Evangelio para el domingo 1 de abril
2018. -«°°° “Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado
primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la
Escritura; que Él había de resucitar de entre los muertos”. °°° (Juan 20,
1-9). El primer domingo de pascua en la
historia del cristianismo se celebró en la ciudad de Jerusalén.
Parodiando el
texto bíblico según san Juan, las mujeres madrugaron a visitar al Señor en el
sepulcro, llevando consigo aromas. Pedro y Juan acudieron al sepulcro con
desconcierto y esperanza. El resultado de todo este proceso es que el cuerpo no
estaba allí. La muerte no tiene la última palabra. La experiencia con el
resucitado se convierte en un motivo de gozo, de paz, de alegría, de fe, de
cumplimiento de las promesas de un Dios Padre, de un Dios Hijo, de un Dios
Espíritu que se quedó para permanecer con nosotros. La resurrección define la
predicación de los profetas, el mismo salvador nos abre la inteligencia para
podamos entender la Escritura, (cf. Lucas 24, 45-47); lleva a su máxima expresión
la obra del Hijo de Dios, (cf. Lucas 9,22). La resurrección como misterio
pertenece al orden de la fe; es también un acontecimiento histórico, las
pruebas reposan en el sepulcro vacío (cf. Juan 20,2). El Maestro superando la
muerte, se aparece a sus discípulos, (cf. Juan 20, 19-20); también a Santo
Tomás (cf. Juan 20, 26-28). María Magdalena tiene una gran experiencia con el
resucitado (cf. Juan 20, 10-18). El mismo apóstol san Pablo reconoce en el
acontecimiento de la resurrección la razón de nuestra fe: (1 Corintios
15,14).
Pascua es ese
acontecimiento central de nuestra fe, porque a través de ella descubrimos en su
complejidad el misterio de Cristo, el misterio de Dios, el misterio de la
Iglesia, la misión que se nos encomienda: “Nos encargó predicar al pueblo,
dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos”
(Hechos 10, 42). Los mismos profetas nos aseguran para el bien de nuestra fe,
que todo el que crea en él, recibirá el perdón de los pecados. (cf. Hechos 10,
43). Qué bueno saber y creer que no estamos solos, nuestra vida no se reduce a
un sepulcro, porque la losa que cubría el sepulcro ha desaparecido, nos han
liberado de las tinieblas, de la oscuridad, del pecado, de la condenación
eterna. La pascua se convierte en un nuevo y preciso modelo para vivir la fe,
el cristianismo, la razón de ser de la Iglesia. Los que creemos en la resurrección
de Cristo, debemos aprender a vivir como la primera comunidad post
pascual: Dice la Escritura: Observar las
enseñanzas, vivir unidos, ser fieles, compartir con los demás lo que tenemos,
preocuparnos por los más necesitados, etc. (cf. Hechos 2, 42-47). Cuida tu salud: La esperanza cristiana es que
todos aprendamos a ser hermanos. Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.