30 de enero 2019. Discurso del santo padre Francisco al
tribunal de la rota romana, con ocasión de la inauguración del año judicial.
Sala Clementina. Martes, 29 de enero de 2019
Excelencia,
Queridos prelados auditores,
Saludo cordialmente a cada uno de vosotros, comenzando con
el Decano, a quien agradezco sus palabras. Saludo a quienes participan en este
encuentro: los funcionarios, los abogados y los demás colaboradores del
Tribunal Apostólico de la Rota Romana. A todos van mis mejores y más sinceros
deseos para el año judicial que inauguramos hoy.
Para que se contraiga
válidamente, el matrimonio requiere que se establezca en cada uno de los
novios una unidad y armonía plenas con
el otro, de modo que, a través del intercambio mutuo de las respectivas
riquezas humanas, morales y espirituales, -casi como vasos comunicantes- los
dos cónyuges se conviertan en una sola cosa.
El matrimonio también requiere un compromiso
de fidelidad, que absorbe toda la vida, convirtiéndose permanentemente en
consortium totius vitae (can.1135).
La unidad y la
fidelidad son dos valores importantes y necesarios, no solo entre los
cónyuges, sino en general en las relaciones interpersonales y sociales. Todos
somos conscientes de los inconvenientes que determinan, en el consorcio civil,
las promesas incumplidas, la falta de fidelidad a la palabra dada y a los
compromisos asumidos.
La unidad y la fidelidad. Estos dos bienes
irrenunciables y constitutivos del
matrimonio requieren no solo ser explicados adecuadamente a los futuros
esposos, sino que solicitan también la acción pastoral de la Iglesia,
especialmente la de los obispos y sacerdotes, para acompañar a la familia en
las diversas etapas de su formación y desarrollo. Esta acción pastoral,
naturalmente, no puede limitarse a la resolución de las prácticas, si bien sean
necesarias y deban llevarse a cabo con esmero. Hace falta una
triple preparación para el matrimonio: remota, cercana y permanente. Esta
última es bueno que abarque las diferentes etapas de la vida matrimonial de una
manera seria y estructural, a través de una esmerada formación destinada a
aumentar en los cónyuges la conciencia
de los valores y de los compromisos propios de su vocación.
Los sujetos principales de esta formación matrimonial, en
virtud de su oficio y ministerio, son los pastores; sin embargo, es muy
oportuno, aún más, es necesario,
involucrar a las comunidades eclesiales en sus diferentes componentes, que son
corresponsables de esta pastoral bajo la guía del obispo diocesano y del
párroco. Por lo tanto, se trata de una
obligación in solidum, con la
responsabilidad primaria de los pastores y la participación activa de la
comunidad en la promoción del matrimonio y el acompañamiento de las familias
con el sostén espiritual y formativo.
Para comprender esta necesidad pastoral, nos hará bien
observar, en las Escrituras, la experiencia de los cónyuges Aquila y Priscila.
Estuvieron entre los más fieles compañeros de la misión de San Pablo, que los
llama con agradecido afecto sus sinergoi, colaboradores en pleno del ansia y del trabajo del Apóstol. Nos sorprende y
nos conmueve este gran reconocimiento por parte de Pablo de la labor misionera
de estos esposos; y al mismo tiempo podemos reconocer cómo esta sinergia fuese
un don precioso del Espíritu para las primeras comunidades cristianas. Pidamos,
por lo tanto, al Espíritu Santo que
hoy también dé a la Iglesia sacerdotes
que puedan apreciar y valorar los carismas de los esposos con una fe fuerte y
un espíritu apostólico como Aquila y Priscila.
La atención pastoral
constante y permanente de la Iglesia por el bien del matrimonio y de la
familia requiere ser realizada a través
de los diversos medios pastorales: el acercamiento a la Palabra de Dios,
especialmente a través de la lectio divina, los encuentros catequéticos, la
implicación en la celebración de los sacramentos, especialmente la
eucaristía, el coloquio y la dirección
espiritual, la participación en los grupos familiares y en el servicio
caritativo, para desarrollar la confrontación con otras familias y la apertura
a las necesidades de los más desfavorecidos.
Por otro lado, los esposos que viven su matrimonio en unidad
generosa y con amor fiel, sosteniéndose mutuamente con la gracia del Señor y
con el apoyo necesario de la comunidad eclesial, representan, a su vez, una
preciosa ayuda pastoral para la Iglesia. De hecho, ofrecen a todos un ejemplo
de amor verdadero y se convierten en testigos y cooperadores de la fecundidad
de la Iglesia misma. En verdad, muchos cónyuges cristianos son un sermón
silencioso para todos, un sermón "de día laborable", diría, de todos
los días, y desafortunadamente, hay que
constatar que una pareja que vive junta durante tantos años no es noticia, -es
triste esto- mientras que los escándalos, las separaciones y los divorcios son
noticia. ... (Ver Homilía en S. Marta, viernes 18 de mayo de 2018).
Los cónyuges que
viven en unidad y en fidelidad reflejan bien la imagen y la semejanza de Dios.
Esta es la buena noticia: que la fidelidad es posible, porque es un don, tanto
en los cónyuges como en los presbíteros. Esta es la noticia que también debería
hacer más fuerte y más consolador el
ministerio fiel y completo del amor evangélico de los obispos y sacerdotes;
cómo el amor y la fidelidad conyugal de los cónyuges Aquila y Priscila fueron
de gran consuelo para Pablo y Apolo.
Estimados prelados auditores, renuevo mi agradecimiento a
cada uno de vosotros por el bien que hacéis al pueblo de Dios, sirviendo a la
justicia a través de vuestras sentencias que, además de la importancia en sí
del juicio para las partes interesadas, contribuyen a interpretar correctamente
el derecho matrimonial. Este derecho se pone al servicio de la salus animarum y
de la fe de los cónyuges. Por lo tanto, se entiende la referencia puntual de
las sentencias de la Rota a los principios de la doctrina católica, con
respecto a la idea natural del matrimonio, con sus obligaciones y derechos relativos, y más aún
con respecto a su realidad sacramental.
Gracias de todo corazón por vuestro trabajo. Invoco sobre él
la ayuda divina y os imparto de todo corazón mi bendición apostólica. Y, por favor no os olvidéis de rezar por mí. Gracias. Fuente:
Vatican va.