Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
«El Reino
de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante,
de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da
el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en
la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha
llegado la siega».
Decía también: «¿Con qué
compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un
grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que
cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y
se hace mayor que todas las hortalizas.” °°° Marcos 4, 26-34.
Las
parábolas sobre el Reino en la Sagrada Escritura guardan un mensaje
eminentemente comunitario. La comunidad es la primera beneficiada con el
Reino propuesto por Jesús, se forma y se construye el ambiente comunitario con
la base de la Palabra y el testimonio; no somos los autores principales, somos
el resultado de una Palabra que se encarnó en nuestros corazones y sentimientos
y nos permitió llamarnos hermanos, comunidad, Iglesia, Reino.
El
Reino de Dios tiene un desarrollo sorprendente: “La semilla germina y
crece, sin que se sepa cómo”. “La semilla más pequeña al sembrarla se convierte
en la más grande”. El catecismo de la
Iglesia Católica nos ilustra muy bien sobre el Reino: Es anunciado a todos los
hijos de Israel. (cfr. Mateo 10, 5-7). Está
destinado para hombres y mujeres en el mundo. (cf. Mateo 28,19). El
requisito para el Reino es acoger la palabra del Nazareno. (cfr. Marcos 4, 26).
El Reino pertenece a los pobres y a los sencillos. (cfr. Lucas 4, 18).
¿Cómo podemos vivir según el Reino
de Dios? La respuesta la tienen las parábolas del Reino. Se destacan dos actitudes ante el Reino: Confiar mucho en la acción de
Dios y dejarse conducir por la virtud de la paciencia. El Reino avanza,
pero los creyentes que siguen circulando en el mundo, no se dan cuenta en qué
momento sucede esto, porque “la tierra da fruto por sí misma”. El Reino necesita
de mucha paciencia, porque el dueño del Dios se llama Dios y sólo Él sabe
cuándo será el final de su Reino.
El
Papa Francisco nos propone pensar en Dios quien hace crecer su Reino. Es él
quien lo hace crecer, el hombre es su humilde colaborador, que contempla y
se alegra de la acción creadora divina y espera con paciencia los frutos. La
palabra de Dios hace crecer, da vida. (cfr. Homilía, 14 de junio, 2015).
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