6 de enero 2019. En sus palabras previas al rezo del
Ángelus, el Papa Francisco invitó a los fieles a seguir el ejemplo de los Reyes
Magos que abrieron sus corazones a la novedad del Dios hecho hombre, y no como
Herodes se cerró por temor a perder su poder, o los escribas de Jerusalén que
no supieron mirar más allá de sus propias certezas. El Santo Padre presidió el
rezo de la oración mariana desde el
balcón del Palacio Apostólico, luego de haber celebrado en la Basílica de San
Pedro la Misa por la Solemnidad de la Epifanía del Señor.
Francisco aseguró que “Jesús, nacido en Belén, ciudad de
David, vino a traer la salvación a los cercanos y alejados”. En ese sentido,
“el evangelista Mateo muestra diversos modos con los cuales se puede encontrar
a Cristo y responder a su presencia. Herodes y los escribas de Jerusalén tienen
un corazón duro, que se obstina y rechaza la visita de ese Niño. Es una
posibilidad: cerrarse a la luz”. El Papa señaló que “ellos representan a
cuantos, también en nuestros días, tienen miedo de la venida de Jesús y cierran
el corazón a los hermanos y hermanas que necesitan ayuda. Herodes tiene miedo
de perder el poder y no piensa en el verdadero bien de la gente, sino en el
propio beneficio. Los escribas y los jefes del pueblo tienen miedo porque no
saben mirar más allá de las propias certezas, no llegan así a acoger la novedad
que está en Jesús”.
En cambio, “bien diferente es la experiencia de los Magos.
Venidos de Oriente, ellos representan a todos los pueblos alejados de la fe
hebraica tradicional. Y sin embargo, se dejan guiar por la estrella y afrontan
un viaje largo y riesgoso para llegar a la meta y conocer la verdad sobre el
Mesías”. “Los Magos eran abiertos a la
‘novedad’, y a ellos se revela la más grande y sorprendente novedad de la
historia: Dios hecho hombre. Los Magos se postran delante de Jesús y le ofrecen
dones simbólicos: oro, incienso y mirra; porque la búsqueda del Señor no solo implica la perseverancia en el camino,
sino también la generosidad del corazón. Y finalmente, retornan ‘a sus
países’. Y dice el evangelio que retornaron por otro camino”, señaló Francisco.
En ese sentido, el Papa aseguró que “cada vez que un hombre o una mujer
encuentra a Jesús, cambia el camino, regresa a la vida de un modo diferente,
regresa renovado, pero en otro camino”. Los Reyes Magos, continuó el Pontífice,
regresaron a sus países “llevando dentro de sí el misterio de aquel Rey humilde
y pobre; y podemos imaginar que relataron a todos la experiencia vivida: la
salvación ofrecida por Dios en Cristo es para todos los hombres, cercanos y
alejados. No es posible ‘apoderarse’ de aquel Niño: Él es un regalo para
todos”.
“También nosotros –invitó el Santo Padre–, dejémonos
iluminar por la luz de Cristo que proviene de Belén. No permitamos que nuestros
temores nos cierren el corazón, sino tengamos el coraje de abrirnos a esta luz
suave y discreta”. El Papa aseguró que “entonces, como los Magos, proveeremos
‘una alegría grandísima’ que no podremos tener para nosotros”. “Nos sostenga en
nuestro camino la Virgen María, estrella que nos conduce a Jesús y Madre que
hace ver a Cristo a los Magos y todos los que se acercan a ella”, concluyó.
Fuente: Aciprensa. Redacción.
HOY ESTAMOS INVITADOS A
IMITAR A LOS MAGOS
Homilía del Papa Francisco
en la Misa por la solemnidad de la Epifanía del Señor. 6 de enero 2018.
Basílica de san Pedro.
El Papa Francisco presidió este 6 de diciembre en el
Vaticano la Misa por la Solemnidad de la Epifanía del Señor, en la que explicó
el significado de los regalos de los Reyes Magos al Niño Jesús y donde exhortó
a los fieles a seguir la luz de Dios y no las luces del mundo del éxito y del
poder. Desde la Basílica de San Pedro, el Pontífice recordó que la palabra
“epifanía” indica “la manifestación del Señor” a todas las gentes
“representadas hoy por los Magos”, y con la que culmina el tiempo de Navidad.
“Se desvela de esa manera la hermosa realidad de Dios que viene para todos:
Toda nación, lengua y pueblo es acogido y amado por él. Su símbolo es la luz,
que llega a todas partes y las ilumina”, afirmó en su homilía.
Francisco indicó a los fieles que “hoy estamos invitados a imitar a los Magos” que del Oriente
viajaron a Belén para postrarse ante el Niño Jesús, dispuestos a tomar otros
caminos y a tener una “una apertura radical a Él, una implicación total con Él.
“De hecho, los Magos van al Señor no para recibir, sino para dar.
Preguntémonos: ¿Hemos llevado algún presente a Jesús para su fiesta en Navidad,
o nos hemos intercambiado regalos solo entre nosotros?”, preguntó. “Si hemos
ido al Señor con las manos vacías, hoy lo podemos remediar”, aseguró Francisco.
