31 de mayo de 2019

LA PRESENTACIÓN DE LOS DONES. Catequesis Mistagógica


31 de mayo 2019. Iniciamos este mes de junio y en esta solemnidad de la Ascensión del Señor con está catequesis sobre la primera parte de la Liturgia de la Eucaristía: la presentación de los dones. Padre Héctor Giovanny Sandoval Moreno. Delegado episcopal para la liturgia. Arquidiócesis de Ibagué. La presentación de dones conforma una de las cuatro acciones de la estructura fundamental del rito de la liturgia eucarística. En efecto, según el testimonio de la sagrada Escritura, durante la institución del sacramento, Cristo tomó en sus manos el pan y el cáliz, recitó la plegaria de acción de gracias, partió el pan y dio a sus discípulos el pan y el vino, diciendo: «tomad, comed, bebed; esto es mi Cuerpo; éste es el cáliz de mi Sangre. Haced esto en conmemoración mía»; acciones rituales que la Iglesia ha contemplado siempre como los gestos esenciales de la celebración eucarística.

La presentación de dones significa la participación de todos los fieles en el sacrificio sacramental que se ofrecerá mediante la plegaria sobre las ofrendas del pan y del vino. En los primeros siglos de la Iglesia, los fieles llevaban de sus casas los dones que debían ser ofrecidos, que eran presentados al sacerdote por un diácono. De aquí que ahora, en este momento de la celebración, los fieles hagan sus donaciones para el sostenimiento del culto.

El rito concluye con la oración sobre las ofrendas, que prepara a la asamblea para su participación en la gran oración eucarística. La Iglesia ruega para que, unidos a la ofrenda de Cristo, los fieles ofrezcan su existencia al Padre.

La secuencia ritual de este apartado de la liturgia eucarística comienza con la denominada preparación de los dones: Estos dones no son otros que el pan y el vino que se convertirán en el Cuerpo y Sangre del Señor.

Durante mucho tiempo se denominó este momento como: Ofertorio, pero a partir de las disposiciones del Concilio Vaticano II, sin desconocer dicho vocablo, se inclina por el uso de la expresión preparación de los dones, para subrayar el hecho de que el verdadero ofertorio acontece esencialmente durante la plegaria eucarística.
Por tanto, en los signos del pan y del vino el pueblo fiel pone la propia ofrenda en las manos del sacerdote, el cual los deposita en el altar o mesa del Señor, «que es el centro de toda la Liturgia Eucarística» (Misal Romano, N. 73)

Es decir, el centro de la misa es el altar, y el altar es Cristo; siempre es necesario mirar el altar que es el centro de la misa. En el «fruto de la tierra y del trabajo del hombre», se ofrece por tanto el compromiso de los fieles a hacer de sí mismos, obedientes a la divina Palabra, «sacrificio agradable a Dios, Padre todopoderoso», «por el bien de toda su santa Iglesia». Así «la vida de los fieles, su alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo se unen a los de Cristo y a su total ofrenda, y adquieren así un valor nuevo» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1368).

Ciertamente, nuestra ofrenda es poca cosa, pero Cristo necesita de este poco. Nos pide poco, el Señor, y nos da tanto. Nos pide poco. Nos pide, en la vida ordinaria, buena voluntad; nos pide corazón abierto; nos pide ganas de ser mejores para acogerle a Él que se ofrece a sí mismo a nosotros en la eucaristía; nos pide estas ofrendas simbólicas que después se convertirán en su cuerpo y su sangre.
Termina la presentación de los dones con la oración sobre las ofrendas. En ella el sacerdote pide a Dios aceptar los dones que la Iglesia le ofrece, invocando el fruto del admirable intercambio entre nuestra pobreza y su riqueza. En el pan y el vino le presentamos la ofrenda de nuestra vida, para que sea transformada por el Espíritu Santo en el sacrificio de Cristo y se convierta con Él en una sola ofrenda espiritual agradable al Padre.

Que la espiritualidad del don de sí, que este momento de la misa nos enseña, pueda iluminar nuestras jornadas, las relaciones con los otros, las cosas que hacemos, los sufrimientos que encontramos, ayudándonos a construir la ciudad terrena a la luz del Evangelio.