Evangelio
para el domingo 3 de febrero 2019. °°° «Jesucristo les respondió: «Sin duda me
aplicarán aquel dicho: 'Médico, cúrate a ti mismo' y me dirán: Haz también aquí
en tu patria todo lo que hemos oído decir que hiciste en Cafarnaúm.» y añadió:
«Yo les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su patria” °°° Lucas 4,
21-30. La experiencia demuestra que hombres y mujeres, no nos hemos podido
acostumbrar a vivir según las reglas del Evangelio:
un Dios cercano nos parece
extraño, un Dios hombre, es imposible para muchos; un Dios que perdona pecados,
es una blasfemia; un Dios que resucita muertos, no lo puedo creer; un Dios hijo
de un carpintero, de una mujer humilde y pobre, no puede ser cierto que hable
con tanta sabiduría; que deje atónitos a los doctores de la ley, que sea tan
diferente a nosotros, eso es muy extraño.
¿Por qué no cambiar nuestra
mentalidad? ¿Por qué no renovar nuestro espíritu? ¿Por qué, muchos siguen
pensando en un Dios tan lejano, tan terrible, tan justiciero, tan misterioso,
demasiado metafísico, inalcanzable. Démosle la oportunidad a Dios que sea Dios
en medio de nosotros, no juguemos a ser dioses, desechemos la idea de ser
jueces ante Dios, la opción es que aprendamos a pensar como hijos de Dios, como
quien respeta, admira y toma tan en serio las enseñanzas de su Padre. El Hijo de Dios pide caridad, el Maestro pide
cordura, la humanidad le responde con violencia: “Lo llevaron a un peñasco en
la montaña donde está construida la población, con intención de despeñarlo”. Cristo no es un hombre violento, no tiene una
mente belicosa; es un hombre recto, su principio es la caridad: “Él se abrió
paso entre ellos y se alejó”.
La caridad, la justicia y la
misericordia, son los criterios del Salvador del mundo. Si ese es el querer y
el actuar de Dios, ¿por qué? °°° nos cuesta perdonar; la prudencia no es
nuestra arma de defensa; violamos fácilmente los derechos de los demás;
perdemos la noción del otro, cuando queremos defender la nuestra. El Papa
Francisco pide a los que somos creyentes, limar las asperezas causadas por el
orgullo, la soberbia. (Ángelus 9 diciembre 2018). San Pablo propone la caridad,
expresada en el amor. El amor, definido como la gracia suprema de hacer siempre
el bien. No existe la posibilidad de amar, mientras no se tenga la razón de
hacer el bien. Dice la Escritura: El amor es paciente, bondadoso, no rencoroso,
no hipócrita, no busca el interés. Se goza con la verdad. (cf. 1 Corintios 13,
4-13). Cuida tu salud: Quien aprende a
pensar según la mente de Dios. No excluye a los demás, no utiliza a los demás,
no discrimina a los demás. Padre, Jairo
Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.