“El evangelio nos muestra, por así decirlo, una pequeña lista de regalos: oro,
incienso y mirra. El oro, considerado el elemento más precioso, nos recuerda
que a Dios hay que darle siempre el primer lugar. Se le adora. Pero para
hacerlo es necesario que nosotros mismos
cedamos el primer puesto, no considerándonos autosuficientes sino
necesitados”, explicó.
“Luego está el incienso, que simboliza la relación con el
Señor, la oración, que como un perfume sube hasta Dios. Pero, así como el
incienso necesita quemarse para perfumar, la oración necesita también ‘quemar’
un poco de tiempo, gastarlo para el Señor. Y hacerlo de verdad, no solo con
palabras”, señaló. “A propósito de hechos –añadió el Pontífice–, ahí está la
mirra, el ungüento que se usará para envolver con amor el cuerpo de Jesús
bajado de la cruz. El Señor agradece que nos hagamos cargo de los cuerpos
probados por el sufrimiento, de su carne más débil, del que se ha quedado
atrás, de quien solo puede recibir sin dar nada material a cambio. La gratuidad, la misericordia hacia el que
no puede restituir es preciosa a los ojos de Dios”.
En su homilía, el Santo Padre también recordó la sorpresa
que produce la cómo Dios se manifiesta ante los hombres, pues no lo hizo en el
palacio de Herodes en Jerusalén, a donde acuden primero los Reyes Magos, sino
“en una humilde morada de Belén”. Así como en Navidad los poderosos de ese
tiempo, el emperador Augusto y el gobernador Quirino, no se dieron cuenta que
“el Rey de la historia nacía en ese momento”; Jesús se manifestará públicamente
a los 30 años precedido por Juan el Bautista y no sobre los grandes de entonces
como el emperador Tiberio, Poncio Pilato, Herodes, Filipo, Lisanio, o los sumos
sacerdotes Anás y Caifás. “No sobre alguno de los grandes, sino sobre un hombre
que se había retirado en el desierto. Esta es la sorpresa: Dios no se
manifiesta ocupando el centro de la escena”, afirmó Francisco.
El Papa advirtió a los fieles que “al oír esa lista de
personajes ilustres, podríamos tener la tentación de ‘poner el foco de luz’
sobre ellos. Podríamos pensar: habría sido mejor si la estrella de Jesús se
hubiese aparecido en Roma sobre el monte Palatino, desde el que Augusto reinaba
en el mundo; todo el imperio se habría hecho enseguida cristiano. O también, si
hubiese iluminado el palacio de Herodes, este podría haber hecho el bien, en
vez del mal. Pero la luz de Dios no va a aquellos que brillan con luz propia.
Dios se propone, no se impone; ilumina, pero no deslumbra”.
El Santo Padre señaló que siempre es grande “la tentación de confundir la luz de Dios
con las luces del mundo. Cuántas veces hemos seguido los seductores
resplandores del poder y de la fama, convencidos de prestar un buen servicio al
evangelio”. “Pero así hemos vuelto el foco de luz hacia la parte equivocada,
porque Dios no está allí. Su luz tenue brilla en el amor humilde. Cuántas
veces, incluso como Iglesia, hemos intentado brillar con luz propia. Pero
nosotros no somos el sol de la humanidad. Somos la luna que, a pesar de sus
sombras, refleja la luz verdadera, el Señor: Él es la luz de mundo; Él, no
nosotros”, advirtió. Asimismo, dijo que “es necesario levantarse” como alentó
el profeta Isaías y “disponerse a caminar” como hicieron los Reyes Magos, y no
“como los escribas consultados por Herodes, que sabían bien dónde había nacido
el Mesías, pero no se movieron”.
Luego, señaló que es
necesario revestirse todos los días de Dios, que sencillo como la luz,
“hasta que Jesús se convierta en nuestro vestido cotidiano”, pero para eso “es
necesario despojarse antes de los vestidos pomposos, en caso contrario seríamos
como Herodes, que a la luz divina prefirió las luces terrenas del éxito y del
poder”. Además “para encontrar a Jesús hay que plantearse un itinerario
distinto, hay que tomar un camino alternativo, el suyo, el camino del amor
humilde. Y hay que mantenerlo”. Recordó que tras adorarlo, los Reyes Magos “se
retiraron a su tierra por otro camino”, distinto al de Herodes. “Solo quien
deja los propios afectos mundanos para ponerse en camino encuentra el misterio
de Dios”, afirmó. Francisco señaló que no basta saber que Jesús nació “si no lo
encontramos”. “Hoy estamos invitados a imitar a los Magos. Ellos no discuten,
sino que caminan; no se quedan mirando, sino que entran en la casa de Jesús; no
se ponen en el centro, sino que se postran ante él, que es el centro”. “En este
tiempo de Navidad que llega a su fin, no perdamos la ocasión de hacer un
hermoso regalo a nuestro Rey, que vino por nosotros, no sobre los fastuosos
escenarios del mundo, sino sobre la luminosa pobreza de Belén. Si lo hacemos
así, su luz brillará sobre nosotros”, culminó. Fuente: Aciprensa.
Redacción.