Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
Y había en la sinagoga un hombre
poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar: “¿Qué quieres de nosotros,
Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el
Santo de Dios”.
Pero Jesús lo increpó, diciendo:
“Cállate y sal de este hombre”. El espíritu impuro lo sacudió violentamente y,
dando un alarido, salió de ese hombre.
Todos quedaron asombrados y se
preguntaban unos a otros: “¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de
autoridad; ¡da órdenes a los espíritus impuros, y éstos le obedecen!” Y su fama
se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.” Marcos
1, 21-28.
Enseñar
tiene su secreto. Históricamente el ser humano ha tenido la inquietud de
pensar en formas y métodos para comunicar un mensaje, para enseñar, para
educar, para ayudar a los demás a formarse en sus vidas. El punto estaría en la
PEDAGOGÍA que es la ciencia que estudia la educación y la enseñanza. Los
hombres se han preocupado por encontrar una buena pedagogía en el campo
intelectual.
Jesucristo tiene su propia pedagogía
para educar y formar a los futuros misioneros de su Iglesia. La manera como
enseña Jesucristo crea un impacto en la sociedad. Quienes lo están contemplando
se maravillan de su sabiduría, de su entendimiento, de su manera de hablar tan
diferente a la misma cultura social. En síntesis, tiene una pedagogía en la que
enseña con autoridad.
El Papa
Francisco hace énfasis que en la pedagogía de Jesús de Nazareth, prima la
Palabra de Dios. Palabra que debemos escuchar, acoger y anunciar.
Jesucristo no se preocupa tanto por la logística para enseñar, sino que
comunica la Palabra con la fuerza del Espíritu Santo.
Jesucristo
enseña con autoridad: “Quiere decir que en las palabras humanas de Jesús se
sentía toda la fuerza de la Palabra de Dios, se sentía la misma autoridad de
Dios, inspirador de las Sagradas Escrituras. Y una de las características de la
Palabra de Dios es que realiza lo que dice. Porque la Palabra de Dios corresponde a su voluntad.” (cfr. Ángelus, 1 de
febrero, 2015).
El
testimonio de vida, le da credibilidad a la Palabra que se anuncia. Sin
testimonio, el tiempo está totalmente perdido. (cfr. Deuteronomio 18,20). La autoridad vivida en la novedad del Evangelio de Jesús da muchos resultados:
frena al enemigo, detiene la violencia, no entra en discusión con nadie.
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