24 de mayo 2019. Continuando
con nuestra formación litúrgica, en este domingo profundizaremos en la homilía,
la profesión de fe y la oración de los fieles, aspectos importantes de la
liturgia de la Palabra. Padre Héctor
Giovanny Sandoval. Delegado episcopal para la liturgia. Arquidiócesis de
Ibagué.
La homilía
Según el Vaticano II “en la homilía se exponen los
misterios de la fe y el camino de la vida cristiana a base del texto sagrado,
durante el curso del año litúrgico” (Constitución sobre liturgia, n. 52). Y la
Ordenación general del Misal Romano indica que “conviene que sea una
explicación o de algún aspecto particular de las lecturas de la Sagrada
Escritura, o de otro texto del Ordinario, o del Propio de la Misa del día,
teniendo siempre presente el misterio que se celebra y las particulares
necesidades de los oyentes” (n. 41).
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La homilía es -según las normas litúrgicas— tarea
del presidente de la celebración.
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Conviene que la homilía acabe con el llamado “paso
al rito”. Es decir que introduzca a la celebración de la parte propiamente
eucarística. No de modo rutinario, sino intentando subrayar algún aspecto de la
celebración eucarística que tenga especial relación con las lecturas, con el
sentido de la fiesta, o con el contenido concreto de la homilía. O,
simplemente, exhortar a convertir en oración lo que se ha escuchado en la
primera parte de la misa.
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Después de la homilía convendría habitualmente
dejar un breve espacio de silencio.
Profesión de fe
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Después de la homilía se recita la profesión de fe. Esta profesión
de fe no se proclama en todas las misas, sino sólo los domingos y fiestas
principales. Nos hace tomar conciencia de que la fe no es solamente una
confianza abstracta en Dios, sino algo que se refiere a una obra concreta que
Dios, Jesucristo y el Espíritu han realizado en los hombres.
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Es muy difícil recitar bien el credo: se tiende a
decirlo de prisa, y de este modo pierde mucho sentido. Hay que procurar por
tanto, conseguir una buena recitación, a un ritmo adecuado, pausado. Quizás en
algunas ocasiones se podría hacer a dos coros.
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Actualmente están previstas dos fórmulas para la
profesión de fe. En primer lugar, el llamado “credo
niceno-constantinopolitano”, que es la Síntesis y el símbolo de fe que recoge
el trabajo doctrinal realizado por los primeros concilios de la iglesia: tiene,
pues, todo el valor de un signo de identidad eclesial. Y junto con él, la
fórmula más antigua y simple conocida como “Símbolo de los Apóstoles”.
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Últimamente se ha difundido la costumbre de
levantar la mano en forma de juramento en este momento, la norma litúrgica nos
recuerda que no es conveniente hacer este gesto porque la profesión de fe no es
un juramento sino la confesión comunitaria de nuestra fe.
La oración de los fieles
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Después de escuchar la Palabra, la asamblea de
fieles se dispone a celebrar la Eucaristía. Pero antes, como pueblo de Dios
reunido, mira hacia el mundo y ora por él: es la oración de los fieles, que es
oración universal. Como Jesucristo, mediador entre Dios y los hombres, el
pueblo de Dios reunido continúa esta obra mediadora presentando ante Dios el
mundo y sus necesidades.
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El orden de la oración de los fieles es el
siguiente: una monición dicha por el celebrante, la lectura de las intenciones
con la respuesta del pueblo, y una oración conclusiva del celebrante.
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En la oración de los fieles tendrían que estar
siempre presentes estos cuatro apartados: 1) la Iglesia y las necesidades de su
misión; 2) los dirigentes de los asuntos públicos y la vida del mundo entero;
3) los que viven alguna dificultad o sufrimiento; 4) la comunidad local, su
trabajo y sus necesidades. Aunque no necesariamente en este orden.
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Hay que evitar, el convertir este momento en un
conjunto de intenciones que se dicen de prisa y que no llegan a significar nada
importante para quienes las oyen. Para evitarlo, lo primero es que las
intenciones estén bien hechas y hagan referencia a realidades próximas para los
asistentes.
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Un elemento que vale la pena introducir de manera
habitual es la respuesta cantada de los fieles. Cantar la respuesta da relieve
al momento, y destaca el papel del pueblo como “presentador” ante Dios de las
intenciones expresadas Porque lo más importante no es tanto el texto de la
petición, como el hecho mismo del pueblo cristiano que ora.
Con
esta catequesis concluimos la liturgia de la Palabra y a partir del próximo
domingo iniciaremos una serie de catequesis sobre la liturgia de la Eucaristía.
Que el Señor nos conceda a todos crecer en el conocimiento de este misterio
admirable.