4 de mayo 2019. Continuando con
nuestras catequesis sobre la Eucaristía, hoy profundizaremos en la liturgia de
la Palabra, de manera especial en los aspectos generales de este momento
celebrativo. Padre
Héctor Giovanny Sandoval Moreno. Delegado episcopal de liturgia. Arquidiócesis
de Ibagué.
1. Escuchamos la Palabra de Dios
En este momento después de los ritos iniciales escuchamos a Dios. Nos
abrimos al Dios que nos dirige su Palabra. A través de las páginas bíblicas, él
nos habla hoy y aquí a nosotros, nos comunica su proyecto de salvación y su
cercanía, y nos invita a la comunión de vida con él. Nuestro Dios no es un Dios
mudo y lejano. Nos habla nos dirige su Palabra.
Nuestra primera actitud, como cristianos, es la escucha atenta.
“celebramos la Palabra”. Nos miramos al espejo de la Palabra para ir
conformando nuestra historia al programa de Dios. Unas veces nos consuela y nos
anima. Otras, juzga desautoriza nuestro estilo de vida y nos invita a la
conversión. Siempre nos ilumina, nos estimula y nos alimenta.
2. Cristo Jesús es la Palabra
La Palabra que nos dirige Dios es una
Persona: Cristo Jesús. El Señor Jesús no solo se nos dará en el Pan y en el
Vino. Ya está realmente presente en la Palabra que se nos proclama y que
escuchamos.
No se trata sólo de que las lecturas hablan
de él. Aunque ahora no lo podemos ver, ni oír directamente, pero a través de
los lectores es él mismo, Cristo Jesús, el Resucitado, el que se nos comunica
como la Palabra viviente de Dios. También a nosotros nos dice Dios: “Este es mi
Hijo amado, escúchenlo”. Así lo recuerda el Misal en el número 55: “En las
lecturas Dios habla a su pueblo, le descubre el misterio de la redención y
salvación y le ofrece alimento espiritual. Y el mismo Cristo, por su palabra,
se hace presente en medio de los fieles”
3. La doble mesa
Cuando acudimos a celebrar la Misa, somos invitados a una doble mesa:
la de la Palabra y la de la Eucaristía.
a) ante todo, Cristo Jesús se nos da en alimento como la Palabra. No
sólo oímos, sino que le escuchamos, le admitimos dentro de nosotros, asimilamos
su Palabra, para llevarla a la práctica, aceptando su mentalidad y su estilo de
vida. No solo cuando es fácil, sino también cuando nos parece exigente.
b) Y así, preparados por él mismo, nos disponemos a recibirle como Pan
y Vino en la comunión eucarística, porque él mismo quiso ser alimento para
nuestro camino.
Cristo-Palabra y Cristo-Pan. Un doble y progresivo encuentro con el
mismo Cristo. Como los discípulos de Emaús, que lo reconocieron en la fracción
del Pan. Pero luego decían: ¿No ardía nuestro corazón cuando nos explicaba las Escrituras?
En los próximos domingos seguiremos profundizando en otros aspectos
puntuales de la liturgia de la Palabra y así poder reconocer el misterio de
Dios que habla y el hombre que escucha con atención esa Palabra.