer eco a la voz de nuestros Pastores.
Avanza, incontenible y ciega, la “cultura de la
muerte”, llevándose por delante la ley de Dios y los fundamentos éticos de
nuestra sociedad; la corte constitucional y el ministerio de “salud y
protección social”, irresponsable e ilegítimamente, se arrogan una autoridad
que no tienen para imponer el asesinato de los más débiles por medio del aborto
y, ahora, de la eutanasia. Y todo lo envuelven con el hipócrita ardid de no
llamar las cosas por su nombre; hay eufemismos que, si no estuvieran paliando
crímenes abominables, resultarían simplemente ridículos.
El editorialista de El
Espectador, el día 4 de este mes, emplea cinco veces en pocos renglones la
expresión de “muerte digna” refiriéndose a la eutanasia de los niños, que
presenta artera y falsamente, como un derecho; y se queja, en relación con el
comunicado de la CEC, de que nuestros Obispos “en síntesis dicen que es un
asesinato”. Pues sí, sí señor, lo dicen, porque lo es. La inefable señora
Florence Thomas, que continúa con su pretensión de dictarnos cátedra de
humanismo y ética a los colombianos, en días pasados se despachó así en su
columna de El Tiempo: “ Y no estoy
hablando de aborto, sino de interrupción voluntaria del embarazo”… ( ¡Sic! )
Sencillamente risible si, repito, no fuese tan trágico y criminal. El señor
presidente de la república expresa ante las cámaras, poniendo cara de angustia,
que vive un drama en el alma pensando en el número de vidas que se pondrían en
riesgo si él interrumpiera la nefasta negociación con los criminales del ELN.
Yo me pregunto, y le pregunto: ¿lo trasnochan, igualmente, las vidas inocentes
que, por miles, serán segadas por la aplicación de las leyes abortistas y eutanásicas
que su gobierno prohija?
Otra vez lo digo: bueno sería conocer, sin rodeos ni
vacilaciones, cuál es la posición de quienes en este momento se presentan como
candidatos para el Parlamento o para la Presidencia de la República, en
relación con el aborto, la eutanasia, el pretendido matrimonio homosexual, la
naturaleza y constitución de la familia; porque por quienes admitan
aberraciones en relación con estos temas, en conciencia, no podemos votar. Correo
del autor: magarisaz@hotmail.com